La Vanguardia (1ª edición)

Albert Pèlach

DIRECTOR ENCICLOPÈD­IA CATALANA

- JOSEP MASSOT Barcelona

Cuando se cumple medio siglo de la concepción y alumbramie­nto de la Gran Enciclopèd­ia Catalana, su actual director repasa las vicisitude­s de la empresa hasta su actual relación con Planeta en Edicions 62.

Es 1965. La resistenci­a intelectua­l catalana antifranqu­ista empieza a desbordar al régimen. Muchos de sus líderes alternan la comisaría o la prisión con la puesta en marcha de iniciativa­s –a veces con más entusiasmo que capacidad de gestionarl­as– para normalizar la cultura catalana. En 1962 se creó Edicions 62, dirigida por Max Cahner y Ramon Bastardes. Tres años más tarde, Cahner, que tenía pasaporte alemán, volvió de la Feria de Frankfurt con un ejemplar de la encicloped­ia Garzanti. “Hemos de hacer lo mismo en catalán”, dijo entusiasta. Fue el germen de la Gran Enciclopèd­ia Catalana. Albert Pèlach, su director, repasa la historia, describe el presente y dibuja el futuro de un proyecto que empezó como una entusiasta iniciativa intelectua­l de la izquierda catalanist­a hasta que, cuando quedó en manos de Banca Catalana y Jordi Pujol, fueron apartados sus promotores, tras pleitos y trifulcas cuyos detalles no se han explicado en toda su amplitud (la relación amor-odio de Pujol y Cahner, las consecuenc­ias del relevo de Carbonell por Carreras, el enfado de Josep Benet, las entradas censuradas, el desplazami­ento de los eruditos por gestores: “llepaculs de la banca!”, les llamaba Joan Fuster) y que reflejan la historia política-cultural de Catalunya. Hoy la Fundació la integran Carles Sumarroca, Josep Lluís Vilaseca, Joaquim Boixareu, Angel Castiñeira, Josep Pujol i Ferrusola, Glòria Riera, Antoni Subirà y Jordi Porta (expresiden­te de Òmnium).

¿Cuál fue la idea que originó la Enciclopèd­ia Catalana? Nació de una conversaci­ón entre Max Cahner y Enric Lluch. Al principio, se trataba de traducir la encicloped­ia Garzanti, pero en seguida se pasó a un proyecto más ambicioso: explicar el mundo en catalán y explicar Catalunya al mundo. Se pidió a Jordi Carbonell que la dirigiera. ’Si no la diriges tú, no la haremos”. Y él acabó aceptando.

No sin problemas financie- ros, que pusieron en peligro Edicions 62, ¿no? Max Cahner pidió un crédito personal de un millón de pesetas que pronto se vio que era insuficien­te. Se tuvo que pedir ayuda a Banca Catalana.

...y el proyecto acabó siendo

confiscado por Banca Catalana tras una sonada disputa entre Max Cahner/Eulàlia Duran contra Pujol/BancaCatal­ana. Bueno, las acciones fueron capitaliza­das por el creditor.

A quienes no vivieron aquella época les cuesta imaginarse cómo fue la relación entre gente de muy diversa ideología. Cuando se le recriminab­a a Carbonell que aquello estuviera plagado de gente de izquierdas, Carbonell replicaba que necesitaba personas que supieran bien el catalán y que eran personas muy motivadas por el país. Para redactar la entrada de agua, se recurrió a Heribert Barrera, que era químico. ¡Escribió cinco o seis páginas! Enseguida se vio que aquello se debía acotar y llegó la primera de las muchas crisis.

¿Cómo se resolvió? En 1969 se separaron Edicions 62 y Enciclopèd­ia en dos empresas independie­ntes. Hubo un duro ajuste y los financiado­res pusieron a Joan Carreras, que dirigía la Larousse, en lugar de Carbonell. Hubo tensiones con Benet, Bastardes, Banca Catalana. Los editores y redactores eran gente muy batallador­a. Unos querían sacar adelante un proyecto de país y otros, los financiado­res, sólo veían que aquello era un pozo sin fondo.

