Reavivar a Tàpies
El crítico de arte asume la dirección de la fundación
Carles Guerra es el escogido para suceder a Laurence Rassel al frente de la Fundació Tàpies, con el objetivo de convertir la institución en un punto de participación que mantenga vivas las ideas del artista.
El nombre de Carles Guerra (Amposta, 1965) había sonado insistentemente en las últimas semanas como uno de los candidatos mejor posicionados para dirigir la Fundació Tàpies, tanto por su experiencia profesional (ha sido director de La Virreina Centre de la Imatge y conservador jefe del Macba), como por su conocimiento de la obra de Antoni Tàpies o su participación en multitud de proyectos culturales tanto nacionales como internacionales. Aún así, no lo tenía fácil. Al concurso internacional convocado el pasado 24 de marzo para sustituir a Laurence Rassel concurrieron veinte candidatos de “altísimo nivel” (seis de ellos extranjeros), pero “el acierto, el rigor, el atractivo y la operatividad de su proyecto” se acabó imponiendo sobre los otros tres finalistas, a criterio de la comisión de expertos, que lo escogió por unanimidad. Carles Guerra, artista, crítico, comisario y profesor de arte, ha sido nombrado por un periodo de cinco años.
Xavier Antich, presidente del Patronato de la Fundació Tàpies y uno de los integrantes de la comisión de expertos junto a Manuel Borja-Villel, Josep Maria Carreté Nadal, Catherine David, Llucià Homs, Pere Portabella y Toni Tàpies, calificó ayer el proceso de selección de “riguroso, pulcro e impecable”, y mostró su convencimiento de que Guerra es la persona idónea para liderar la nueva etapa y asumir los retos que deberá afrontar la fundación. El nuevo director –el nombramiento se hizo efectivo el lunes– llega por su parte con las ideas claras y un ambicioso proyecto del que ayer esbozó algunas líneas maestras. Observador muy cercano de la trayectoria del centro –los candidatos tuvieron que elaborar un análisis y diagnóstico de los 25 años de vi- da de la Fundació Tàpies–, Guerra elogió la labor de los directores que le han precedido (Manuel Borja-Villel, Nuria Enguita y Laurence Rassel) y abogó por un tipo de institución que, más que lugar de exposiciones, “sea un plató donde pasen cosas y el público no venga sólo a contemplar las cosas que hay colgadas en las paredes sino que participe y se convierta en materia prima del programa”.
Guerra, que en el 2013 abandonó su cargo de conservador jefe del Macba ante la imposibilidad, según dijo, de desempeñar su trabajo, considera que estamos en un momento de tránsito, lo cual es un reto y una oportunidad. “La mayoría de las instituciones de Barcelona están viviendo un agotamiento de sus modelos originales. Hoy los museos son un reflejo pálido de la energía y la creatividad que hay en la calle, y uno de los desafíos es reconectar con esos procesos, con esa manera de entender la creatividad”.
Para Guerra, una tarea ineludible es elaborar “una respuesta crítica a la modernidad”, todavía una asignatura pendiente, así como la ne cesidad de volver al legado de Tàpies “no como un patrimonio cerrado sino como un objeto de debate. No me gustaría que pasara como con Picasso o Miró. Hemos de ser capaces de gestionar su legado intelectual, en tanto que fue un artista que no sólo produjo objetos sino que generó discursos e ideas y se posicionó cuando lo consideró necesario”. Un anhelo, el de recuperar la historia de la producción intelectual, que hace extensivo a otras figuras de la posguerra europea, ya sean escritores, terapeutas o críticos.
Por su parte, Laurence Rassel se marcha dejando un balance extraordinariamente positivo de estos años, con exposiciones memorables como las de Kerry James Marshall y Maria Lassnig o el estimulante proyecto del coreógrafo Xavier Le Roy, además de las sucesivas relecturas de la obra de Tàpies.
El proyecto de Guerra, elegido por unanimidad, frente a otras 19 candidaturas “Hoy los museos son un reflejo pálido de la energía y creatividad que hay en la calle”