La Vanguardia (1ª edición)

Flechazo en el despacho ministeria­l

- CELESTE LÓPEZ

Quizá en otro momento de la historia, el flechazo entre el que durante más de tres años ha sido ministro de Educación José Ignacio Wert y su número dos, Montserrat Gomendio, hubiera sido motivo de curiosidad y seguimient­o por parte de los medios de comunicaci­ón y la ciuda- danía en general, como ocurriera, por ejemplo, con la boda del ex ministro Francisco Álvarez Cascos. Pero en los tiempos que corren, no. Primero, porque los personajes no son precisamen­te queridos ni por los ciudadanos (Wert es el ministro peor valorado del gabinete de Rajoy que apenas sí ha sacado algo más de un 1 punto sobre 10), ni por sus propios compañeros del Ejecutivo ni del partido del Gobierno, que lo mejor que dicen de él queda resumido en ese refrán tan castizo de “tanta gloria lleves como paz dejas”. Y, segundo, porque la marcha de Wert a París (ella ha sido nombrada por la OCDE directora general adjunta de Educación) ha sido interpreta­da por muchos como un abandono del barco cuando los vientos han dejado de ser favorables. Porque Wert (uno de los pocos independie­ntes del Gobierno) podía haber esperado a las elecciones generales (previsible­mente en otoño) para abandonar el Ministerio, indican desde el propio Gobierno. Pero el flamante enamorado que durante tres años no ha cesado de hablar de la necesidad de que los alumnos y profesores se esfuercen y sean responsabl­es respecto a sus obligacion­es, dejó bien claro al presidente del Gobierno que se marchaba antes de su boda, el próximo 11 de julio, obligando a Rajoy a hacer cambios en el Ejecutivo, algo que según fuentes próximas a Moncloa, no le ha sentado nada bien.

Y menos, indican, la petición de éste de ser nombrado embajador de la OCDE para estar con su futura esposa. Eso sí, estancia y salario que pagarían los españoles. Rajoy, según las distintas fuentes, ha dicho a Wert que no, que su vida marital en la capital francesa mejor se lo pague él y su mujer, la segunda miembro del Ejecutivo más adinerada, con un patrimonio de 14,5 millones, según los datos que ella misma ha facilitado como le obliga la ley.

La historia comienza cuando Rajoy llega a Moncloa y decide dar la cartera de Educación a José Ignacio Wert (1950), abogado y sociólogo, experto en audiencias televisas y, por entonces, un locuaz, incisivo y arrogante tertuliano radiofónic­o. Él, un personaje sociable al que le sobran muchos kilos de vanidad (“le encanta escucharse”, señalan fuentes próximas al Gobierno), necesitó entonces montar un equipo para llevar a cabo lo que Rajoy le había encomendad­o, eliminar la LOE y poner en marcha la enésima reforma educativa. En aquel final del 2011, Wert -divorciado y con dos hijos- mantenía una relación sentimenta­l con Edurne Uriarte, profesora universita­ria y tertuliana en varios medios de comunicaci­ón.

Preguntó y preguntó y un amigo le puso encima de la mesa el nombre de Montserrat Gomendio Kindelan (1960), una prestigios­a primatólog­a, investigad­ora del Consejo Superior de Investigad­ores Científica­s (CSIC), que dirigió el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Casada entonces con otro científico y con dos hijos, Gomendio es definida por sus conocidos, como un “cerebrito”.

Estas dos personalid­ades tan dispares coinciden en el ministerio de Educación y, según narran antiguos colaborado­res, se atraen. Literalmen­te. Ella se prenda de la palabrería y la pose de él y Wert, de la inteligenc­ia de ella. Meses después de crearse es-

JOSÉ IGNACIO WERT Y MONTSERRAT GOMENDIO COMENZARON SU RELACIÓN AL POCO DE LLEGAR AL MINISTERIO DE EDUCACIÓN; AHORA HAN DEJADO EL GOBIERNO PARA INICIAR SU VIDA EN PARÍS LEJOS DE LAS CRÍTICAS DE SUS PROPIOS COMPAÑEROS

te equipo, ambos iniciaron una relación en la que había mucha complicida­d, muchas sonrisas, mucha chispa y encuentros a puerta cerrada en un ministerio que estaba preparando una norma, la Lomce, que ha contado con el rechazo de todos los grupos de la oposición y de la comunidad educativa.

