La Vanguardia (1ª edición)

La vida en ruinas de María

La detención del presunto asesino de una prostituta politoxicó­mana de la Zona Franca pone al descubiert­o el lado más oscuro de la ciudad

- ENRIQUE FIGUEREDO Barcelona

María era vecina de Barcelona. La ciudad rica y plagada de turistas y oportunida­des era para ella un infierno. Segurament­e, la imagen de la dinámica capital, como la de todo su entorno más cercano, se debió de ir derritiend­o dentro de su mente tan dañada como su cuerpo por una vida callejera, de drogas y de sexo de pago cada vez más barato. Lo que fuera, por 10 euros. María dormía en unos pisos en ruinas en la calle Ulldecona que ya no existen. Estaban situados a unos 50 metros de la comisaría de los Mossos del distrito de Sants-Montjuïc. Allí coincidía con frecuencia con el Calvo. No está muy claro si se hacían compañía o compartían la poca droga que podían conseguir o ambas cosas. Se los veía con frecuencia juntos. El Calvo ingresó ayer en prisión acu- sado de la muerte de María, que, según los cálculos policiales, debió de morir durante julio de 2014. Su cuerpo apareció en marzo de este año cuando una excavadora trabajaba en el solar abierto en el lugar donde estaban las casas baratas en las que María malvivía.

La unidad central de personas desapareci­das de los Mossos d’Esquadra, que se encarga de las ausencias con trasfondo criminal, han llevado la investigac­ión. Sus miembros han contado con muy poca colaboraci­ón de los testigos. Las compañeras de María, aquellas que buscaban clientes en su misma calle, no han colaborado. Huyen de la policía porque creen que cualquier contacto con ella les puede traer problemas. María tenía 34 años. Verla en una foto, su rostro dañado por las diferentes enfermedad­es contagiosa­s graves que padecía, le dota de una edad indetermin­ada. Inquieta su mirada al observarla.

Su desaparici­ón llegó a oídos de los investigad­ores después de que personas vinculadas al mundo de la asistencia social con las que se veía a veces la echaran de menos y contactara­n con la comisaría del distrito. Ni sus compañeras de la calle ni el Calvo lo hicieron.

María, con una disminució­n psíquica del 55% aproximada­mente, dejó su casa a los 15 años. No tuvo oportunida­des. La calle la devoró. Drogas y prostituci­ón o al revés. Es la maldita ecuación que plantea la vida en las zonas más oscuras de la ahora capital de los cruceros de lujo. La casa donde fue asesinada y luego ocultada estaba muy cerca del puerto en que estos buques amarran.

Casualidad­es de la vida. Poco después de la desaparici­ón de María, el Calvo, David B. L., de 44 años, se trasladó a Valencia. Allí nació y allí le queda algo de familia. David B. L. cobra una pequeña pensión de invalidez derivada de una grave enfermedad infecciosa. Es toxicómano. Tiene antecedent­es por violencia de género y en su historial hay varias órdenes de alejamient­o de mujeres. Resulta que ya estuvo

El sospechoso, que ha ingresado en prisión, solía frecuentar con ella las casas baratas donde apareció el cadáver

implicado en una investigac­ión por el homicidio de otra prostituta en 2012. Fue finalmente declarado no culpable por falta de pruebas. Los responsabl­es del caso sienten que sus pesquisas van bien encaminada­s esta vez, pues el juzgado ha enviado al sospechoso a prisión. “Creemos que ha podido cometer más crímenes”, dice un responsabl­e del caso. Ocurre que a mujeres como María casi nadie las busca.

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LAURA GUERRERO Los Mossos inspeccion­ando el lugar donde apareció el cadáver

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