Nunca llueve a gusto de todos
Al fin unas lluvias reparadoras... pero en esto de los festivales del verano y los conciertos, “nunca llueve a gusto de todos”. Aunque estoy seguro de que a los organizadores del festival –que otrora pasaban momentos de zozobra oteando el horizonte nuboso desde el patio del Castell de Santa Florentina, en esta ocasión y a cubierto, el suave sonido de las gotas sobre la carpa de Caldes d’Estrac les habrá sonado a gloria. Y debemos coincidir en que el sonido de la lluvia es una maravilla. Sinceramente, por momentos, ante la escasa musicalidad de la orquesta y sus desajustes casi lo prefería. Pero, también en este tema “nunca llueve a gusto de todos” ya que los responsables sostienen que mal que bien, acercan la clásica –en este caso una serie de oberturas e intermezzos de óperas reconocidas– a mucha gente que, bien veraneantes o habitantes del pequeño y estupendo municipio costero, de otra manera no tendrían. Y llevan razón, aunque esta actitud debería completarse con la calidad de las ofertas. Tenemos una generación bien formada de músicos jóvenes y hay que alentarles en el estudio y las posibilidades de trabajo, y también gentes con sensibilidad que merecen se les facilite el acce- so a este ámbito. Por ello, vale lo de acercar la gran música y no caer en la fácil fórmula de comprar rock o pop, y enhorabuena al Ayuntamiento por facilitar esas experiencias. Y me consta que el público del concierto aplaudió con gran entusiasmo, valorando la generosidad de los músicos y sus propinas, y disculpando los serios fallos cometidos. Tema que de entrar en él quedaríamos a techo descubierto. La cuestión es sencilla, todo el mundo reconoce una Gioconda, o unas Meninas, pero no es lo mismo ver una buena reproducción que una mala copia. Y esto pasa con la música cuando se tocan piezas animosas y reconocibles: se reconoce lo que es, gusta, pero si nos acercamos vemos que lo que tenemos es una mala copia. Vale como difu- sión, y ya lo hacían las Misiones Pedagógicas en tiempos de la República, que llevaban reproducciones de famosos cuadros por los pueblos, o teatro y música de clásicos con La Barraca de García Lorca. Pero no bajo el rótulo de Festival.
Creo que experiencias como la de esa orquesta Simfònica Harmonia deberían medir sus fuerzas y no plantearse exigencias tan difíciles como Rossini o Mozart y acceder con sus posibilidades de orquesta de estudiantes a otro repertorio. No se es director además por mover los brazos a ritmo y señalar algunas entradas, y en algún caso con retraso; estos monumentos musicales exigen matices, sensibilidad, comprensión del lenguaje, y si bien llegan ritmo y melodía de superficie, no transmiten esencias. Claro que los parámetros de la crítica no pueden ser los mismos para la OBC o la Filarmónica Sueca que para estas manifestaciones veraniegas. Nunca llueve a gusto de todos.