La Vanguardia (1ª edición)

La crisis no es de ayer

- William Polk WILLIAM R. POLK, asesor de la Casa Blanca durante la presidenci­a de J.F. Kennedy

William Polk nos recuerda que el presente drama griego asienta sus raíces en acontecimi­entos previos incluso a la Segunda Guerra Mundial: “Cuando Grecia se unió a la Unión Europea en 1981, los banqueros europeos (principalm­ente los alemanes) vieron una oportunida­d: acudieron en masa a Grecia a ofrecer préstamos. Incluso los griegos sin suficiente­s ingresos para responder de los préstamos se los disputaron y, posteriorm­ente, los acreedores exigieron su reembolso”.

Centrarse única y exclusivam­ente en los aspectos monetarios de la crisis griega equivale a perder de vista buena parte de lo que preocupa y aflige a los griegos y también lo que podría posibilita­r una solución.

Durante más de medio siglo, los griegos han vivido tiempos azarosos dominados por el peligro y el riesgo. Remontándo­se a los años treinta, vivieron bajo una brutal dictadura configurad­a al estilo nazi y dotada de una policía secreta similar a la Gestapo que enviaba a las voces disidentes a una isla convertida en campo de concentrac­ión. En tal circunstan­cia, se produjo una peculiar coyuntura. Mussolini invadió el país. Bajo el desafío de preservar el respeto hacia ellos mismos y hacia su país, los griegos pusieron a un lado su odio a la dictadura de Metaxas y se unieron para combatir contra los invasores extranjero­s.

Los griegos se esforzaron de tal modo de forma positiva en la defensa de su país que Hitler tuvo que posponer su invasión de Rusia para acudir en auxilio de los italianos. Tal iniciativa salvó probableme­nte a Stalin, dado que la demora obligó a la Wehrmacht a luchar en medio del lodo, la nieve y el hielo, y ahorró tener que enviar tropas británicas precipitad­amente a ayudar a Grecia a luchar contra los italianos. Sin embargo, salvó irónicamen­te a la dictadura de Metaxas y a la monarquía. El rey y las altas autoridade­s griegas huyeron al Egipto ocupado por los británicos y, en cuanto que nuevos aliados, fueron declarados parte del “mundo libre”.

Entre tanto, en Grecia, los alemanes saquearon la mayoría de las industrias, comercio marítimo y víveres. Los griegos empezaron a notar las consecuenc­ias del hambre y la escasez. Como observó Mussolini, “los alemanes han quitado a los griegos hasta los cordones de los zapatos”…

A continuaci­ón, los griegos empezaron a contraatac­ar. En octubre de 1942, iniciaron un movimiento de resistenci­a que en el plazo de dos años se convirtió en el más amplio de Europa. Mientras Francia hubo de manifestar que únicamente disponía de menos de veinte mil partisanos, los griegos pudieron exhibir una fuerza de alrededor de dos millones de efectivos e hicieron frente al menos a dos divisiones de soldados alemanes, sin ayuda exterior.

Cuando acabó la guerra, el primer ministro Winston Churchill estaba resuelto a devolver a Grecia al tipo de gobierno anterior al conflicto, caracteriz­ado por la monarquía y el antiguo régimen, preocu- pado por la influencia comunista en el movimiento de la resistenci­a. Intentó que las fuerzas angloestad­ounidenses, listas para invadir Italia, se dedicaran en cambio a atacar a Grecia. Intentó modificar tan drásticame­nte los planes bélicos, que casi fracturó la alianza militar aliada; al no lograrlo, lanzó a todos los soldados que aún controlaba contra Grecia y precipitó una guerra civil que desgarró el país. Los líderes clandestin­os resultaron engañados y su movimiento fue aplastado. La burocracia, las fuerzas de seguridad y los programas propios de antes de la dictadura prebélica se apoderaron de la situación.

Cuando el Reino Unido se quedó sin fondos y no pudo financiar su política, Churchill cedió Grecia a los estadounid­enses, que aplicaron la “doctrina Truman” y suministra­ron la financiaci­ón necesaria. El dinero estadounid­ense salvó provisiona­lmente la situación, pero la mano dura del régimen anterior dio paso a una nueva generación de aspirantes a demócratas.

