Irán acepta bajo presión renunciar a la bomba atómica
Éxito de Obama en su apuesta por la diplomacia y el multilateralismo
El planeta es un lugar algo más seguro o si se prefiere menos peligroso desde que ayer la República Islámica de Irán acordara con las grandes potencias mundiales –EE.UU., Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania– que renuncia a fabricar la bomba atómica. Aunque inevitablemente suene a tópico, el acuerdo adquiere trascendencia histórica no sólo porque evita una escalada armamentística en la región más conflictiva del mundo. También por lo que significa el triunfo de la diplomacia como método más eficaz para resolver conflictos y por la incorporación de Irán al esquema global de relaciones internacionales liderado por Washington.
En pocas ocasiones habrán coincidido en saludar una buena nueva histórica el secretario general de la ONU, Ban Ki Mun –“es un testamento del valor del diálogo”–, el Vaticano –“muy positivo”–, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk –“un hito”–, el líder ruso, Vladímir Putin –“el mundo respirará aliviado”, el líder iraní, Hasan Rohani –“una nueva esperanza”– y el artífice del cambio histórico, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Tras el primer anuncio del acuerdo en Viena a cargo de la representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y de Seguridad, Federica Mogherini, la Casa Blanca emitió de madrugada un aviso de la inminente comparecencia pública del presidente. Eran las 7 de la mañana en Washington cuando Barack Obama se dirigió a la nación primero para confirmar el acuerdo: “Hoy, después de dos años de negociaciones, los Estados Unidos, junto con nuestros socios internacionales, hemos logrado lo que no conseguimos durante décadas de animadversión: un acuerdo integral y de largo plazo con Irán para evitar que obtenga un arma nuclear”. Y tras el anuncio, la conclusión: “La historia demuestra que los Estados Unidos debemos liderar no sólo con nuestras fuerzas, sino con nuestros principios. Somos más fuertes cuando no estamos solos y cuando trabajamos junto al resto del mundo. El anuncio de hoy marca un capítulo más en esta búsqueda de un mundo más seguro, más útil y más esperanzador”. Este era el discurso más deseado de Obama en lo que se refiere a su política exterior porque confirma el éxito del cambio de paradigma en el liderazgo de la primera potencia mundial. Parafraseando a John F. Kennedy, Obama sentenció: “Nunca debemos negociar por miedo, pero nunca debemos tener miedo a negociar”.
Obama ha puesto todo su empeño en sustituir el uso de la fuerza militar que preconizó su antecesor George Bush por la diplomacia, y el unilateralismo por el
Éxito de Obama, que ve avalada su estrategia de apostar por la diplomacia y el multilateralismo
multilateralismo. El acuerdo nuclear con Irán es el principal fruto de esa nueva estrategia denominada leading from behind, (liderar desde atrás), que también está dando resultados en América y en Asia. La reconciliación con Cuba ha dado un giro a la relación de la primera potencia con el resto de países de América Latina y la retirada de tropas de Af- ganistán y la cooperación con Pakistán están contribuyendo a estabilizar la zona.
La estrategia diplomática de Obama va acompañada de una reducción drástica de la presencia de tropas en zonas de conflicto. Las guerras de Iraq y Afganistán obligaron a movilizar más de 300.000 soldados y ahora no suman mucho más de 10.000 los efectivos desplegados en esas dos zonas de conflicto, lo que ha su- puesto un menor sacrificio en vidas humanas y un ahorro económico descomunal
Y la apuesta de Obama por el acuerdo nuclear con Irán marca también una inflexión respecto a la estrategia de Estados Unidos en Oriente Medio en lo que se refiere a la relación con Israel , cuyo primer ministro, Beniamín Netanyahu, ha intentado y seguirá intentando boicotear el acuerdo utilizando todas las influen- cias posibles. Nunca las posiciones de Washington y Jerusalén habían estado tan enfrentadas, lo que ha puesto de manifiesto que aunque la alianza de Estados Unidos con Israel seguirá siendo inquebrantable, las relaciones entre ambos países entran en una nueva etapa.
Ahora todo depende de que el Congreso de Estados Unidos ratifique el acuerdo. Tiene 60 días para pensárselo y la mayoría republicana está decidida a tumbarlo. John Boehner, líder de la Cámara de Representantes calificó el acuerdo de “inaceptable” y los candidatos a la nominación republicana compitieron por ver quién expresaba su rechazo con mayor vehemencia: “Peligroso, profundamente fallido y corto de miras” fueron los adjetivos utilizados por Jeb Bush.
De todas formas el presidente Obama juró de antemano que vetará cualquier intento de imponer la marcha atrás. “Creo que sería irresponsable alejarse de este acuerdo –dijo–, así que voy a vetar cualquier legislación que impida el cumplimiento exitoso del pacto”. Entra dentro de lo posible que el Congreso rechace el acuerdo, pero parece improbable que reúna mayorías de dos tercios para anular el veto presidencial.