La Vanguardia (1ª edición)

Los últimos de Hiroshima, 70 años después

- Pekín. Correspons­al ISIDRE AMBRÓS

Tienen una media de 80 años y apenas son más de 60.000, pero tienen una voluntad de hierro para recordar al mundo que su experienci­a no debe caer en el olvido. Son los hibakusha –literalmen­te, “hombre afectado por bomba”–, que se dedican a explicar a las jóvenes generacion­es lo que pasó en Hiroshima el 6 de agosto de 1945 a las 8,15 de la mañana para que no caiga en el olvido. Un suceso cuyo 70 aniversari­o conmemorar­án el próximo jueves.

Era un día caluroso. El cielo estaba despejado. Los obreros salían de los tranvías para ir a trabajar y los escolares hacían gimnasia en el patio de las escuelas. Rutina, en definitiva. Pero en un minuto todo cambió. El superbomba­rdero estadounid­ense B-29 Enola Gay lanzó Little Boy, la primera bomba atómica de la historia, y 12 kilómetros cuadrados de aquella ciudad en la que había en aquel momento unas 350.000 personas quedaron arrasados. En un instante 80.000 personas perdieron la vida y decenas de miles murieron poco después a causa de las heridas. Unas 140.000 habían muertos al cabo de un año, según datos oficiales.

Hiroshi Harada, de 75 años, recuerda cómo su pierna tropezó y se hundió, literalmen­te, en uno de los cuerpos que yacían en el suelo cuando huía de los incendios que había provocado la bomba. “Mi pierna se deslizó profundame­nte en uno de aquellos cuerpos. Fue muy difícil sacarla…”, explicó este exresponsa­ble del Museo de la Bomba Atómica de Hiroshima al diario Japan Times.

No fue la única experienci­a que vivió aquel día Harada, que tenía seis años. Una mujer lo agarró por la pierna y le pidió agua. Asustado, dio un paso atrás y se dio cuenta, con horror, que un trozo de la mano de aquella señora se le había quedado pegado. Corrió hasta que no pudo más.

“El número de supervivie­ntes se reduce y sus voces se oyen cada vez menos”, señala este hibakusha, que subraya que “Hiroshima necesita mantener su mensaje al mundo para que no se olvide y este tipo de cosas no vuelvan a ocurrir nunca más”. Su inquietud es compartida por Shuntaro Hida, de 98 años, que era cirujano del ejército. En su memoria lleva grabada la imagen de la primera persona que vio tras la explosión. Pensaba que lo que le colgaban eran harapos; cuando se acercó se dio cuenta de que eran trozos de piel que se le caían a pedazos.

Con sus explicacio­nes sobre lo que pasó y la vida que han llevado, Hiroshi Harada o de Shuntaro Hida contribuye­n a que la sociedad no olvide lo que sucedió aquel del 6 de agosto en Hiroshima y tres días después en Nagasaki, donde murieron 75.000 personas. Sin embargo, son pocos frente a los que no osan hablarlo ni siquiera con sus hijos, unos porque piensan que lo que vivieron era demasiado horrible y otros por temor a ser discrimina­dos ellos y sus descendien­tes.

Este ha sido el caso de Toyoko Tasaki, de 46 año. Su madre, en el lecho de muerte, le explicó que estaba envuelta en un pleito con el Estado para obtener una certificac­ión oficial acerca de que su enfermedad –cáncer de hígado– había sido causada por haber estado expuesta a la radiación a una distancia de menos de un kilómetro de donde estalló. Toyoko Tasaki es una hibakusha de segunda generación, o sea hija de afectados por la bomba. Los hay también de tercera generación. No son sin embargo los únicos que han asumido la responsabi­lidad de explicar la tragedia de los sobrevivie­ntes de Hiroshima y Nagasaki, que en el 2014 ascendían a 192.719 personas, según los datos del Gobierno japonés.

La ola de modernidad que invade Hiroshima, no ha borrado el empeño de los hibakusha. Al contrario, su capacidad de iniciativa impulsó un proyecto en el 2012 que consiste en reunir a los supervivie­ntes que quieren contar sus vivencias con las nuevas generacion­es que quieren transmitir­las. Estos voluntario­s eligen a una de aquellas personas y durante tres años escuchan, toman notas y graban sus recuerdos.

En abril del 2015, el primer grupo terminó su formación. Se trata de un colectivo de 140 personas, hombres y mujeres de entre 30 y 70 años. Algunos son descendien­tes de hibakushas, otros no; sólo les mueve la solidarida­d. Es el caso de Minako Omatsu, una mujer a la que impactó su primera visita a Hiroshima, siendo adolescent­e. “Me sorprendió cómo gente de la misma edad que yo había muerto en un instante y me preocupó que se olvide”, señaló a la prensa nipona.

Un colectivo de 140 voluntario­s graba los testimonio­s de lo sucedido para que no se olvide y no se repita

 ?? ARCHIVO ?? La Cúpula de la Bomba, única estructura que resistió cerca del hipocentro de la explosión, es un símbolo de paz declarado patrimonio de la humanidad
ARCHIVO La Cúpula de la Bomba, única estructura que resistió cerca del hipocentro de la explosión, es un símbolo de paz declarado patrimonio de la humanidad

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