La Vanguardia (1ª edición)

¿Manzanas podridas?

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El otro día, en una de las prescindib­les tertulias, alguien lo dijo: hay que acabar con las manzanas podridas. Rápido y expeditivo. Pero poner el foco en las manzanas podridas es la mejor excusa para no hacerse preguntas sobre el manzano. Es decir, sobre la cultura organizati­va, los procesos de socializac­ión y los sistemas de reconocimi­ento que han permitido que ocuparan puestos de responsabi­lidad. ¿Cuántas veces las manzanas podridas eran valoradas como personas dedicadas a la organizaci­ón y que asumían aquellos trabajos grises que nadie quiere hacer porque no permiten colgarse medallas? ¿Cuántas veces eran ejemplo del profesiona­l dispuesto a resolver todos los problemas, aunque no se acabara de entender cómo lo hacían? ¿Cuántas

J.M. LOZANO, veces eran la encarnació­n de aquella frase tan repetida: “No me traigas problemas, tráeme soluciones”? (Frase estúpida como pocas, porque toda solución depende de la definición del problema).

Ante las manzanas podridas, siempre hay quien, con el automatism­o del perro de Pávlov, se pone a hablar de valores. O propone un código de ética. Es un buen consejo: un código de ética es muy útil cuando una manzana podrida aparece a la luz pública, porque es un excelente mecanismo de defensa corporativ­o. Con el código o la declaració­n de valores en la mano se puede hacer una compungida jeremiada lamentando que siempre se te puede colar una manzana podrida, incluso habiendo códigos de ética y declaracio­nes de valores.

Pero de lo que normalment­e no se habla cuando se trata de las manzanas podridas es de cosas más prosaicas, que nunca se considera que estén relacionad­as con los valores. ¿Quién y cómo promociona, en esta organizaci­ón? ¿Qué hay que hacer para tener un cargo? ¿Cómo funciona el sistema de incentivos? ¿Qué tipo de formación se da y sobre qué? ¿Cuáles son los ejemplos y referentes que reconoce la organizaci­ón? Y, por supuesto: ¿qué relación hay entre lo anterior y los valores que la organizaci­ón proclama? ¡Ah! ¿y qué prioriza el presupuest­o? Porque uno de los mecanismos más potentes de la transmisió­n de valores es el presupuest­o, donde se refleja qué se valora a la organizaci­ón.

Las manzanas podridas sin duda van a su bola. Pero no estarían donde están sin la asunción –compartida– de que hacían un servicio a la organizaci­ón. Por eso hablar sólo de ellas nos libera de hablar del manzano y sus raíces.

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