El triunfo de la curiosidad
La nonagenaria Iris Apfel recibe la mayor de las ovaciones de la semana de moda
Un tintineo anuncia la llegada de esta mujer, pequeña y con ojos curiosos bajo sus características gafas redondas, a donde quiera que va. Es el entrechocar de los numerosos collares y pulseras que siempre lleva puestos Iris Apfel.
Invitada en la edición de la 080 que finalizaba en la tarde de ayer, esta anciana de cabeza clara, inteligente y vigorosa, recibía la mayor y más larga ovación de toda la semana. Lo merece por muchas cosas, pero más que nada, por la vitalidad y energía que sigue exhibiendo a los 93 años, y que demostró durante su estancia en la ciudad.
Su pasión por las compras es lo que ha hecho famosa a esta mujer, ante su propia sorpresa y pasados los 80 años de edad. La culpa fue de la exposición retrospectiva que el Metropolitan de Nueva York le dedicó en 2005, en la que se mostraba parte de su extensa, e impresionante, colección de ropa, accesorios y todo tipo de ornamentos y objetos cotidianos o de lo más raro.
En sus armarios, enormes y bien ordenados, se mezclan creaciones de grandes firmas de la moda de varias décadas con piezas de bisutería y baratijas de mercadillo.
Decoradora de profesión, afirma detestar la belleza y considera que crearse un estilo tan propio como el suyo es todo un empeño y un trabajo. Volvía a Barcelona, ciudad que visitó ya en 1953 y posteriormente a principios de los 70, y en lugar de visitar monumentos insistió en darse una vuelta por los Encants de las Glòries, donde no puedo evitar comprar “unas bolsas, collares y botones de nácar”, concreta. Antes quiso ir al museo del Disseny para ver la colección de moda, especialmente los trajes de Balenciaga, a quien considera el mejor costurero de la historia.
El cabello corto de un blanco inmaculado, sus abalorios de gran tamaño y colorido, pero sobre todo sus contundentes gafas redondas, hacen que su imagen sea tan icónica como reconocible, y venerada por el mundo de la moda. A los 93 años lamenta no ser capaz de hacer tantas cosas como antes, pero sigue haciendo muchas, como impartir un curso en la universidad de Texas o preparar el legado que va a donar al museo Peabody Essex de Massachusetts.
Su patrimonio se verá incrementado sin duda con las compras de estos días en Barcelona, como dos chaquetas que no pudo evitar comprar en la tienda de Custo, una marca que le gusta por el colorido y los vistosos estampados, y algunos libros. Tal vez se le queden cortas las seis maletas llenas de ropa y complementos con las que viajó desde Palm Springs, donde vive con Carl, su marido, de 101 años. /