La Vanguardia (1ª edición)

Nadal está como en casa

El balear, rodeado de los suyos, arranca con victoria ante Bellucci en un sólido partido

- MARTA MATEO

La ola de calor que recorre estos días el Reino Unido sienta de maravilla al All England Club. Las flores son más blancas que nunca, la hierba es más verde si cabe y el cielo azul destaca por encima del rincón más hermoso del tenis. Ser habitante del SW19 es un regalo en estas fechas. Rafael Nadal, empapado en sudor tras su sólida victoria ante Thomas Bellucci en tres sets, se siente como en casa. Aunque no tenga la playa a escasos metros, tiene el sol protegiénd­ole y dorando su piel a 30 grados. “¡Va, Rafel, va. Seguim!”, le anima su primo pequeño –e hijo de su entrenador, Toni Nadal–, cuando al servir por el primer set su rival le hace break. Si el de Manacor se encuentra con pequeñas dudas e inquietude­s en momentos clave del choque, su familia le calma. Porque también están aquí. Así, zanja sin complicaci­ones una primera ronda históricam­ente incómoda para el número 10. La celebració­n de Nadal muestra las ganas tremendas de hacer un buen Wimbledon. Se siente sano, fuerte, con opciones. Y con los suyos alen- tándole, al volver del trabajo entra a su home, sweet home.

“Con el paso de los años he ido buscando casas más grandes para que entre más gente”, cuenta el balear, que acoge a su equipo, su pareja, miembros de su familia como sus primos –con los que juega a fútbol en el jardín– y también amigos de siempre y competidor­es en el torneo de dobles, como Marc López. “Me lo paso bien y el hecho de estar siempre acompañado lo hace especial. A mí no me gusta estar solo, nunca he sido una persona solitaria. Estar aquí con ellos es realmente fantástico”.

Otra habitante destacada del village es Garbiñe Muguruza, que superó a Varvara Lepchenko y se quitó la espina de la pasada edición, donde cayó en primera ronda entre sollozos. La hispanoven­ezolana era ayer todo sonrisas, no sólo por su victoria dentro de la pista (6-4, 6-1), sino también por su éxito en los fogones. “El otro día hice un flan por primera vez en mi vida y quedó bien. Parecía que iba a ser un desastre pero al final no”, presumía con una carcajada.

Como buenos británicos, los locales no se sorprenden al compartir distrito con el índice más alto del planeta de estrellas de la raqueta por metro cuadrado. No se quedan petrificad­os si en el supermerca­do de la esquina está Nadal comprando la cena, o si dos calles más para abajo Roger Federer –que barrió en una hora y siete minutos a su rival Damir Dzumhur– juega al pilla-pilla con sus hijas. Tampoco si Novak Djokovic realiza sus ejercicios de meditación en el parque del vecindario, o si Andy Murray llega al club conduciend­o su vehículo.

Cuentan que el escocés, que arrancó su décimo Wimbledon con victoria ante Mijaíl Kukushkin, se queda en su mansión de Surrey aunque el trayecto sea de unos 30 kilómetros. El campeón del 2013 prefiere dar largos paseos con Rusty y Maggie May, sus adorables perros y tener esos ratitos en coche para analizar sus partidos.

“Tanto hotel al final cansa mucho y aquí hacemos vida de familia”, continúa Muguruza, que desvela su mejor técnica zen antes de un choque. “Cocino mucho… Me encanta y me relaja un montón”. Casualment­e una de las pasiones del ganador de 14 grandes, al que le atribuyen una pasta deliciosa. A Nadal le espera mañana un plato que puede llevar espinas: Dustin Brown. El alemán, de largas rastas e imposible de predecir, ya sabe lo que es ganar al mallorquín en hierba. Lo hizo en Halle hace justo un año, en dos sets. “El mejor partido de mi vida”, dijo entonces Brown.

RAFAEL NADAL “Nunca he sido una persona solitaria, estar aquí con mi familia es fantástico”

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KIRSTY WIGGLESWOR­TH / AP Rafael Nadal celebra su clara victoria ante Bellucci en su debut en Wimbledon

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