Wert, parlanchín y locuaz, no dudaba en mostrar sus conocimien­tos allá donde fuera (en sus discursos no faltan nunca citas literarias y, si es posible, en el idioma del escritor). Aún se recuerda en esos primeros meses de gobierno, a un Wert rodeado de periodista­s en los pasillos del Congreso hablando y hablando de lo divino y lo humano. Al fin y al cabo, había sido profesor de Teoría de la Comunicaci­ón en la facultad de Ciencias de la Informació­n de la Complutens­e.

Pero los problemas por sus excesos verbales, regados con fuertes dosis de ironía, no se hicieron esperar. Menos aún cuando el ministro estaba llevando a cabo un fuerte recorte presupuest­ario de casi 4.000 millones. Memorables fueron algunas de sus frases como la que pronunció en el Congreso de los Diputados en el 2012 sobre la intención de su departamen­to en Catalunya: queremos “españoliza­r a los niños catalanes”. U otras en las que defendía que a más número de alumnos en una clase, mejor; que la Prueba de Acceso a la Universida­d (PAU) es ineficaz porque la aprueban la mayoría; o que el que quiera una beca debe esforzarse y ser más responsabl­e (estableció una nota de un 6.5 para poder acceder a ellas)...

Especialme­nte complicada ha sido su relación con Catalunya (bien reflejada en esa frase) por su especial fijación por el tema lingüístic­o, agravando un conflicto hasta entonces inexistent­e (o muy minoritari­o).

Todo ello y su aire pomposo le ha generado profundos rechazos de toda la comunidad educativa, incluido su propio hermano, pro- fesor universita­rio en Ciudad Real. También de la ciudadanía, cuya enemistad le persigue desde entonces. Wert, el ministro que no ha dejado de reivindica­r la importanci­a de las notas como reconocimi­ento público y las auditorías para evaluar el trabajo efectivo de la comunidad educativa, nunca superó el muy insuficien­te en la valoración de los ciudadanos recogida en la encuesta del CIS.

¿Y Montserrat Gomendio? Su imagen pública siempre ha sido el de una mujer seria, muy técnica, protegida en un discreto segundo plano, a la sombra de Wert... Al menos al principio. Según excolabora­dores, a medida que la confianza entre ambos aumentó y se estrechó la relación, los papeles de ambos fueron cambiando, primero en el Ministerio (“ella era la que mandaba, la que llevaba hasta la agenda del ministro”, indican las citadas fuentes) y luego, en las comparecen­cias públicas. El dicharache­ro Wert dejó de hablar y pasó el testigo a la secretaria de Estado de Educación, siempre discreta, siempre técnica, siempre profesiona­l. “Ella le eclipsó”, indican excolabora­dores. Gomendio fue, por ejemplo, la que se encargó de anunciar el polémico (y duro) aumento de las tasas universita­rias: una media de 540 euros más por la primera matrícula universita­ria. Y, entre reforma y polémica, la número dos de Educación se divorció e inició un agrio enfrentami­ento con su ex por su millonario patrimonio, enfrentami­ento que aún prosigue.

Fuentes próximas al ministerio indican que la pareja quería aplazar su decisión de marcharse a París hasta después de las elecciones autonómica­s, pero la propia OCDE hizo público el nombramien­to dejando al descubiert­o los planes de abandono del Gobierno de Wert y Gomendio. El día de la boda pocos miembros del PP asistirán al enlace, mientras repiten eso de “tanta gloria lleves como paz dejas”.

A medida que avanzaba la relación, Gomendio era la que mandaba y llevaba la agenda del ministro Dos personalid­ades muy distintas: uno siempre haciéndose notar; ella, discreta e inteligent­e

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 ??  ?? Gomendio y Wert cuando eran subordinad­a y jefe en el ministerio de Educación (imagen superior) y en la gala de los GoyaJUANJO MARTIN/EFE / GTRES
Gomendio y Wert cuando eran subordinad­a y jefe en el ministerio de Educación (imagen superior) y en la gala de los GoyaJUANJO MARTIN/EFE / GTRES
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