Banderas para un pacto.
poco debe ser tomado demasiado en serio.
Los líderes iraníes son muy ambiciosos respecto de su país, que quieren ver como la primera potencia en Oriente Medio. Pero son personas prudentes, no suicidas. Son muy conscientes de sus debilidades. Irán es un país muy poblado (unos 70 millones). Pero de ellos apenas el 51% son iraníes, el resto pertenece a las minorías étnicas y religiosas de los kurdos y azerbaiyanos en el norte, los baludjis en el este, los lurs, mazandaranis, gilakis y grupos árabes. La tasa de natalidad es baja y desciende en especial entre los iraníes. Una gran parte de la clase media se ha marchado a América y Europa.
La economía está en mal estado como consecuencia de la inflación y las sanciones. El presidente Rohaní admitió que no habrá crecimiento en Irán a menos que se supriman las sanciones. Incluso India, un muy buen cliente, redu- jo sus importaciones de petróleo en un 40% el año pasado. El Gobierno de Teherán pone buena cara, pero se encuentra bajo presión interna. Los iraníes dicen que tienen su orgullo y que el programa nuclear es suyo por derecho. Pero aún desean más que el precio de los alimentos baje. Los
El dinero de las sanciones podría ahora destinarse a los aliados de Irán en Siria, Iraq, Líbano y Yemen
rusos han apoyado a los iraníes en las conversaciones nucleares, probablemente porque piensan que los terroristas suníes son más peligrosos que los chiíes. Pero también saben que con un acuerdo nuclear y la supresión de las sanciones, el precio del petróleo bajará y esto es lo último que los rusos quieren.
Más que la mayoría de los países de Oriente Medio, Irán ha sufrido un proceso de urbanización. No sólo la política, todo lo que es importante se concentra en unas pocas ciudades –el gran Teherán, que cuenta con más de diez millones de habitantes, Isfahán, Majad, Shiraz. Si como resultado de algún horrible error de cálculo Irán se involucrara en una guerra y como consecuencia de ello estas ciudades se vieran afectadas, el país podría desmoronarse ante la ausencia de un gobierno central fuerte. Por esta razón parece erróneo sobreestimar el potencial de Irán como un agresor. Durante siglos Irán no ha tomado la iniciativa en las guerras. Sadam Husein tomó la ofensiva, no los iraníes.
Pero todavía hay un peligro de que las cosas salgan de control. Los aliados de Irán en Siria, Iraq, Líbano y Yemen han visto cortado el apoyo financiero debido a las sanciones. Si éstas desaparecen, cientos de miles de millones de dólares y los fondos iraníes congelados en Occidente quedarán liberados. Expertos en Washington creen que de este dinero, más de cincuenta mil millones de dólares podrían ser puestos a disposición de estos satélites iraníes para intensificar el terrorismo y la guerra de guerrillas.
Una estrategia de agresión indirecta parece mucho menos arriesgada, porque siempre puede argumentar que Irán no tiene nada que ver con ella, que se lleva a cabo por actores independientes y que Irán no tiene control sobre ellos. Los iraníes han sido tradicionalmente excelentes estrategas. Parecen haber pensado que su intento de obtener una capacidad nuclear no tendría consecuencias. Debería quedar claro que es sólo una cuestión de tiempo (tal vez poco tiempo) que los vecinos que se sienten amenazados sigan su ejemplo.