El Rey pide un desarrollo que aporte bienestar social
Don Felipe habla en un foro económico y en la Asamblea
Tres mensajes que se resumen en uno: la economía, la política y la cultura no deben estar en las manos de quienes las gestionan, sino al servicio de los ciudadanos. El rey Felipe caminó ayer, en su segundo día de viaje de Estado a México, por esos tres territorios. Pidió ante un foro de empresarial, que reunió a empresarios españoles y mexicanos, que “el progreso en las relaciones económicas redunde en beneficio de la sociedad” y, más tarde, en su discurso ante la Asamblea Nacional recordó que la “justa aspiraciones de nuestros ciudadanos a vivir en un entorno plural, transparente y democrático y más próspero, no pueden tener límites”. En la misma línea se manifestó al presidir el acuerdo para lanzar el primer certificado de evaluación del castellano, al reconocer que la lengua debe ser un instrumento de comunicación al servicio del entendimiento de los pueblos, de la justicia, la libertad y la paz”.
Don Felipe inició la jornada presidiendo, junto a Enrique Peña Nieto, un foro empresarial, en el que también intervinieron el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo; el secretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo, así como el presidente de la patronal mexicana (Comce), Valentín Díez Morodo, y el de la española (CEOE), Juan Rosell.
En un escenario económico internacional “tan complejo” como el actual, don Felipe recordó que “todos los esfuerzos destinados a crear valor, riqueza y empleo y a promover negocios en beneficio del bienestar general son especialmente importantes”. Don Felipe aseguró que las relaciones económicas y comerciales entre ambos países “se nutren de ese cúmulo de afinidades e intereses compartidos”. En la actualidad más de cinco mil empresas españolas tienen presencia en México.
El presidente Enrique Peña Nieto destacó en su intervención en el foro que las reformas emprendidas por el Gobierno español, ya han dejado “signos alentadores” de recuperación a pesar del “desgaste político”. Lo dijo un político cuyas reformas sociales y económicas necesitaron de la firma, en el 2012, del llamado Pacto por México, suscrito por el oficialismo y las principales fuerzas opositoras, para poder llevarlas a la práctica.
El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, siempre tan didáctico, pidió a Peña Nieto la fórmula para lograr el respaldo en las urnas tras la aplicación de sus reformas, y recordó la “maldición Juncker”, como se conoce la afirmación del presidente de la Comisión Europea que dice: “Sabemos lo que tenemos que hacer, pero no sabemos qué hacer para que nos voten por lo que hemos hecho”. El ministro logró el aplauso del respetable cuando presentó a España como el mejor aliado de México en Europa, “nosotros sabemos quién es la Virgen de Guadalupe y distinguir una ranchera de un pasodoble”.
La presencia del Rey en el Senado mexicano marcó el acto institucional de la jornada por la deferencia de la cámara con el monarca español y por el reconocimiento que éste hizo a la experiencia constitucional que compartieron mexicanos y españoles: la de las Cortes de Cádiz que elaboraron la Constitución de 1812. También reconoció los logros de la Revolución mexicana y recordó finalmente a los legisladores su deber de asumir las aspiraciones del pueblo que representan.
La jornada, que incluyó una comida en la embajada de España con 16 personalidades mexicanas del mundo económico y cultural, tuvo su colofón en el antiguo colegio de San Ildefonso, cuna de la primera universidad de México, fundado en 1583 bajo el patronato de Felipe II. Cuatrocientos treinta y dos años después, Felipe VI cruzó la puerta bajo el escudo real de Castilla y León para presidir la firma del acuerdo entre la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Cervantes y la Universidad de Salamanca para la implantación del Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (Siele), el certificado oficial que acreditará el dominio del castellano. Don Felipe recordó la importancia de la lengua como factor integrador, un elemento que “trenza con fuerza el cáñamo y la seda de nuestras relaciones”.