El piano en Catalunya
Escuché hace algunos años a la joven pianista Maria Canyigueral en una sesión de música de cámara en la Pedrera. Siguió luego sus estudios en la Royal Academy de Londres y ahora nos encontramos con una pianista de personalidad. Enhorabuena. Los frutos de una sensibilidad y un trabajo bien hecho están a la vista. Pero, hay que decirlo también, este recital de Maria Canyigueral tuvo lugar en un pequeño rincón ampurdanés, su tierra ade- más, en una de las actividades que dan fortaleza al verano musical y que además suman en la perspectiva de refundar el poco conocido patrimonio cultural, arquitectónico en este caso, con el musical.
El lugar que ha escogido Ibercamera Girona para organizar este festival junto con la Associació Amics de Cervià Antic es el monasterio de Santa Maria de Cervià de Ter, una pequeña joya de la corona. Porque llama la atención si uno visita el Museu d’Arts de Girona lo que allí se guarda de estas pequeñas iglesias comarcales que en tiempos del románico produjeron maravillas. Pero además quedan en ella restos de pinturas posiblemente del siglo XII. Anexa al monasterio de Cervià de Ter funciona una sede de la Escola de Música del Gironès.
Así, un público muy interesado llenó la bella iglesia para escuchar a esta pianista que propuso Cançó i dansa núm. 7 y 8 de Mompou, Valses poéticos de Granados, la Sonatina pour Yvette de Montsalvatge, la Sonatina de García Abril y finalmente la difícil Balada n.º 4 en fa menor de Chopin. Programa singular, como parece ser además la personalidad de la intérprete, que mostró carácter y buena concepción en las obras de Mompou y Granados, con un toque sutil, de sensible contacto con el teclado, en una versión con cuerpo, nada amanerada y sí expresiva. La compleja y encantadora Sonatina de Montsalvatge sonó con intensidad y brillo no exenta de espontaneidad y gracia, al igual que la de García Abril. Obras que hablan de un pianismo singular en nuestra historia. Y finalmente Chopin: buena técnica, precisión y una expresión medida, corporal, dejando la sensación de madurez en la forma de plantear el discurso. Una ocasión de esas que llenan de aire fresco e ilusión el verano. Ah, no hay que dejar de visitar el monasterio, habla con mayúsculas de la identidad.