Las dos carpetas
La leyenda sitúa dos carpetas sobre la mesa del gobernante. Una pone en su portada: “Urgente”. La otra “ATR, Asuntos que el Tiempo Resolverá”. A juzgar por su comportamiento visible, el presidente Rajoy también tiene esas dos carpetas. En la primera hay varios informes con una sola orientación: cómo mantenerse en el poder después de las elecciones generales de 2015 en un ambiente hostil y con insuficiente intención de voto. En la segunda, varios estudios entre los que destacan los que llevan el epígrafe de Cataluña, escrito así, con eñe. Muchos, entre ellos José María Aznar, le han presionado para que traspase esos papeles a la carpeta de urgencias, pero en el Rajoy galaico y bifronte pudo más su característico “o no” y los dejó donde estaban. Catalunya se arreglará sola.
Quizá no le falte razón, habrán pensado sus asesores al conocer la encuesta del CEO que se difundió ayer: a pesar de la intensa actividad del independentismo, que no descansa ni un día; a pesar de la riqueza de sus ideas; a pesar de que la soberanía es la única novedad ideológica con capacidad de proselitismo; a pesar de su avance entre los jóvenes y a pesar de las torpezas del poder central, son más los catalanes que quieren seguir en España que los partidarios de la independencia. La diferencia es pequeña, pero suficiente para decir que ese ambiente de opi- nión no es bastante para crear un estado nuevo. Es creciente, lo cual debería hacer pensar a los soberanistas qué están haciendo para perder seguimiento popular. Y es suficientemente llamativa como para certificar que la técnica Rajoy no ha resuelto nada, porque nada hizo, pero tampoco ha fabricado más independentistas, como tanto se le dijo.
Así que con ese triunfo teórico en la mano, Rajoy seguirá aparcando el asunto catalán en su carpeta del tiempo, sentirá la satisfacción de no haber cedido nada y se dedica en cuerpo y alma a la tarea que le apasiona: cómo mantener el gobierno sin esa catástrofe de las elecciones europeas y municipales. Y va en serio. Se propone el prodigio de cambiar en unos meses el signo de la caída que se construyó durante varios años. Las cuentas públicas no le permiten pagar lo que debe a los funcionarios, pero sí le permiten adelantar la rebaja de impuestos para seducir al resto del personal. Hubo que disponer ya de 43.000 millones de la “hucha” de la Seguridad Social, con la alarma que eso supone, pero en este momento es prioritario reducir los ingresos para obtener rendimiento electoral.
Se abre así la carrera de las urnas con un instrumento clásico ante el que la izquierda sólo puede fabricar un argumento: se castiga a las clases más modestas y se beneficia a las acomodadas. Pero lo importante es lo que demuestra: la voluntad del poder de mantenerse al precio que sea, aunque el precio parezca una compra de votos con dinero público. Seguro que en la carpeta de Rajoy hay otras muchas iniciativas en la misma línea. Las conoceremos, porque el Gobierno comunica mal, pero cuando comunica algo ocupa toda la opinión. Es el privilegio del gobernante, que puede comprar votos diciendo que crea bienestar.