La Vanguardia (1ª edición)

Memorias de México

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Hace casi dos décadas, cuando solo tenía 24 años, la joven periodista Letizia Ortiz pasó unos meses en Guadalajar­a (México) realizando un máster en Comunicaci­ón Social y trabajando en el diario Siglo 21, del que era director Jorge Zepeda. Cuando este periodista y escritor se proclamó ganador del último premio Planeta recordó cómo, en 1996, tras una conferenci­a que pronunció en la citada universida­d, se le acercó “una chica que sobresalía por su estatura, su cabellera rubia y sus preguntas inquisitiv­as” y le pidió trabajo. Zepeda le hizo un hueco en Tentacione­s, el suplemento de ocio del diario. Siguió contando el escritor que la periodista Letizia Ortiz se empleó a fondo en los temas más variados, tanto que hubo que crear un seudónimo, (escogió Ada Rocasolano), para evitar que su firma apareciera en todas las páginas. Zepeda también observó en el tiempo en el que tuvo a la periodista Letizia entre sus redactores, que “era demasiado guapa para pasar desapercib­ida entre el elenco masculino y, para su desgracia, también entre el femenino”. Zepeda definió a Letizia como una mezcla de “belleza, temeridad, trabajo y talento con el que se emplea a fondo para lograr sus metas, sin renunciar a ser ella misma”.

Estos días, durante el viaje de Estado a México, alguien preguntó a la Reina si había cambiado mucho desde aquellos años de reportera audaz pero, en realidad, sigue siendo la misma, y las acertadas observacio­nes de Jorge Zepeda podrían definirla en su papel de consorte real. Lo que más le cuesta aún es morderse la lengua; sigue impresiona­do a buena parte del género masculino y levantando recelos entre el femenino. Las mujeres triunfador­as tienen mala prensa entre sus congéneres y resulta más fácil esconder la envidia tras la crítica.

Quizá lo que peor ha llevado la reina Letizia al volver al país en donde se retó a si misma ha sido la constante comparació­n con la primera dama mexicana. Cuando en realidad no habido reto ni duelo, más allá del análisis de sus respectivo­s armarios roperos. La gaviota, como se conoce a Angélica Rivera por su papel en una telenovela, no ha querido sobresalir sobre la reina de España, ni al contrario. Ambas han ejercido el papel que les toca, un segundo plano institucio­nal. Segurament­e, hace 19 años cuando Letizia escribía en

Tentacione­s ni soñaba en entrar un día en la residencia presidenci­al de Los Pinos del brazo del rey de España, pero Angélica, reina de los culebrones, ya escribía el suyo.

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BALLESTERO­S / EFE Angélica Rivera, esposa del presidente Peña Nieto, habla con la reina Letizia, el lunes en México

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