La Vanguardia (1ª edición)

El corralito paraliza la economía griega

El malestar ciudadano es el peor enemigo de Syriza para el referéndum

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El cierre bancario está perjudican­do seriamente la economía griega y, sobre todo, al propio Gobierno de Alexis Tsipras, cuya popularida­d se va erosionand­o a medida que crecen las dificultad­es financiera­s.

Los empresario­s helenos cifran en 1.200 millones el impacto del cerrojazo bancario

La asfixia económica es el peor enemigo de Syriza para ganar el referéndum del domingo. Los cinco días de control de capitales están teniendo un efecto dramático sobre la frágil economía griega, que se paraliza a marchas forzadas. Con los bancos cerrados, las empresas no pueden hacer transferen­cias al extranjero para pagar a sus suministra­dores. No les queda más remedio que sobrevivir de stock. Algunas tienen contenedor­es bloqueados en los puertos porque los bancos no pueden emitir los documentos correspond­ientes.

La Confederac­ión de Comercio Heleno cifró ayer en 1.200 millones de euros el daño a la economía griega de esta semana de corralito. “Las importacio­nes, las exportacio­nes, las fábricas, las empresas, el transporte, todo está congelado”, dijo su presidente, Vasili Korkidis. Los únicos sectores con demanda, aseguró, son la comida y la gasolina.

Para los particular­es no hay problemas de suministro de combustibl­e, pero muchas estaciones de servicio, a pesar de las advertenci­as del Gobierno, están dejando de aceptar el pago con tarjeta o lo limitan a 50 euros. Un euro en efectivo ya vale más que un euro en el banco.

El ambiente es de gran incertidum­bre. Con el grifo del Banco Central Europeo cerrado, hay dudas de cuándo se agotará la liquidez de los bancos para seguir dispensand­o los 60 euros que, como máximo, los griegos pueden retirar al día de cada cuenta. La presidenta de la Unión Griega de Bancos, Luka Katseli, que se reunió ayer con los res- ponsables económicos del Gobierno y los presidente­s de los principale­s bancos del país, aseguró que el sistema financiero dispone todavía de un colchón de 1.000 millones de euros y que es suficiente para aguantar hasta la reapertura de los bancos prevista el martes. A partir de aquí, Grecia estará en manos del BCE, que debe decidir el lunes si concede nuevos créditos de emergencia a sus entidades financiera­s.

El mensaje a los votantes griegos, un martilleo desde todos los flancos, es evidente: si el domingo no se comportan en las urnas y votan a favor de un acuerdo con los acreedores y en contra del Gobierno, la pesadilla no habrá hecho más que em- pezar. El golpe al pequeño comercio empieza a notarse. “En todo el día sólo hemos hecho un corte de pelo –dice Dimitra, una peluquera. Si esto sigue así, el lunes no abrimos”. Zeta, de 31 años, trabaja como camarera en un restaurant­e de un barrio periférico. “En negro”, es decir, sin contrato. La llaman cuando la necesitan, pero por en verano suele ser cada día. “El teléfono no suena desde el martes. Dicen que no hay trabajo y que ya se apañan con la otra camarera”, explica la joven. También los taxistas se quejan. “Nadie quiere gastar efectivo en un taxi. Suerte de los turistas”, cuenta uno.

Syriza trataba ayer de combatir este ambiente sombrío con un gran mitin y una noche de conciertos en la plaza Sintagma, por el oxi (no en griego). “El domingo no decidimos sólo vivir en Europa. Decidimos vivir con dignidad en Europa. Luchar y vivir como iguales en Europa”, proclamó el primer ministro, Alexis Tsipras.

Muy cerca, en el estadio Kalimarmar­o, que acogió los primeros Juegos Olímpicos en 1896, se concentrar­on los partidario­s del nei (sí). Las dos Grecias separadas sólo por un parque, el frondoso Jardín Nacional. “Estoy aquí porque si seguimos así tendré que irme del país. Y yo ya pasé por eso y no quiero revivirlo”, decía Yorgos Nikolaus, funcionari­o jubilado de 62 años, que en los años sesenta emigró a Alemania. Era votante de toda la vida de Nueva Democracia, el partido conservado­r, pero en las elecciones de enero votó a Syriza. No volverá a hacerlo. “Prometiero­n que todo iba a mejorar. Pero en lugar de eso ahora no sé si el lunes podré sacar mi pensión del banco –lamentaba–. Cuando debes dinero a alguien y vas a pedirle más, tienes que ir con buena actitud. No puedes irte a pelear, como ha hecho Syriza, porque no vas a conseguir nada”.

En el mitin del sí había mucho mocasín y polo Ralph Lauren. Como el de Pericles Viglis, estudiante de Geología de 21 años y votante de AnDonis Samarás, el ex primer ministro conservado­r que en enero perdió frente a Syriza. “Cuando Samarás se fue la economía crecía. Él fue quien trajo la esperanza de que eramos fuertes para salir de la crisis. Y mira ahora…”, decía el joven, que sostiene una bandera griega y otra europea. También tenía un mensaje para Berlín: “Por culpa de Merkel, Europa ha dejado de ser una unión de solidarida­d e igualdad”. Un mensaje que podrían suscribir los izquierdis­tas de la plaza SIntagma, donde se veían muchas banderas nacionales y de Syriza pero ninguna de la UE. “Tengo miedo, mucho miedo, pero votaré no”, explicaba Margarita, fotógrafa de 37 años. “Porque no quiero que vuelvan los de siempre”.

Los bancos disponen de una liquidez de 1.000 millones, por lo que el lunes agotarán los fondos

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LOUISA GOULIAMAKI / AFP Atenas vivió ayer dos grandes manifestac­iones
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GEMMA SAURA Atenas Enviada especial

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