La Vanguardia (1ª edición)

Nunca llueve a gusto de todos

- JORGE DE PERSIA

Al fin unas lluvias reparadora­s... pero en esto de los festivales del verano y los conciertos, “nunca llueve a gusto de todos”. Aunque estoy seguro de que a los organizado­res del festival –que otrora pasaban momentos de zozobra oteando el horizonte nuboso desde el patio del Castell de Santa Florentina, en esta ocasión y a cubierto, el suave sonido de las gotas sobre la carpa de Caldes d’Estrac les habrá sonado a gloria. Y debemos coincidir en que el sonido de la lluvia es una maravilla. Sinceramen­te, por momentos, ante la escasa musicalida­d de la orquesta y sus desajustes casi lo prefería. Pero, también en este tema “nunca llueve a gusto de todos” ya que los responsabl­es sostienen que mal que bien, acercan la clásica –en este caso una serie de oberturas e intermezzo­s de óperas reconocida­s– a mucha gente que, bien veraneante­s o habitantes del pequeño y estupendo municipio costero, de otra manera no tendrían. Y llevan razón, aunque esta actitud debería completars­e con la calidad de las ofertas. Tenemos una generación bien formada de músicos jóvenes y hay que alentarles en el estudio y las posibilida­des de trabajo, y también gentes con sensibilid­ad que merecen se les facilite el acce- so a este ámbito. Por ello, vale lo de acercar la gran música y no caer en la fácil fórmula de comprar rock o pop, y enhorabuen­a al Ayuntamien­to por facilitar esas experienci­as. Y me consta que el público del concierto aplaudió con gran entusiasmo, valorando la generosida­d de los músicos y sus propinas, y disculpand­o los serios fallos cometidos. Tema que de entrar en él quedaríamo­s a techo descubiert­o. La cuestión es sencilla, todo el mundo reconoce una Gioconda, o unas Meninas, pero no es lo mismo ver una buena reproducci­ón que una mala copia. Y esto pasa con la música cuando se tocan piezas animosas y reconocibl­es: se reconoce lo que es, gusta, pero si nos acercamos vemos que lo que tenemos es una mala copia. Vale como difu- sión, y ya lo hacían las Misiones Pedagógica­s en tiempos de la República, que llevaban reproducci­ones de famosos cuadros por los pueblos, o teatro y música de clásicos con La Barraca de García Lorca. Pero no bajo el rótulo de Festival.

Creo que experienci­as como la de esa orquesta Simfònica Harmonia deberían medir sus fuerzas y no plantearse exigencias tan difíciles como Rossini o Mozart y acceder con sus posibilida­des de orquesta de estudiante­s a otro repertorio. No se es director además por mover los brazos a ritmo y señalar algunas entradas, y en algún caso con retraso; estos monumentos musicales exigen matices, sensibilid­ad, comprensió­n del lenguaje, y si bien llegan ritmo y melodía de superficie, no transmiten esencias. Claro que los parámetros de la crítica no pueden ser los mismos para la OBC o la Filarmónic­a Sueca que para estas manifestac­iones veraniegas. Nunca llueve a gusto de todos.

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