Obama abre la guerra del carbón
El plan del presidente contra el cambio climático enerva a los republicanos
Pionero o sin precedentes. Estos son los términos aplicados al plan desvelado ayer por la Administración Obama para recortar de forma drástica las emisiones de gases de efecto invernadero.
“Somos la primera generación que sufre el impacto del cambio climático y la última que aún puede hacer algo”, afirmó Barack Obama. El presidente arremetió contra los alarmistas, los “críticos y cínicos” que niegan las evidencias y argumentan que el plan abre “la guerra del carbón”, es decir, supone una amenaza a la economía de los estados productores para atemorizar a los electores. “No hay plan B”, insistió. “Ningún otro desafío supone una amenaza tan inmediata a nuestra seguridad nacional”, añadió.
Tras las elecciones de medio mandato del pasado noviembre, en las que los republicanos se hicieron con el timón legislativo, Obama se dijo: “No pasarán”.
Ha quedado claro que ni siquiera esa adversidad ha frenado su ambición de dejar una profun- da huella, más allá de marcar una época al ser el primer afroamericano aupado a la presidencia.
Desde finales del 2014, Obama ha marcado una serie de hitos en su testamento que le garantizan un lugar en la historia. Ha recuperado las relaciones diplomáticas con Cuba y ha impulsado un pacto nuclear con Irán, mientras que el Tribunal Supremo ha ava- lado de nuevo su reforma sanitaria y, además, esos mismos magistrados han otorgado validez nacional al matrimonio entre personas del mismo sexo.
Si el legado equivale a trascender, a ir más allá del presente, la normativa medioambiental lanzada ayer, con solemnidad, goza
absolutamente de esa distinción.
Por primera vez, el poder federal impone límites –una reducción del 32% en las emisiones de dióxido de carbono de las centrales térmicas para el 2030, en relación al 2005– que, de llevarse a la práctica, supondrán una transformación radical en la producción y consumo de electricidad.
Pero también trasciende al momento actual porque esta reconfiguración energética de uno de los líderes mundiales en cuanto a contaminación se enfrenta dentro de sus fronteras con un duro conflicto político (los republicanos y no pocos demócratas se oponen) y un largo contencioso en los tribunales, tanto por parte de la industria del carbón como de los propios estados, piezas esenciales en su implantación.
Al menos una docena de estados, en los que la minería juega un factor importante en su economía, y la industria del sector han anunciado que presentarán demandas para frenarla. Otros han amenazado con rechazar de plano su aplicación.
La supervivencia de este proyecto depende por su calendario de los resultados de las próximas elecciones presidenciales, en el 2016. Su presentación ya ha irrumpido en la campaña.
“Este es el paso más importante en la lucha contra el cambio climático”, subrayó Obama. Puso a Estados Unidos como modelo y líder de cara a la cumbre global de París, el próximo diciembre. “El asunto es de tal magnitud que si no actuamos de inmediato no podremos revertir la situación”, advirtió con un tono apocalíptico.
Hillary Clinton, la aspirante demócrata, ha mostrado su apoyo incondicional. Pero el presidente sabe que, pese los datos de la ciencia o la bendición del papa Francisco, los republicanos se han pronunciado a la contra. En caso de ganar, su regulación podría ser cercenada o anulada, aunque la mayoría de los ciuda- danos cree que el peligro es real.
Entre los 17 candidatos, Marco Rubio arremetió por la supuesta subida de la factura eléctrica. Jeb Bush calificó el proyecto de “temerario y extralimitación” que “dejará a muchos sin trabajo”. Ted Cruz habló de “intento radical de desestabilización”.
Obama replicó que este proyecto supone proteger “la economía, la seguridad y la salud”.
La Agencia de Protección Medioambiental (EPA, por sus siglas en inglés), que se ha encargado de elaborar el denominado Clean Power Plan, cita en su documentación que los casos de asma se han más que doblado. “Habría 90.000 casos de asma”, remarcó Obama. Se refirió a que en 15 años se han registrado los 14 más calurosos desde que hay registros.
Según Gina McCarthy, directiva de la EPA, el coste estimado del proyecto asciende a unos 8.400 millones anuales hasta el 2030. Esto se compensa con un beneficio en la salud pública que oscilará anualmente de los 34.000 a los 54.000 millones.
También facilitará un ahorro en la factura eléctrica de 85 dólares al año por hogar. Esto supone 155.000 millones a los consumidores entre el 2020 y el 2030. El cierre de centrales térmicas –que representan un tercio de las emisiones– se compensa con una expansión del 28% de las energías eólica, solar y otras renovables.
La norma, más contundente que la de anteriores borradores (el recorte era del 30%) ofrece un margen de un año más –al 2018– para que los estados presenten sus planes de adaptación y hasta el 2022 los primeros objetivos.
“Me gustaría que mis nietos pudieran nadar en Hawái”. Este fue el ruego de Obama.
EL OBJETIVO El plan pionero fija un recorte del 32% en las emisiones de las centrales térmicas
LOS APOYOS Hillary Clinton apoya la norma pero los aspirantes republicanos lo rechazan de pleno