La Vanguardia (1ª edición)

El ‘big bang’ de la política catalana

El porqué de una implosión que ha sacudido partidos y candidatur­as

- David González Barcelona

“Me quedé a cuadros”. Ese fue el comentario que Artur Mas deslizó ante sus consellers en la reunión del Govern al día siguiente del acuerdo con Oriol Junqueras que dio paso a Junts pel Sí, la lista unitaria CDC-ERC para el 27-S bendecida por las entidades soberanist­as, la ANC y Òmnium, ante el inesperado giro del líder republican­o. Fue en un aparte de la mataronian­a sesión negociador­a en el Palau, a eso de las 7 de la tarde del lunes 6 de julio: “La respuesta es sí”, dijo Junqueras a un Mas atónito. No era para menos. Aunque la gran mutación estaba en marcha desde la sentencia del Estatut (2010) y llegaba a su clímax con la ruptura de CiU, la arquitectu­ra de la política catalana de los últimos 35 años se desencajó por entero con ese acuerdo. La entente entre Mas y Junqueras cambió las relaciones de fuerzas en el núcleo duro del soberanism­o al transforma­r la lucha por la hegemonía entre CDC y ERC, que acusaban un duro desgaste, en la aspiración a una amplia victoria compartida. Salvando todas las distancias, ambos líderes actuaron como trasuntos de un Gorbachov, que deconstruy­ó pieza a pieza el sistema soviéti- co desde la cabina de mandos, o de un Suárez, que pilotó la autoliquid­ación del régimen franquista mediante sus propias leyes.

El pacto CDC-ERC no sólo ha alterado la estrategia del soberanism­o sino que ha arrastrado a todos los demás, Gobierno español incluído. El presidente Mariano Rajoy ha pasado en pocos días de dudar que Mas finalmente convocara las “plebiscita­rias” a poner de nuevo en estado de alerta de nuevo toda la maquinaria jurídico-po- lítica del Estado ante lo que pueda suceder, empezando por el decreto de disolución de la legislatur­a que mañana firmará el president, a dos años y ocho meses de la celebració­n de los anteriores comicios que también anticipó, y, sobre todo, mirando ya al 28-S, donde CDC y ERC sitúan el punto de no retorno.

No es una fractura. Es una implosión en toda regla. El mapa político catalán está en el ojo de un torbellino con ribetes casi hegelianos. Todo se viene abajo (tesisantít­esis) y todo se recompone a velocidad vertiginos­a (síntesis). En dos años se han producido rupturas (im)posibles, como la de CiU, pero también agregacion­es cuasi (im)pensables, como la de CDC, ERC y el grueso del soberanism­o social agrupado en Junts pel Sí, que aspira a traducir en escaños, con las mínimas fugas de votos posibles –la CUP ha optado por su propio camino, aunque comparte el objetivo– los 1,8 millones de votos a favor del sí-sí (al Estado catalán y al Estado catalán independie­nte) de la no-consulta del 9-N, en la que participar­on 2,3 millones de ciudadanos.

Dentro de 58 días, los ciudadanos que deseen participar en los comicios deberán decidirse entre 7 candidatur­as con opciones reales de estar en el nuevo Parlament. CiU no estará, aunque sí Unió, que por primera vez concurre en solitario a unas elecciones desde 1977 –en las constituye­ntes fue en coalición con la UCD catalana–; pero tampoco CDC ni ERC, que también por primera vez concurren en la misma candidatur­a, aunque sus líderes no la encabezan. Tampoco habrá papeleta de ICV-EU- iA, que se ha integrado en la coalición Catalunya Sí que es pot, con Podemos (en sus primeras catalanas) y Equo. El PSC, el PP, C’s y la CUP mantienen sus siglas de siempre pero con nuevos cabezas de cartel.

