Campeones de mar y viento
El clásico torneo reúne este año la cifra récord de 136 barcos inscritos
La bahía de Palma es el paraíso de la vela en el Mediterráneo. Y la Copa del Rey es la cita anual de este deporte que ningún regatista se quiere perder. Desde hoy y hasta el próximo sábado se disputa la 34.ª edición del trofeo con 136 veleros inscritos, una cifra récord que es prácticamente el máximo número de equipos que el Real Club Náutico de Palma (RCNP) puede aceptar en aras de garantizar el perfecto desarrollo de la semana de regatas.
La flota, procedente de 23 países, está repartida en ocho grupos, que se reparten en tres campos de regata distribuidos por la bahía. Cuatro de esos grupos son de barcos iguales entre sí que compiten en tiempo real. Son TP52, Soto 40, X-35 y J80. En los otros cuatro se utilizan tiempos compensados, que es lo que permite que compitan juntos veleros muy distintos.
Los dos sistemas internacionales de medición de veleros que sirven para otorgar un rating a cada barco son ORC e IRC y eso ha conducido a crear cuatro grupos en esta competición: IRC 0, IRC 1, ORC 1 y ORC 2.
El resultado de tal concentración de barcos es que durante la celebración de la Copa del Rey la bahía de Palma se llena de velas en un espectáculo náutico de primer nivel. La amplia bahía, orientada al sur y con su forma semicircular, se convierte en el mejor escenario natural para este deporte. Y las condiciones meteorológicas contribuyen decisivamente a ello: en el largo verano mediterráneo, tranquilo y casi rutinariamente despejado, el sol de la mañana calienta rápidamente la tierra, de manera que hacia el mediodía la diferencia de temperatura con el mar propicia la aparición de brisas marinas, ideales para navegar a vela en la franja costera.
Ese viento local de origen térmico resulta tan característico que recibe un nombre en cada rincón del Mediterráneo. En Mallorca se llama embat y en la bahía de Palma acaba soplando del sursuroeste, alentado por el propio movimiento del sol, que, conforme avanza hacia el atardecer, también apaga el chorro de aire.
De los ocho grupos que protagonizan esta edición de la Copa del Rey, los TP52 se erigen como las estrellas de la competición. Se les suele denominar los Fórmula 1 del mar porque los veleros, construidos en fibra de carbono y dotados de la última tecnología, son el no va más de los barcos monocasco para regatas costeras y además las tripulaciones reúnen a muchos de los mejores regatistas del mundo, incluidos campeones de la Copa del América. Este año, el campeonato que disputan en diversas sedes (al estilo también de las carreras de Fórmula 1) se ha relanzado de forma espectacular, reuniendo a doce veleros de siete países.
La Copa del Rey cuenta con el interés añadido de que el propio Rey de España toma parte en su competición. Siguiendo la estela de su padre, don Juan Carlos, quien ganó el trofeo en cinco ocasiones, don Felipe acude también y en su caso navega en un barco de la Armada, siempre bautizado Aifos (Sofía al revés) en honor de su madre.
Este año, el velero es un antiguo Corel 45 con el que ya compitió hace veinte años y que ha sido remozado mínimamente a un coste muy reducido, en consonancia con los criterios de austeridad que ha defendido públicamente el nuevo monarca.
Compite en ORC 1 y no cuenta con muchas posibilidades de victoria. Pero para Felipe VI, la Copa es la oportunidad de disfrutar de un deporte que ama desde niño, más allá de los resultados. Y para el evento, la presencia del Rey es el plus que dispara la expectación y las audiencias. Javier Sanz, presidente del RCNP, estima que la Copa del Rey significa un volumen de negocio para la isla de unos once millones de euros anuales. Mallorca tiene claro que la náutica es uno de los sectores estratégicos de su economía.