Grecia y la polis
Han pasado tantos acontecimientos en la negociación con Grecia, y con tanta velocidad, que corremos el riesgo de perdernos en los detalles (los desplantes griegos, sus acciones inesperadas, las reacciones airosas de los socios europeos...) porque quizá se nos ha olvidado la esencia del problema. La cuestión fundamental no es económica. Examinar los detalles de las distintas propuestas no lleva a ningún sitio, pues la negociación económica es sólo una excusa. La ruptura de la negociación por unos cuantos euros lo mostró con claridad. La solución del problema económico es clara: Grecia no podrá pagar su deuda y en algún momento habrá otra quita.
Con este principio vayamos a lo importante: la política, palabra que proviene de la polis griega. Una cesión ante las demandas griegas, o un acuerdo que pudiera ser interpretado como tal, podría generar un terremoto político en Europa. The Economist lo expresaba de forma muy gráfica en su cubierta: “Mi gran divorcio griego”, era el título de la película. La primera crítica cinematográfica era: “No puedo esperar para ver la segunda parte”. Firmado: Podemos. Este es el gran problema: cualquier cesión daría aire a partidos como Alternativa por Alemania o los Verdaderos Finlandeses y pondría en peligro a los gobiernos de muchos estados europeos. Además, teniendo en cuenta que todos estos partidos son profundamente euroescépticos, pondría también en peligro justamente la misma institución que se querría proteger con una cesión que mantuviera a Grecia en el euro. Por tanto, la única posibilidad de acuerdo es que Tsipras se arrodille. La visión sim- plista de Merkel como azote de los griegos olvida reconocer que la mayoría de los alemanes, los finlandeses y los ciudadanos de otros países piensan de la misma manera y que los políticos se mueven por la probabilidad de reelección futura.
Sin embargo, Tsipras sigue pensando que tiene la mano ganadora. El razonamiento, correcto en un vacío político, es que la eurozona hará cualquier cosa por impedir que se produzca la expulsión de uno de sus miembros. El coste de la salida sería muy grande en el medio y largo plazo, pues significaría que el euro no es irreversible y esto socavaría la razón de su propia existencia. Lo que Tsipras no parece entender es que ese coste tiene distinto valor para los países del euro en función de las consecuencias políticas que pudiera tener la cesión ante sus pretensiones.
Si los actuales gobernantes de los países del euro consideraran que la consecuencia es la victoria de muchos partidos euroescépticos en las próximas elecciones, entonces el coste de la salida de Grecia del euro sería cero y la estrategia de Tsipras no tendría ningún valor. La relajación de las condiciones del rescate y las quitas llegarán, pero no ahora. Y seguramente no mientras Syriza siga gobernando.