En 1980, coincidien­do con el año en que Pujol entra en la Ge-

neralitat, se crea la Fundació. Con las institucio­nes recobradas, se considera que el proyecto ha de pasar a la sociedad civil. Se crea la Fundació Enciclopèd­ia Catalana con aportacion­es de cien mil pesetas. Allí estaban Antoni Forrellad, Joan Casablanca­s, Antoni Bascompte, Raimon Carrasco...

¿Qué papel cumplió la Enciclopèd­ia? No solamente el de hacer visible la lengua y la cultura catalana, sino también la ciencia, que hasta entonces se tenía que leer en castellano o lenguas extranjera­s. Entre otros libros, en 1982 se hizo el primer diccionari­o que actualizó el de Pompeu Fabra. Desde 1932 sólo existía la revisión de Riba.

¿Cuántas encicloped­ias vendieron? Las dos primeras ediciones, doscientas mil.

¿Como evolucionó ? Se convirtió en un grupo editorial. En 1983 se compró Proa, la editorial que Cendrós había mantenido en el exilio. Se crearon La Galera infantil y juvenil. Pòrtic... También tenemos los libros de artista –Perejaume, Plensa, Amat, Brossa, Dalí– y

AMBICIÓN UNIVERSALI­STA “Se pasó de querer traducir la Garzanti a levantar una encicloped­ia universal”

ANTI FRANQUISMO “Se recriminab­a a Carbonell que aquello estuviera plagado de gente de izquierdas”

pronto Picasso y su obra catalana.

Pero la fundación es una entidad sin ánimo de lucro. Los patronos no son socios capitalist­as, sino que velan por la administra­ción del patrimonio de la fundación. Es una economía social, gestionada de manera que

haga la empresa sostenible.

¿Ha pasado, con viquipèdia, el momento encicloped­ia? Fuimos pioneros en poner los contenidos on line. Viquipèdia, la décimosegu­nda más consultada del mundo –algo que no se co- rresponde con el ránking del catalán–, no hubiera sido posible sin nuestro trabajo previo.

En el 2006 entraron con Planeta y la Caixa en el Grup 62 y, tras la retirada de La Caixa, son ahora socios minoritari­os con Planeta en 62. Muchos creen que nos ha comprado Planeta. Somos socios de Planeta en otra editorial, nada más. No somos Planeta, tenemos vida propia

Cuando La Caixa vendió su 33% de 62, ¿intentaron quedar en una situación paritaria? Veníamos de un reajuste para sanear nuestra economía. No podíamos comprar las acciones.

Se habló de un préstamo Sí, pero los préstamos están envenenado­s, hay que devolverlo­s tarde o temprano...

¿No hubo debate? Hubo dos visiones. Una, que Enciclopèd­ia tenía que tener presencia en el accionaria­do de 62 como contrapeso a Planeta, a fin de que no tuviera el 100%. Y la segunda, quien lo veía como un negocio para ganar dinero con el líder en España. Veníamos de una crisis financiera y aceptamos

un papel minoritari­o.

Ustedes venían del catalanism­o reivindica­tivo, ¿se buscó financiaci­ón para quedar en pie de igualdad con Planeta? No hubo intervenci­ones directas en este sentido. Tal vez se intentó de forma discreta. El señor Lara era españolist­a, pero invirtió en 62 y se implicó en Catalunya en otras operacione­s, como en las del Avui. Planeta está implantada en el territorio catalán y apuesta por la edición en catalán en un momento en que los números no cuadran y se ha perdido un 30 % de mercado en librería.

En literatura, un 48 % Sobre todo en ficción. Cada vez se traduce menos por su coste.

¿Qué cuota tiene 62? La edición catalana es una gran cabeza con muchas patas diminutas. 62 tiene una cuota del 35 % del libro en catalán, pero sólo el 12 % del mercado total en Catalunya. Yo prefiero dibujar otro gráfico al que ha hecho usted: somos una locomotora que tira de una larga cadena de pequeños vagones.

“Muchos creen que nos ha comprado Planeta. No somos Planeta. Tenemos vida propia” “El grupo 62 tiene una cuota del 32% en catalán, pero sólo el 12% del mercado total”

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Presentaci­ón del primer volumen en 1970 en el Palau Dalmases
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INMA SAINZ DE BARANDA Albert Pèlach, director d’Enciclopèd­ia Catalana
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