‘¡Jo, qué noche!’ cada día
Han denunciado su propio Magaluf hasta en Salamanca, pero comienzan a ser demasiados los rincones que deberían hacerlo a menos que estén dispuestos a cambiar para siempre el frágil bienestar de sus vecinos por el jaleo de los turistas y, ¡cuidado!, más de los locales dispuestos a protagonizar las historias más obscenas a cambio de diversión. Todos se quejan de eso, de que Magaluf llame a sus puertas. Y también del peligro de las drogas de diseño, sobre todo esa flakka que es tan potente y mortal que se pueden contar con los dedos de una sola mano los listos que salen con vida tras flirtear con las alucinaciones, la agresividad y la hipertermia a la que invita su consumo. Pues que sepan que tienen suerte los que se quejan de que Magaluf les visite sólo en verano porque hay zonas, y ahora hablo de la internacional Barcelona, donde es Magaluf todo el año. De martes a domingo. Se descansa, y sólo a medias, los lunes, igual que en las pescaderías, y no es que porque cierren las discotecas, bares, ultramarinos y panaderías con horarios afterhours, sino porque los guerreros también reclaman reposo tras jornadas intensivas de cánticos de madrugada, concursos de orines sobre los contenedores, desahogos intestinales allá donde les coja el aprieto y, claro, las inevitables vomitonas que invitan a pensar que todos cenan pasta, ya sea de panadería barata o italiana.
La reciente encuesta patrocinada por el Ayuntamiento sobre la victimización de los barceloneses dejó en evidencia que los problemas de convivencia e incivismo crecen en la ciudad. Y más grave todavía, que la gente ya casi no denuncia cuando se siente víctima de un delito. Así es como encadenamos noches cada vez más ruidosas y, ¡ojo!, más de drogas puras y duras, de las de antes. Puede que nos tropecemos con una de esas flakkas y pasemos de largo sin detectar el peligro entre los pies. O con bolsitas de plástico con gramos de euforia perdida... pero lo que no pasa desapercibido son las jeringuillas que vuelven a lucir en muchos barrios. Hace nada se retiraron los últimos fotomatones adonde algunos acudían a pincharse en la intimidad. Pero es imposible retirar los portales, de Sarrià hasta Diagonal Mar, que pasan por lo mismo. Conozco a demasiados padres que bajan a limpiar el vestíbulo antes de afrontar los restos de la noche con sus hijos... Evitando, una vez más, el feo asunto de las drogas y volviendo a miserias de trato más fácil, basta con madrugar para identificar a los propietarios de esa bajeza que se soterra a manguerazos municipales. Hacia arriba, donde las discotecas a las que se llega en tranvía, son zombis aburriendo a sus presas hasta la salida del sol. En el Eixample abundan los osos acechando compañías más viriles. También hay mucho borracho rodando hasta la playa. Esto es como el ¡Jo, qué noche! de Scorsese. Pero cada día.
Se descansa los lunes y no es porque cierren los bares y panaderías con horaros ‘afterhours’; esto es Magaluf todo el año