Hace ahora 50 años
Aunque parezca mentira, ahora hace cincuenta años que se empezó a gestar uno de los proyectos más importante de la cultura catalana, que en pleno franquismo consiguió reunir a una gran cantidad de especialistas en todas las materias y de dar el primer trabajo a muchos jóvenes que acababan de salir de la Universidad y que más adelante se convertirían en personas conocidas y reconocidas. Se trata de la Gran Enciclopèdia Catalana, una obra colectiva que, si no hubiera sido por el miedo a la censura, habría llevado el título de Gran Enciclopèdia dels Països Catalans, desde el momento en que sus impulsores –Max Cahner y Jordi Carbonell sobre todo– consideraron prioritario ocuparse de todos los territorios donde era hablada la lengua catalana y buscaron equipos que les ayudaran en el País Valenciano –donde contaban con la complicidad de Joan Fuster– y en Baleares.
La complicada historia de la Enciclopèdia –complicada desde un punto de vista intelectual, desde un punto de vista empresarial y desde un punto de vista digamos personal– no ha sido nunca escrita en toda su amplitud y la verdad es que daría para unas cuantas novelas y para alguna tesis doctoral.
Evidentemente, en estas lí- neas no puedo hacer sino evocar algunos recuerdos relacionados con la aventura de la Enciclopèdia, que seguí desde el primer momento, cuando un pequeño equipo, contratado por Edicions 62, trabajaba en un piso de la plaza de la Universidad, con la idea de adaptar una enciclopedia italiana que sólo tenía –si no me equivoco– cinco volúmenes. Pronto, sin embargo, el entusiasmo de Max Cahner y de Jordi Carbonell no tuvo bastante con las páginas que estos volúmenes permitían y se de- cidió empezar de nuevo y aumentar tanto las entradas previstas como su extensión.
Cuando los fascículos de la Enciclopèdia empezaron a aparecer, ya se había agotado el dinero que Banca Catalana había destinado al proyecto inicial y la situación económica y laboral de la empresa –unida a la de Edicions 62, que había gastado más de lo que se tiene– creó problemas y más problemas y dio lugar a episodios incluso rocambolescos,
La complicada historia de la Enciclopèdia daría para unas cuantas novelas Visto en perspectiva, el esfuerzo llevado a cabo no fue inútil; aún hoy sirve para mucho
como cuando unos desconocidos hicieron desaparecer muchos ficheros de la casa –entonces en la plaza Adrià-, para salvarlos de una posible destrucción por parte de personal descontento.
Con riñas, con asambleas, con huelgas y con todo lo que queráis, la Enciclopèdia salió adelante, ya no en nombre de Edicions 62, sino formando parte de una nueva empresa detrás de la cual estaba Banca Catalana, con la cual continuaron los conflictos y las dificultades. En todo caso, sin embargo, el proyecto inicial no se interrumpió, sino que se recondujo un poco, con la sana intención de no eternizar la aparición y de darle una extensión que no sobrepasara los quince volúmenes. La parte del león, como era lógico, correspondió a la sección catalana, que continuó bajo la dirección de Max Cahner.
Visto en perspectiva, el esfuerzo no fue inútil. Todavía hoy, a pesar de los años que han pasado, la Enciclopèdia sirve para mucho y contiene una información de primera mano y a menudo inédita hasta el momento que apareció. Los que trabajamos sabemos las horas que dedicamos y la ilusión que pusimos. Sabemos, también, los errores que se escurrieron o las inevitables imperfecciones de todo tipo que no fue posible evitar. El balance, sin embargo, es plenamente positivo y da fe de la colaboración fecunda entre centenares de personas, que permitió la creación de un instrumento de trabajo inexistente hasta entonces y todavía insustituible.