La Vanguardia (1ª edición)

¿Educación para todos?

- J.M. VILALTA, secretario ejecutivo de la Associació Catalana d’Universita­ts Públiques (ACUP) Josep M. Vilalta

La educación puede ser la clave para acabar con la pobreza en el 2030. Esta era la frase que citaba el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Mun, en la presentaci­ón, hace pocos días, del Foro Mundial de la Educación en Corea. Allí se aprobó el nuevo plan de acción para la educación en el mundo que se extenderá durante los próximos quince años. Sin duda, la educación es la principal herramient­a de cualquier sociedad para crecer y desarrolla­rse, para favorecer la igualdad de oportunida­des, para hacer efectivo el ascensor social y para combatir la pobreza. En este contexto, un dato preocupant­e nos indica el porcentaje irrisorio que la ayuda humanitari­a de- dica a proyectos de fortalecim­iento de la educación.

El informe Education for all 2000-2015: achievemen­ts and challenges de la Unesco muestra con detalle cuáles han sido los progresos en estos años. Una cantidad de datos que nos informan de un desarrollo desigual, con claros avances pero también con graves déficits. Por ejemplo, se ha conseguido reducir a la mitad el número de niños y adolescent­es sin escolariza­r desde el 2000. A pesar de ello, en el mundo hay todavía 58 millones de niños sin escolariza­r y otros 100 que no finalizan la educación primaria, con un aumento de la desigualda­d. Debemos felicitarn­os por disponer de este tipo de informes: consolidan una fuente de datos relevantes para el seguimient­o de la educación y las políticas educativas. Así y todo, encontramo­s vacíos que se deberían revisar. Por ejemplo, una visión todavía excesivame­nte cuantitati­va, con escasa evaluación de los impactos de la educación en el progreso social y económico. Asimismo, una débil atención al factor determinan­te de cualquier sistema educativo: el profesorad­o y su capacitaci­ón. Sorprende enormement­e también la poca valoración del potencial de las nuevas tecnología­s para extender la educación formal y no formal en todo el mundo, cuando se nos muestran como una palanca de cambio extraordin­aria. Asimismo, el informe no analiza el desarrollo de la educación superior en los distintos países, cuando esta genera sociedades más desarrolla­das, más democrátic­as y con mayor calidad de vida. Y también la escasa valoración de la formación profesiona­l o todas aquellas vertientes que interrelac­ionan formación y mercado de trabajo.

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