La ciudad del diseño después de Vinçon
El cierre de Vinçon abre una reflexión del sector sobre su futuro y el del comercio local
Desde el lunes la consigna fue pasando, discretamente, entre diseñadores, arquitectos y amigos, a quienes se advertía que no debía llegar a oídos de Fernando Amat. Querían darle una sorpresa y entrar por última vez a Vinçon, ayer al caer la tarde, para despedirse del hombre que dinamizó un espacio que mucho más que una tienda fue motor, museo y escuela del diseño. Pocas horas antes de la cita, algunos de ellos explicaron a La Vanguardia qué ha supuesto el emblemático establecimiento del paseo de Gràcia que anoche cerró sus puertas y qué queda de la ciudad del diseño.
Más de uno reconocía cierto sentimiento de culpa. “Hemos despertado demasiado tarde y ahora ya no sirve lamentarse”, afirmaba la interiorista Nina Masó, cofundadora de la firma Santa & Cole, quien recordaba que Amat apostó por una de sus creaciones “cuando aún no éramos nadie” y elogiaba su sinceridad a la hora de valorar cada objeto. “Siempre tuvo criterio, nos esti- muló y nos daba caña. Ahora Barcelona ha entrado en la vulgaridad más absoluta”. No era la única que entonaba el mea culpa. Lo hacía también el arquitecto Oscar Tusquets: “Vinçon la hemos cerrado los barceloneses, los mismos que ahora lloramos su desaparición. El mejor homenaje hubiera sido continuar comprando”.
Agradecimiento, riesgo, generosidad, buen gusto, originalidad, ganas de emprender y sorprender, de descubrir objetos y talentos, son referencias constantes en los testimonios de los expertos que vivieron los años de la explosión barcelonesa del diseño. “En Madrid os mirábamos con ojos envidiosos, como en tantas otras cosas”, señalaba Pedro Feduchi, presidente de la Asociación de Diseñadores de Madrid. “Primero fue un jarro de agua fría el cierre en Madrid, con la ilusión con que habíamos recibido la apertura –Vinçon tuvo tienda allí desde 1997 hasta 2011–, y es otro jarro de agua fría el cierre de Barcelona”. Pero Feduchi es optimista. “En ambas ciudades desde el 15-M hay gente joven que está to- mando posiciones en el mundo de la cultura. Hay un movimiento fuerte en el arte, el teatro o el diseño que aún no ha dado grandes figuras, pero las veremos aparecer. Caen templos y surgirán otros. Nada es eterno”.
Si los estados de ánimo de ar- quitectos, interioristas o diseñadores pudieran alinearse igual que los colores en una carta Pantone, la degradación de tonos recorrería desde la tristeza inmensa, pasando por el enfado o la nostalgia hasta la alegría por la culminación de un proyecto o la ilusión ante un nuevo paisaje del diseño. Pero en ninguno de los comentarios falta el agradecimiento a Fernando Amat. La tarde antes del cierre, apoyados los brazos sobre la mesa en la que durante décadas, todos los martes recibía a diseñadores que mostraban sus creaciones, el alma del negocio rehuía cualquier protagonismo. “El mérito de lo que se ha hecho no es mío, es de Vinçon”. Sus mejores amigos hablan de generosidad y honestidad. Ayer, dos de ellos, el diseñador Javier Mariscal y el arquitecto Fernando Salas, recordaban el trabajo hecho. “Hay un sentimiento triste”, decía Salas. “También lo hay cuando se cierra una librería, pero Vinçon representa el proyecto de alguien sensible a la cultura. Mucho más que
Los expertos señalan la generosidad y el inconformismo de Fernando Amat “En Madrid os mirábamos con ojos de envidia”, reconoce Pedro Feduchi
un gurú, Fernando es alguien implicadísimo con la cultura y muy honrado a quien no le valían las marcas. Compraba y apostaba por lo que de verdad le gustaba. Siempre con un criterio profundamente honrado”. Generosidad y otros dos aspectos más en los que repara Mariscal tras hurgar en algún rincón de su cabeza: “Ahora se habla mucho de la búsqueda de la excelencia, una expresión que no me gusta pero que le define. Y otra palabra más: rigor. De joven me marché de Valencia porque allí no encontraba rigor. Y sí lo hallé en Catalunya y sobre todo en Amat”. Lo recuerda como un buscador incansable que viajó por todo el mundo y alguien que entendió esa complicidad entre el vendedor y el comprador. “Podía haber objetos que en otro lugar vendieran más baratos que en Vinçon. Pero siempre eran de más calidad los que había seleccionado Fernando porque estaban mejor diseñados y producidos”. Mariscal asegura que odia la nostalgia. “Ha funcionado hasta que ha funcionado. Y la ciudades cambian, pero somos muy pueblerinos y nos cuesta aceptarlo”.
