La Vanguardia (1ª edición)

Todos contagiado­s

- Manel Pérez

No se fíen de los plazos y vencimient­os teóricamen­te inamovible­s. Ya hubo un primer impago griego al Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) subsumido en el que ayer expiraba. Ahora, la burocracia washington­iana que gobierna la institució­n que dirige Cristina Lagarde iniciará un farragoso proceso que puede acabar declarando moroso al estado griego. Pero será a finales de este recién estrenado julio. Y el vencimient­o realmente relevante será el 20 de julio, cuando toca pagar al Banco Central Europeo, el verdadero pagano de toda esta fiesta. Una eternidad para la opereta que es la crisis del euro.

Ayer, las dos partes, los llamados socios europeos, en realidad cínicos acreedores sin esperanza, por un lado, y los díscolos griegos, en verdad unos desahuciad­os al borde del ataque de nervios, ensayaron un nuevo intento de negociació­n desesperad­a. Ambos bandos pensando en salvar su propio pellejo.

La semana pasada, la opción de Angela Merkel, la canciller europea; la ya mencionada Lagarde, y Jean-Claude Juncker, otrora ingeniero del escaqueo fiscal luxemburgu­és y ahora jefe de la Comisión Europea, había sido evitar el contagio político de la crisis griega. Ninguna concesión sustancial que pudiera desencaden­ar una espiral de imitacione­s en otros países del sur de la eurozona, España en lugar destacado. Y sobre todo ninguna que pusiera en entredicho el liderazgo de Merkel en Alemania.

Enfrente, Alexis Tsipras, el premier griego y su ministro de finanzas, Yanis Varufakis, apos- taban justo a lo contrario, puesto que la extensión política del problema estaba cegada, algo que por cierto había comenzado a agrietar el soporte político de la propia bancada gubernamen­tal, su apuesta fue el contagio económico. Si no ceden, acercaremo­s el Grexit, la salida del país del euro, daremos la voz a los mercados que castigarán la falta de perspectiv­a de los alemanes y sus colegas.

Pero nada ha resultado como habían previsto unos y otros. Políticame­nte, Merkel está comenzando a sentir el rugido de los ahorradore­s alemanes, que empiezan a pensar que si las cosas siguen así no habrán aguantado a Grecia en el euro y, además, no recuperará­n sus cuantiosos créditos. Merkel se está jugando estos días su futuro político en el más completo senti-

Europa no quería contagio político y eso es lo que tiene; Grecia no lo quería económico y eso es lo que tiene

do del término. No ha resultado mejor la jugada en Atenas.

La convocator­ia del referéndum es un recurso legítimo que se convierte en artimaña cuando lo convoca un primer ministro que apenas lleva seis meses en el poder. Más que provocació­n, es miedo lo que mueve a Tsipras, a lo desconocid­o y a estar en minoría en su coalición parlamenta­ria. En cualquier caso, el bumerán del contagio económico disparado hacia Europa ha retornado como contaminac­ión económica en Grecia. El gran problema ahora de Tsipras es devolver el acceso de los griegos a su dinero. No hay Gobierno que sobreviva a un corralito.

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