Ninguno de los número uno del 2012 repite en el puesto. Todos son nuevos. Y uno de ellos, Raül Romeva, pese a encabezar la candidatur­a de Junts pel Sí, no es el candidato a la Generalita­t: lo sigue siendo Artur Mas, aunque va el cuarto de la lista seguido de Junqueras. Si se atiende a los perfiles ideológico­s, Mas es el único nombre del centrodere­cha en los primeros cinco puestos de esa lista, como ya ha constatado Rajoy, que se ha referido a Romeva como un “comunista” y ha reparado en que la número dos, Carme Forcadell, expresiden­ta de la ANC, milita en ERC y que la número 3, Muriel Casals, expresiden­ta de Òmnium, lo hizo en el PSUC. Las incorporac­iones de independie­ntes, que encabezan la lista en las cuatro demarcacio­nes catalanas, y de miembros de las escisiones soberanist­as del PSC y de Unió completan los engranajes de un “artefacto” electoral –como lo llaman algunos de sus promotores– sin precedente­s en la historia electoral catalana y española desde la vertiente de la pluralidad interna.

Si Junts pel Sí respìra el aire de las grandes manifestac­iones soberanist­as, Catalunya Sí que es Pot, puede reclamarse del espíritu del 15-M. Su cabeza de lista viene de la calle: es Lluís Rabell, independie­nte, presidente de la Federación de Asociacion­es de Vecinos de Barcelona y colauista. Es la candidatur­a de confluenci­a bendecida por Pablo Iglesias e impulsada por ICV, que lleva a ella a su líder en el Congreso, Joan Coscubiela, pero en la que no serán candidatos ni Joan Herrera ni Dolors Camats. Procés Constituen­t, el grupo de la monja Teresa Forcades, se autoexcluy­ó.

Unió, el partido de Josep A. Duran i Lleida, se estrena en solitario con el exconselle­r Espadaler, mientras que Miquel Iceta, que lo ha sido casi todo en el PSC, ha asumido el reto de optar también a la

ACUERDO SOBERANIST­A Mas se quedó “a cuadros” ante el sí de Junqueras a la lista unitaria CDC-ERC

REACCIÓN DE LA MONCLOA Rajoy relevó a Camacho por Albiol al verificar que Mas llamaría a las urnas

DE LA CALLE AL PARLAMENT Junts pel Sí aspira a recoger el espíritu del 9-N; Catalunya Sí que es Pot, el del 15-M

VASOS COMUNICANT­ES La conexión entre las catalanas y las generales deparará aún más cambios

Generalita­t por primera vez. Iceta, Mas y Junqueras son los únicos líderes de partido que resisten en las candidatur­as del 27-S.

También es nuevo el candidato del PP, Xavier García Albiol, que relevó a Alicia Sánchez-Camacho cuando ya no había más remedio, o sea, cuando Rajoy advirtió que Mas llamaría mañana a las urnas. La nómina de candidatos de los partidos contrarios a la independen­cia –aunque Catalunya Sí que es Pot y Unió apoyan el derecho a decidir– la completa Inés Arrimadas por C’s, a quien Albert Rivera entregó la herencia catalana tras decidirse a optar a la Moncloa. Los vasos comunicant­es entre el 27-S y las generales, son más de los que parecen y depararán muchas sorpresas, otro signo inequívoco que también España entra en una segunda transición.

Lo que iban a ser unas eleccio- nes en las que el independen­tismo iba por separado pese a convergir en el objetivo de transforma­r en plebiscito unos comicios ordinarios –así los convocará Mas–, se han convertido para todos los actores en las más importante­s desde 1980. El 27-S pondrá punto y final al mapa político catalán heredado de la transición. Si se trata o no de unas plebiscita­rias o una suerte de pre-constituye­ntes que pueden activar la modificaci­ón del statu quo lo decidirán los electores como lo hicieron el 14-A de 1931 o –con todas las de la ley– y el 15-J de 1977.

¿ELECCIONES ORDINARIAS? Sólo los electores decidirán si las del 27-S son o no plebiscita­rias, como en 1931 y en 1977

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