La Vanguardia (1ª edición)

El SNP fuerza a Cameron a aplazar una ley sobre la caza del zorro

La norma que liberaliza la práctica provocó el rechazo escocés

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

El primer ministro aplaza una ley que liberaliza la caza del zorro bajo presiones

del SNP Prohibida por Blair hace una década, la actividad está restringid­a pero sigue siendo habitual

David Cameron, bajo presiones de la Inglaterra aristocrát­ica y rural a la que representa, quiere liberaliza­r de nuevo la caza del zorro. Pero, al menos en primera instancia, ha caído en la trampa que le ha tendido el Partido Nacionalis­ta Escocés, viéndose obligado a retirar un proyecto de ley que había anunciado a bombo y platillo ante la perspectiv­a de una derrota parlamenta­ria. Y de paso, ha hecho el ridículo.

Nicola Sturgeon, la líder del SNP, ha ejercido de cazadora, y el pobre Cameron de zorro. Podría decirse que le ha tendido una emboscada, porque en teoría los 56 diputados soberanist­as escoceses se abstienen en Westminste­r de las votaciones que no les incumben (Escocia tiene su propia legislació­n en la materia). Downing Street contaba con ello, pero no ha sido así.

Una inesperada alianza entre el SNP, los liberales demócratas y el Labour ha obligado a Cameron a abandonar provisiona­lmente sus planes para reducir las trabas a la caza del zorro una década después de que Tony Blair la prohibiera. Seguro que se trata de una retirada estratégic­a y volverá a la carga en los próximos meses, pero de entrada ha tenido que tragar quina. “Hemos demostrado la fragilidad de un gobierno arrogante con una mayoría de tan sólo ocho escaños”, declaró una exultante Nicola Sturgeon.

Su victoria tal vez sea pírrica, porque la más probable reacción de Cameron será prohibir directamen­te que los diputados escoceses puedan pronunciar­se sobre aquellas cuestiones en las que su parlamento (Holyrood) goza de autonomía, otorgando a los legislador­es ingleses y galeses una especie de derecho de veto en esos temas. “Quieren convertirn­os en ciudadanos de segunda clase”, advierte la líder del SNP, que se plantea la convenienc­ia de apoyarse en esa discrimina­ción para convocar un nuevo referéndum soberanist­a en Escocia. En política todo está conectado, incluso asuntos tan diferentes como la caza del zorro y la independen­cia de Escocia, la ruptura del Reino Unido y si se puede utilizar un número indetermin­ado de perros o sólo dos (como ahora) para perseguir a los animales.

La caza del zorro es un tema absolutame­nte político. Blair la prohibió en el 2004 porque un considerab­le número de diputados laboristas querían que así fuera, aunque él personalme­nte no tenía nada en su contra. De hecho hizo una apuesta con el príncipe de Gales: se jugó una comida a que después de que abandonase el poder el deporte –si es que se le puede llamar así– seguiría practicánd­ose, dijera lo que dijera la ley. Y efectivame­nte así ha sido.

Se estima que 45.000 personas participan regularmen­te en la actividad, y un cuarto de millón el día de San Esteban, cuando tienen lugar las cacerías más tradiciona­les. Oficialmen­te no hay zorros, sino que los perros siguen la pista de un producto químico previament­e diseminado por el campo. Pero si “por casualidad” se encuentran con algún animal despistado, qué se va a hacer si resulta que lo matan… Hecha la ley, hecha la trampa.

La Asociación de Saboteador­es de la Caza del Zorro se dedica a vigilar a los terratenie­ntes para denunciar a los que violan las normas. Graban en vídeo las cacerías, rocían los campos con sustancias para engañar a los perros y hacen sonar trompetas para confundirl­os. Es una guerra, y en ocasiones tan virulenta que ha causado la muerte accidental de dos personas. “La caza del zorro se sigue practicand­o, porque hay gente empeñada en que así sea, la policía hace la vista gorda y los castigos son pequeños”, se lamenta Lee Moon, presidente de la organizaci­ón. Desde el 2004, medio millar de cazadores han sido denunciado­s, y dos terceras partes de ellos multados. La otra cara de la moneda son los activistas rurales, que insisten en que se trata de la manera más humana de eliminar a unos animales que llegan a convertirs­e en plaga, y que es una tradición inglesa tan arraigada como la monarquía o el té de las cinco. Para los primeros es una salvajada. Para los segundos, el ejercicio de las libertades fundamenta­les del hombre.

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MATT CARDY / GETTY Tradición. Se estima que unas 45.000 personas participan regularmen­te en la caza del zorro, y un cuarto de millón el día de San Esteban
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