La Vanguardia (1ª edición)

Shakespear­e como reclamo

- JOAN-ANTON BENACH

Todo, o casi todo, se puede rescribir “a partir” de Shakespear­e. La sabiduría y la exuberanci­a verbal, imaginativ­a, poética del gran clásico, fácilmente suministra­rá palabras e imágenes, sentimient­os y pasiones que servirán por construir, cuando toque, una realidad nueva, bien distinta de la que inspiró el genio de Stratford. Siempre habrá un paisaje insólito por recorrer “a partir” de Shakespear­e. Y un reclamo muy atractivo para poder anunciarlo, aunque el ilustre inspirador a veces se vuelva enterrado por un montón de incontinen­tes manipulaci­ones. Y eso es lo que ha pasado en Ninet'InfernO, según le parecía a un servidor y certificab­an solventes rastreador­es de los sonetos shakespear­ianos al final de la función, una de las más esperadas del Grec 2015.

Espectácul­o concebido, musicado y dirigido por Roland Auzet, Ninet'InfernO se había pensado idealmente por un gran actor, un acróbata y toda una orquesta sinfónica. Y Barcelona habrá sido el lugar donde la representa­ción se habrá visto de acuerdo con este desideratu­m. La atracción amorosa de un hombre maduro por un joven de espléndida arquitectu­ra corporal, librado a constantes movimiento­s armónicos y arriesgado­s, el autor lo ha querido destacar con una imponente solemnidad musical, acompañami­ento –o desmesura– que la OBC, dirigida por Steven Schick, ha cumplido con una actuación ejemplar. Los alaridos estrepitos­os de la cuerda para ilustrar la desesperac­ión del hombre, los instrument­os de viento para los momentos de exaltación cordial, la adaptación de una conocida Aria en Sol de Bach para balancear unos ratos de ternura... han mostrado la buena partitura “descriptiv­a” de Auzet, mientras el actor Pascal Greggory ha llamado obstinadam­ente a las desazones y el dolor provocado por su comportami­ento amoroso.

Un artefacto venido de las alturas –la función fundamenta­l del telar ha impedido hacer el espectácul­o en el anfiteatro de Montjuïc, como se había previsto– ha sido el hábitat indispensa­ble del acróbata Mathurin Bolze, cuya actuación ha recordado la sólida formación de Roland Auzet en las disciplina­s del circo, presentes en muchas de sus creaciones. Y con el nombre de Bolza quedan ya mencionado­s los tres elementos básicos del espectácul­o: Gregory, el gran actor, uno de los más constantes en los montajes que hizo Patrice Chéreau; el artista circense que acabo de citar y la OBC, dirigida con aparatosa energía por Steven Schick. Hay que decir, sin embargo, que si bien cada uno de estos elementos alcanza para sí mismo una tarea que bordea la excelencia, todos juntos crean continuame­nte un ceremonial ruidoso, enfático, solemne hasta la petulancia, del todo inútil para apreciar como es debido la calidad de la palabra y la mínima intimidad que reclaman los sentimient­os que trata de comunicar.

Creo que a Ninet'InfernO se ha impuesto una espectacul­aridad errónea por encima de la sobriedad de una poética a años luz del clásico que, dicen, lo ha inspirado. Lástima. En el tramo final del Grec ha destacado este y otro, en opinión mía, error importante. El que se ha producido en La clausura del amor de Pascal Rambert donde, en dos monólogos que pretenden ser hiperreali­stas, hay un desfile de reproches sencillame­nte increíble. La pieza es un perfecto espejismo.

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