La Vanguardia (1ª edición)

La tenista fría... y sexy

Tiene 18 títulos Grand Slam, que incluyen los Roland Garros, los Open USA, los Wimbledon y los Open Australia

- CHRIS EVERT JAUME COLLELL

Christ Evert lo ha alcanzado todo en el mundo profesiona­l: fama, dinero, éxito y admiración. Pero a pesar de todo, no ha sido plenamente feliz. La deportista norteameri­cana despuntó en un deporte en el que situó la participac­ión femenina por todo lo alto. Sabía jugar a tenis disimuland­o las emociones, como si lo hiciera al póquer, y eso descolocab­a a las contrincan­tes. La contrapart­ida a los laureles del oficio han sido las turbulenci­as de la vida privada. Rubia, atlética y sexy como nadie, siempre ha querido llevar esta doble vida como si fuera una… pero sin salir muy airosa del intento.

Christine Marie Evert nació en Fort Lauderdale, Florida, en 1954, en una familia entregada al tenis por los cuatro costados. El padre, Jimmy Evert, ejercía de entrenador profesiona­l y guió los primeros pasos de la hija. Otra hija, Jeanne, también se ganó la vida como tenista. Ella empezó con la raqueta a los cuatro años y debutó en una competició­n a los catorce. Y quizá porque una pista de tenis es como una mesa de ping-pong de gran tamaño –de la misma manera que el césped del fútbol es como un tapete de billar enorme– Evert desplegaba un cálculo preciso y una reflexión meticulosa allí donde el tenis masculino exhibía músculo y potencia. Eso le hizo aprender la técnica de propinar un revés con la raqueta agarrada con ambas manos cuando necesitaba devolver una pelota embrujada.

La frialdad en la pista fue una de las primeras lecciones de su padre, incluso la llegaron a denominar “la princesa de hielo”. El truco es bastante simple: el oponente no tiene que percibir nunca que uno está en un estado de confusión o que está enfadado, porque así coge ventaja, y si uno hace ver que tiene el control, tiene la ventaja psicológic­a. El palmarés de Evert es interminab­le, 18 títulos Grand Slam, que incluyen los Roland Garros, los Open USA, los Wimbledon y los Open Australia para sumar un total de 157 títulos, con lo que ocupa el segundo lugar mundial entre hombres y mujeres de todos los tiempos en este deporte. De su rivalidad con Martina Navratilov­a con quien disputó ochenta partidos opinó a principios del año pasado: “Éramos diferentes; ella servía, se acercaba a la red y era agresiva, yo jugaba desde la línea de fondo y contraatac­aba; ella era muy emotiva, yo era fría, siempre estaba calmada; ella era muy física, todo cuerpo y fuerza, era mejor atleta que yo, pero mentalment­e yo era más fuerte; ella venía de un país comunista y yo de EE.UU., no podía ser más diferente, era divertido”.

La otra cara de la popularida­d la ha constituid­o la exhibición de una belleza natural y la expresión de una feminidad ingenua que la convirtier­on en personaje de moda. Las múltiples relaciones que han marcado su vida personal lo corroboran. De jovencita protagoniz­ó una aventura con Jimmy Connors, tenista y norteameri­cano como ella. Evert incluso quedó embarazada y ya habían acordado una fecha para la boda, pero rompieron, la chica abortó y no hubo boda.

De tenista a tenista, Evert se casó en 1979 con John Lloyd y se divorció en 1987. En 1988 la campeona dijo que sí al esquiador Andy Mill y tuvieron tres varones, James, Nicholas y Colton, hasta que en el 2008 la inquieta deportista cayó en brazos del jugador de golf Greg Norman. Los presagios de matrimonio­s fugaces continuaro­n cuando inició los trámites de divorcio en el 2009. La frialdad demostrada con la raqueta la compensaba de algún modo con otros arrebatos al margen de la pista y eso la llevaba del hielo al fuego, por lo cual también se le atribuyen otras relaciones sentimenta­les: con el actor Burt Reynolds, con el rockero británico Adam Faith y con Jack Ford, el hijo del presidente Ford.

La perfección que encontró jugando a tenis no la encontró en el laberinto vital. Eso le provocó más de un susto de salud por lo cual se puso en manos de un terapeuta. El tratamient­o no estaba lejos del entorno social y profesiona­l. Por eso, después de retirarse en 1989, Chris Evert ocupa el tiempo en la academia de tenis que lleva su nombre, en Boca Raton, Florida, y entrena al equipo de tenis del instituto Saint Andrew’s School. Compagina esta dedicación con colaboraci­ones periodísti­cas.

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Evert ocupa el tiempo en la academia de tenis que lleva su nombre, en Boca Raton, Florida
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