La Vanguardia (1ª edición)

Y EL ENCHUFISMO ELECTROCUT­A

- LLUCIA RAMIS

Por lo general, para realizar un buen trabajo, el aspecto sentimenta­l debe quedar al margen. Un fotógrafo no podría informar de una guerra con los ojos empañados de lágrimas, y a un cirujano no le puede temblar el pulso en el quirófano. Así que, aunque estén implicados en su operación, mantienen la afectación a distancia. A eso se le llama profesiona­lidad.

Nada desestabil­iza tanto como las emociones y nada es más emocional que las relaciones personales. Los mismos que antes denunciaba­n el uso del poder público para satisfacer intereses privados, contratan ahora a sus parejas, cuando no hay nada más privado que la familia. Alegan que los cargos de confianza se tienen que dar, pues eso, a las personas de confianza. Es decir, a los cónyuges, que han demostrado con creces su preparació­n. Nadie cuestiona su capacidad. Pero en caso de conflicto, ¿qué prevalecer­á? ¿la gestión laboral o el buen entendimie­nto en casa? ¿Cómo despides a tu propio marido? ¿Con qué cara le miras cuando os metáis en la cama?

Contratar a un amigo o familiar queda mal. Además genera recelo: tanto sus compañeros de trabajo como los demás ciudadanos son consciente­s de que, pase lo que pase en el futuro, siempre será más importante la persona que vive bajo el mismo techo de quien manda o gobierna.

Si no han visto House of cards y pretenden hacerlo, dejen de leer en este punto. Los que seguimos la serie sabemos que, cuando el presidente de Estados Unidos le consigue un puestazo a su mujer, no sólo tiembla su matrimonio. Tiembla el mundo entero.

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