Una extinción masiva
Los científicos, preocupados por la alarmante reducción de la biodiversidad agrícola ante la apatía generalizada de la sociedad
Hace años que la galopante desaparición de especies vegetales preocupa a la comunidad científica. A medida que nuestra dieta depende cada vez más de unas pocas variedades de granos, frutas y vegetales, otras miles de ellas corren el riesgo de extinguirse para siempre.
Se sabe, por ejemplo, que en 1903, los agricultores estadounidenses utilizaban unas 578 variantes distintas de judías. Unos 80 años después, sólo 32 de ellas seguían existiendo, la mayor parte protegidas en bancos de recursos genéticos. Lo mismo ha ocurrido con las manzanas. Hay constancia de que en el siglo XIX, en ese mismo país se cultivaban unas 7.100 clases distintas. Hoy, sólo quedan 300. Otro caso alarmante es el de India, donde se ha perdido el 90% de las variedades de arroz que se cultivaban a comienzos del XX.
Y aunque es imposible saber a ciencia cierta cuántas variedades de granos, frutos y hortalizas han desaparecido en las últimas décadas en todo el mundo, muchas de ellas ya sólo se pueden encontrar en los bancos de semillas.
En palabras de Cary Fowler, una de las principales autoridades mundiales en esta materia, el sector agrícola está experimentando una verdadera “extinción en masa”. Y, además, ésta se está produciendo “con muy poca gente enterándose y todavía menos gente preocupándose”, asegura en una ilustrativa conferencia divulgada por la plataforma TED.
Por lo general, la extinción animal suele generar más interés que la vegetal. A muchos, les llama más la atención la lucha por la preservación del emblemático oso panda, por poner un ejemplo, que el empeño por salvar una rara variedad de zanahoria originaria de los Andes.
Sin embargo, la alarmante reducción de la biodiversidad agrícola a nivel mundial es mucho más preocupante de lo que podría parecer. El botánico, genetista y geó- grafo ruso Nikolai Vavilov (18871943) fue uno de los primeros en interesarse por el tema. Obsesionado con la biodiversidad y el problema del hambre, en 1919 realizó expediciones por distintos países en los cinco continentes, con la ambición de recolectar el mayor número de variedades de plantas posible. Se le considere un pionero en la creación de los actuales bancos genéticos de cultivos. Víctima de las purgas estalinistas, falleció en Siberia, en un campo de trabajo.
Sólo unas décadas más tarde, el éxodo del pueblo a la ciudad y la expansión de un modelo agrícola cada vez más agresivo y demasiado centrado en sacar el máximo rendimiento económico de los campos ha acelerado el proceso de extinción de variedades.
Priorizar las modalidades vegetales más productivas hace que otras muchas queden relegadas al olvido. Sin embargo, Fowler destaca que “la mejor variedad de hoy puede convertirse en la peor para el mañana”. Puede que la irrupción de plagas y enfermedades o los efectos del cambio climático amenacen clases de, pongamos por caso, berenjenas que hoy se cultivan bien en los campos. Y que, por el contrario, otras que hoy funcionan peor, respondan mejor a los futuros cambios.
La pérdida de biodiversidad, por lo tanto, es una amenaza para la seguridad alimentaria. En el pasado, ya se han dado casos que lo demuestran, como el de la hambruna irlandesa de mediados del siglo XIX provocada por una plaga que arrasó los cultivos de patata. En gran medida, el problema se debió a la escasa variedad que había en este país, pues se sabe que en Perú existían otras clases de patata que habrían resistido al hongo.
He aquí la importancia de que todas esas modalidades no se pierdan y se conserven en los bancos genéticos nacionales y en la Bóveda Global de Semillas de Svalbard.
Sin embargo, almacenar no es suficiente, hay que fomentar la biodiversidad en el campo. Es esencial, puesto que es allí donde las plantas tratan de adaptarse.
En 1903, en EE.UU. usaban 578 variantes distintas de judías; 80 años después, sólo 32 de ellas existían