Tampoco hay tristeza en las palabras de Juli Capella. Para él la tienda que ayer cerró es el proyecto de un “arrauxat”, de uno de esos personajes un poco locos que a veces en Catalunya nacen, crecen y se desarrollan como lo hicieron Dalí, Pla, Mariscal o Adrià, de esos personajes que vibran con el espíritu de un tiempo con el que sintonizan. “Y Amat lo hizo con el tiempo de la revolución mundial que supuso la llegada del diseño. Vinçon era el sitio al que se iba a ver, a copiar o inspirarse, era una de las primeras escuelas de diseño, con perdón de Eina o Elisava; era un lugar para pasear, una tienda, una escuela. Además, tuvo una función de alcahueta, para poner en contac- to a diseñadores con empresas. No hubo ningún joven diseñador que no pasara por Vinçon cualquier martes”. Capella se siente feliz de haber tenido en Barcelona un Vinçon, único en el mundo. “Un establecimiento que ha cerrado antes de degradarse y convertirse en una tienda de gadgets para turistas”.
Confiesa Fernando Amat, y lo suscribe su sobrino Sergi, que hay una definición que le atrae y con la que se siente identificado. Es la que hace sobre el mercader Giovanni Cutolo, autor de L’edonista virtuosos. Es, recuerda, “el que disfruta más del placer de comprar, de descubrir objetos, que de vender”. Nunca fue diseñador –tras un intento fallido juró no volver nunca a probarlo–. Lo suyo era vender y en complicidad con su hermano Juan –“él llevaba la administración y nos respetábamos absolutamente”– y luego con sus sobrinos, siempre
Un buen diseño, para Fernando Amat o su sobrino Sergi, es el que cumple lo que enuncia Cada martes recibía a diseñadores que le presentaban sus propuestas
eligió los objetos que le gustaban y que podría llevarse a casa si no se vendían. Hubo un principio inquebrantable, que recordaba en la penúltima tarde: “Un objeto de diseño ha de ser fiel a lo que anuncia. Nunca vendimos los sacacorchos más bellos, sino aquellos que cumplían su función de la mejor manera”. Pero también sucumbió a la irresistible belleza. “Compré unos trineos maravillosos que costó años y años vender”.
La apuesta de Fernando Amat marcó a muchos. “Cuando llegué de Euskadi fue el primero en ayudarme a producir mi primera lámpara. Siempre abierto a ideas”, recuerda Martín Azúa. “Era una tienda en la que ocurrían cosas”, explica Marc Morro, propietario de la tienda Altres Coses, que a muchos recuerda, en pequeña escala, lo que fue Vinçon en sus inicios. Para este diseñador Vinçon fue una tienda que hi- zo más por el diseño que muchas instituciones.
A Oscar Tusquets le pesa la desaparición de un símbolo. “Frente a tan lamentable pérdida no podemos refugiarnos en desproporcionados aumentos de alquiler, en la presión de marcas multinacionales, en la falta de protección municipal y en otras zarandajas”. También hay desánimo en el testimonio de Miguel Milá. “Es una lástima que se pierda el esfuerzo maravilloso, tan oportuno en la selección de productos y que sirvió para enseñar a la gente lo que es el buen diseño”. Reconocía este reconocido dise- ñador que todo tiene un principio y un final. “Hay que aceptar lo que está pasando y aprender y agradecer la lección que ha dado Vinçon y cuantos han defendido el buen diseño y seguir luchando. Soy un entusiasta defensor de este establecimiento, que es un emblema, y su muerte me ha costado lágrimas”. Para él esta mañana Barcelona ya no será lo mismo. “Nos estamos equivocando: los intereses de la operación turística sólo consideran el beneficio económico. Ese fin turístico llevará a la muerte al paseo de Gràcia o al barrio antiguo. Yo nací en la plaza Sant Jaume y he visto cómo se está destrozando el Gòtic y el Raval”.
Más allá de la tristeza, agradecimiento. Es lo que expresaba la diseñadora Nani Marquina: “Además de la pena, a mí me acompaña un sentimiento de agradecimiento hacia Fernando Amat por habernos hecho tan felices con su tienda, por habernos enseñado tanto y porque gracias a su trabajo tenemos cosas bellas y prácticas en nuestras casas”. El paseo de Gràcia sin Vinçon no será lo mismo, recuerda la experta en diseño Marta Feduchi. “Ha sido una tienda que ha aportado un prestigio brutal a la ciudad”. Fue, concluye Marisa Santamaría, del Instituto Europeo del Diseño, “la esencia de la cultura del diseño. Y, sobre todo, la mejor escuela”.
Barcelona experimenta un fenómeno de nuevos artesanos Esta misma mañana, aseguran arquitectos y diseñadores, el paseo de Gràcia será distinto