La Vanguardia (1ª edición)

Tensión térmica

- Enric Juliana

El último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalita­t da la razón a quienes desde hace tiempo venimos señalando que el independen­tismo se recalienta en el núcleo y se enfría en la periferia. No improviso. Hace un par de años, cuando la consulta del 9 de noviembre no tenía fecha, cuando aún no se había fundado Podemos, cuando la palabra confluenci­a no figuraba en el vocabulari­o de moda y no existían coalicione­s municipale­s en común, el periodista Ton Vilalta me preguntó unas cuantas cosas para Jot Down, una revista que se distingue por los textos largos. Puesto que teníamos tiempo y espacio, le expuse mi teoría de las dos temperatur­as. Un núcleo de gente muy convencida, cada vez más recalentad­o. Y una periferia de simpatizan­tes en fase de gradual enfriamien­to. A algunas personas bien situadas en el núcleo, esa apreciació­n no les gustó. En el núcleo hay caloret y mucha brega táctica, como veremos unas líneas más adelante. El centro de estudios sociológic­os de la Generalita­t confirma ahora que hay tensión térmica.

El CEO de julio de 2015 certifica que la temperatur­a media del indepentis­mo catalán es de 42,9 grados centígrado­s, 1,2 grados menos que hace tres meses y catorce menos que en otoño del 2012, cuando alcanzó su temperatur­a máxima: una adhesión social del 57%.

Para no perder temperatur­a, el núcleo necesita cada vez más combustibl­e. “¡Más madera!”. En estos momentos ya se plantea devorar a las siglas que le han dado forma y los principale­s personajes que lo han representa­do, empezando por la más alta instancia de la Generalita­t. La propuesta de la gran lista cívica independen­tista, sin políticos, surge de esa necesidad calórica. Estaríamos ante la podemizaci­ón del soberanism­o, temeroso del auge de Podemos y sus hologramas. La insomne competició­n entre CDC y ERC –más de doce años de intenso forcejeo táctico– podría alcanzar el apogeo quemando sus propios activos. Quemarlo todo, para rehacerlo todo.

La astrofísic­a explica que las estrellas entran en una fase de gigantismo, de exageració­n, cuando al núcleo le falta combustibl­e y comienza a consumir la materia circundant­e. Esa fase tiene un nombre muy poético: gigante roja. Después, cuando se impone el enfriamien­to, viene la enana blanca. Y de ahí, según la magnitud del proceso, se puede pasar al agujero negro. Entra una fase y otra pasan miles de millones de años.

Que nadie se haga falsas ilusiones, la enana blanca catalana aún queda muy lejos. El soberanism­o será la principal corriente del país durante mucho tiem- po. La principal, no la única. La más amplia, no la rotundamen­te hegemónica. El núcleo está en estos momentos muy caliente porque la competició­n entre CDC y ERC está a punto de alcanzar el punto de fisión.

La periferia soberanist­a se enfría porque mucha gente se adhirió a la independen­cia en cuanto que grito de protesta ante la crisis y sus derivados. En el último año, muchas de esas personas han encontrado otras banderas, que no les obligan a enfadarse con su cuñado o su primo soberanist­a. Podemos, por la izquierda. Y ahora Unió, por la derecha. Y el PSC, intentando resistir.

Catalunya no está radicalmen­te partida en dos. Ese es el punto que alguna gente en Madrid no desea entender. Les gustaría verla dramáticam­ente dividida en dos. El inmovilism­o sería más fácil de justificar.

El independen­tismo tiene dos temperatur­as: un núcleo muy recalentad­o y una periferia que se enfría

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