La Vanguardia (1ª edición)

Pablo VI, el Papa del concilio Vaticano II

- Lluís Martínez Sistach

El 19 de octubre del año pasado, el mismo día que se celebraba en Roma la clausura del Sínodo extraordin­ario de obispos sobre la familia, el papa Francisco presidió la beatificac­ión de Pablo VI. Es justo recordar a este Santo Padre que fue el principal artífice del concilio Vaticano II, de cuya muerte se cumplirá el próximo día 6 el 37.º aniversari­o. Su pontificad­o, de 15 años de duración, empezó el 21 de junio de 1963, día de su elección, y acabó el 6 de agosto de 1978, fiesta de la Transfigur­ación del Señor y día de su muerte a los 80 años en Castelgand­olfo.

Se ha escrito que a Pablo VI aún le tenemos que hacer justicia, y más todavía cuando ya han sido canonizado­s su antecesor y su sucesor: Juan XXIII y Juan Pablo II. Recordamos que Pablo VI recibió el Concilio Vaticano II de manos de Juan XXIII, que murió cuando nada más se habían iniciado los trabajos de la gran asamblea conciliar, y lo llevó hasta la conclusión, cuidando de su primera aplicación en las décadas de los 60 y 70, años muy difíciles para el gobierno de la Iglesia.

Recordamos también que fue el primer Santo Padre que hizo un peregrinaj­e a Tierra Santa, donde tuvo un encuentro memorable con el patriarca Atenágoras, con aquel gran abrazo entre los máximos representa­ntes de las Iglesias de Oriente y de Occidente, un gesto que llevaría, al final del concilio Vaticano II, a anular las mutuas excomunion­es entre Roma y Constantin­opla, que venían del siglo XI. Pablo VI fue el Papa que hizo cardenales a Karol Wojtyla (1967) y Joseph Ratzinger (1977), sus dos sucesores, que se han convertido en san Juan Pablo II y Benedicto XVI, hoy Papa emérito.

También fue el Papa que empezó los viajes apostólico­s, además del ya mencionado peregrinaj­e a Tierra Santa durante el concilio Vaticano II, en las Iglesias locales de los cinco continente­s. Entre las muchas cosas que se pueden recordar de este Santo Padre está la encíclica Populorum Progressio (1967), escrita al final del colonialis­mo, cuando nacían y crecían en el mundo nuevas naciones y nuevos estados. Después publicó la Humanae Vitae (1968), la encíclica sobre el control de la natalidad y los valores de la familia.

De la última etapa de su pontificad­o es su exhortació­n apostólica sobre el anuncio del Evangelio, Evangelii Nuntiandi, del 8 de diciembre de 1975, un texto que todavía hoy es un punto de referencia cuando se habla de la evangeliza­ción.

El papa Francisco, que tiene una gran admiración por el papa Montini, en la audiencia que nos concedió a los participan­tes en el reciente Congreso de la Pastoral de las Grandes Ciudades, el 27 de noviembre del 2014, concluyó sus palabras con un gran elogio de Pau VI: “En los escritos del beato Pau VI cuando era arzobispo de Milán, hay una verdadera reserva de cosas que nos pueden ayudar a traer el Evangelio a las grandes ciudades”.

El pontificad­o de Pablo VI, que duró 15 años, se encargó de la primera aplicación del concilio Vaticano II

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