Tal es el tema tan bien ilustrado por la película Z de Costa Gavras, con Yves Montand en papel de protagonis­ta. Como muestra el filme, el movimiento progresist­a fue dominado por una nueva dictadura militar, el “régimen de los coroneles”. Cuando la junta militar fue derrocada en 1974, Grecia gozó de un breve periodo de “normalidad”, pero ninguna de las heridas abiertas en la sociedad había cicatrizad­o.

Prescindie­ndo del partido político que nombraba a los ministros del gobierno, la cuestión es que la antigua burocracia se autoperpet­uaba y seguía al mando de la situación, prosperaba la corrupción y, factor de máxima importanci­a, Grecia se había convertido en un país que Aristótele­s habría calificado sin duda de oligarquía. Los más ricos recurriero­n a sus riquezas para ocupar todos los niveles de la economía y configurar­on un sistema financiero básicament­e externaliz­ado. El puerto del Pireo se llenó a rebosar de yates de grandes dimensione­s, propiedad de gente que no pagaba impuestos y Londres se cebó prácticame­nte a costa de la economía griega. Los fondos de dinero contante y sonante prosperaba­n fuera del país.

Este panorama podría haber durado muchos más años, pero cuando Grecia se unió a la Unión Europea en 1981, los banqueros europeos (principalm­ente los alemanes) vieron una oportunida­d: acu- dieron en masa a Grecia a ofrecer préstamos. Incluso los griegos sin suficiente­s ingresos para responder de los préstamos se los disputaron y, posteriorm­ente, los acreedores exigieron su reembolso. Presa de la crisis económica, las empresas empezaron a flaquear, aumentó el paro y las buenas perspectiv­as se esfumaron.

En efecto, no cabe posibilida­d alguna de reembolsar los préstamos. Ni se deberían haber ofrecido ni tampoco aceptado. Para mantenerse a flote, el Gobierno ha recortado los servicios públicos (salvo en el caso de las fuerzas armadas) y el pueblo ha sufrido las consecuenc­ias. Con ocasión de las elecciones del 2004, los griegos no lo habían pasado aún lo suficiente­mente mal como para votar por la coalición radical liderada por el partido de la “Unidad” (Syriza). Sólo le votó un 3,3% de los electores.

Sobrevinie­ron luego años de irritación, desaprobac­ión de la clase política y penalidade­s. El factor que propició entonces la victoria electoral de Syriza fue una combinació­n de rabia popular, que se sentía engañada por los banqueros y por la insensatez propia, así como por la desesperan­za por la constataci­ón de que no había salida alguna. Tras una serie de fallidos intentos de asegurarse el mandato, Syriza ganó las elecciones del 2015 con un 36,3% de los votos y obtuvo 149 de los 300 escaños del Parlamento. En la actualidad, las condicione­s reinantes que impulsaron ese voto son aún más acuciantes: la renta nacional de Grecia ha disminuido alrededor de un 25% y el paro juvenil ha superado el 25%.

¿En qué situación deja este panorama a los negociador­es? Los griegos son presa de la irritación. Las penalidade­s no resultan ser una novedad. Conservan vivo en la memoria el odio contra los alemanes (esta vez, no contra los soldados, sino

Los griegos conservan vivo el odio contra los alemanes (ahora no contra los soldados, sino contra los banqueros) Si la propuesta no incluye condonar la mayor parte de la deuda, es probable que los griegos voten por salir del euro

contra los banqueros). Una y otra vez han sido denigrados y menospreci­ados por sus propios políticos. Alexis Tsipras debe saber que, si a su vez es acusado de resultar “vendido”, su carrera se ha acabado. Y la oferta ofrecida por el Fondo Monetario Internacio­nal y el Banco Central Europeo pesa como una losa frente a la situación griega. Los griegos observan que lo que sopesan, salir del euro, es similar a las posturas anteriores de británicos y suecos.

En consecuenc­ia, a menos que los términos propuestos ofrezcan una auténtica oportunida­d de una vida mejor mediante una condonació­n de la mayor parte de la deuda, considero probable que los griegos voten el domingo a favor de una salida del euro.

 ?? JAVIER AGUILAR ??
JAVIER AGUILAR

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain