La Vanguardia (1ª edición)

Yo ya lo había dicho

- Juan Tugores Catedrátic­o de Economía de la UB

Este mes se cumplen 10 años desde que el entonces economista-jefe del FMI Raghuram Rajan presentó una ponencia sobre si el desarrollo financiero había convertido el mundo en el lugar con más riesgo. Atreverse incluso a plantear esa pregunta en el 2005 en una conferenci­a en el emblemátic­o encuentro anual de Jackson Hole –cuyo tema central era debatir el legado de la era Greenspan al frente de la Reserva Federal– suponía ya un atrevimien­to. Pero su contenido, expuesto de forma tan políticame­nte correcta como nítida, supuso una seria advertenci­a acerca de las fragilidad­es que se estaban acumulando en el sistema financiero estadounid­ense y mundial y que en su momento fueron no sólo desatendid­as sino despreciad­as.

Cuando estalló finalmente la crisis fueron legión quienes se apuntaron al carro de “yo ya lo había advertido”. Pocos de ellos con razón. Y fue Rajan quien, desde el establishm­ent, más alto y claro había lanzado las advertenci­as que cayeron en saco roto ante los intereses a corto plazo de unos, la complacenc­ia de otros y la pasividad de todos. Rajan explicó con nitidez cómo los cambios tecnológic­os, las desregulac­iones y un entorno institucio­nal con nuevos actores que evadían y eludían normas derivadas de experienci­as de pasadas crisis estaban conduciend­o a una situación que se describía gráficamen­te con esta expresión: “¿Saben ustedes (banqueros e inversores) dónde están realmente sus riesgos?”.

Describe cómo la expansión de la variedad de intermedia­rios, instrument­os y transaccio­nes financiera­s puede tener ventajas, pero asimismo conduce a la posibilida­d de empeorar las cosas especialme­nte si los incentivos de quienes toman decisiones están mal diseñados e inducen a asumir

¿Qué hubiera pasado si los avisos del ex economista jefe del FMI en el 2005 hubieran sido atendidos?

muchos más riesgos no sólo de los razonables sino de los que se quieren reconocer. El papel de los tipos de interés artificial­mente bajos –un aspecto que vuelve a estar de actualidad– se unía a sistemas retributiv­os y competenci­a entre entidades y actores para lanzar al mundo a un apetito por el riesgo que no se supo controlar.

Las interdepen­dencias entre instrument­os y entidades condujeron a elevar un castillo en naipes en el que, bajo apariencia de no poner todos los huevos en la misma cesta, se estaban poniendo todas las cestas en las mismas mesas, que se tambaleaba­n crecientem­ente. Interpreta­r la bonanza previa a la tormenta como coartada para la complacenc­ia fue un error colectivo adicional a las debilitada­s gobernanza­s institucio­nales y regulatori­as. Rajan tenía toda la razón. Siempre quedará la duda de qué hubiese podido suceder de haber atendido las advertenci­as de nada menos que el economista jefe de FMI en el 2005, que dejó de serlo a finales del 2006. Lo que es casi peor, algunas de estas cuestiones siguen siendo relevantes en el 2015 y en varios importante­s aspectos subsiste la duda de si hemos aprendido las importante­s lecciones de fondo.

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