Orden y libertad
Eran unos cincuenta. Los silbatos anunciaban su entrada en un banco del centro de Barcelona. Las camisetas verdes reivindicaban la acción de la PAH casualmente la mañana del mismo día que la alcaldesa se reunía por la tarde con representantes de entidades financieras para abordar el drama de los desahucios. Hacía más de un mes que no concurrían la zona donde su presencia había sido habitual. Empapelaron tantas veces las vidrieras de otro banco que para los vecinos ya formaban parte del paisaje.
El día anterior había trascendido un resumen personal de Ada Colau de su reunión con el presidente de otra entidad. Cita que nunca constó ni antes ni después en la agenda oficial ni en la web del Consistorio. Anécdotas que, sin ser todavía un síntoma, pronostican un cambio en las formas aunque no necesariamente lo serán de fondo. Porque Barcelona en Comú está lejos de la mayoría política para imponer sus criterios y porque el hábito del poder, sumado a la responsabilidad a la que obliga, acaban modulando actitudes. Ya pasó en los primeros días de
El equipo de Colau deberá aprender que, en política, las formas son tan importantes como el fondo
mandato. Los sectores acostumbrados a mover los hilos desde la sombra lanzaron su ofensiva a partir de la súbita reaparición del top manta en lugares donde no solían. Los comerciantes alzaron la voz, el cuerpo de la Guardia Urbana aprovechó para denunciar que ya no hacía horas extra y el conato tendencioso que la ciudad iba a la deriva sirvió para satisfacer el ego de aquellos que creen que los barceloneses se equivocaron votando el cambio. Interesante lectura que suelen hacer de la democracia quienes declinan sus responsabilidades anteriores. Las que debían haber tenido en cuenta antes pensando en las necesidades de los que pagaban la crisis a un precio desaforado.
Quien crea que hoy estamos en el lodo que se pregunte por aquellos polvos. Esto no avala, en absoluto, que la izquierda gobernante disponga todavía de autoridad moral alguna. La tendrá cuando se la haya ganado y los ciudadanos decidan concedérsela. Y para que esto suceda, el equipo de Colau deberá aprender que en política, como en la vida, las formas son tan importantes como el fondo. Y que las decisiones deben ir acompañadas de explicaciones convincentes lejos de las justificaciones autocomplacientes. Si uno dice que llega para cambiar las cosas y actuar de manera transparente no puede caer en el error ni de la impunidad ni de la revancha.
Es aquí donde la izquierda está obligada a un plus de pedagogía proporcional al de la ética que cree que se le supone. Y su didáctica del poder también pasa por hacer comprender a sus seguidores que incivismo no es sinónimo de libertad ni orden de represión. Quien crea lo contrario no ha entendido nada. Ni tan sólo qué representa ser de izquierdas. Albert Camus lo avaló: la libertad está hecha sobre todo de deberes.