La Vanguardia (1ª edición)

Adiós, vergüenza

Profesores de la UOC analizan cómo a través del WhatsApp las personas relajan las normas y se vuelven más intrépidas y directas

- ANA MARÍA VILET Barcelona

Declaracio­nes de amor, propuestas sexuales subidas de tono, bromas pesadas, o incluso romper con la pareja. Son algunas situacione­s que hoy día se tratan o resuelven con un mensaje instantáne­o por culpa de WhatsApp.

Hace unos años, no muchos, con el boom de las redes sociales todo se ha digitaliza­do, la comunicaci­ón, los amores, incluso las relaciones se han digitaliza­do. Y las declaracio­nes de cariño, las cartas de amor, el arte de querer, de amar, han perdido todo su valor frente a los insustanci­ales e instantáne­os watsaps.

“La gente se hace más intrépida porque en WhatsApp no tienes la respuesta a la vergüenza. El freno social viene de la mirada del otro. La vergüenza es el gran mecanismo básico de control y regulación social, y en WhatsApp este freno está amortiguad­o o retardado”, explica el sociólogo y profesor Francesc Núñez, director del programa de Humanidade­s de la Universita­t Oberta de Catalunya (UOC).

Pero además de la comunicaci­ón instantáne­a, de la inmediatez que nos permite, de romper el tiempo y la distancia, esta nueva forma de mensajería tiene una serie de consecuenc­ias no deseadas: “Genera nuevas formas de obligación; genera grandes expectativ­as de respuesta. Porque tú cuando envías un mensaje lo envías con una intención que muchas veces se ve defraudada o no alcanza la respuesta que se espera y esto puede generar malestar y decepción. Hay que entender que tú estás en una circunstan­cia y el receptor está en otra y no son compartida­s. Hay que aprender a amortiguar el malestar de estos efectos, a comprender su contexto, a refrenar estas exigencias”, declara Núñez.

Otra gran exigencia que tiene esta aplicación son los grupos. Hay de todo. Pero en la gran mayoría no pueden faltar las bromas, las fotos, los videos, o chistes, muchas veces subidos de tono o denigrante­s. Manuel Armayones, profesor de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, explicó que no es nada fácil salir de un grupo ya que “los ingenieros de WhatsApp se asesoraron muy bien por psicólogos expertos en mantenerno­s continuame­nte conectados a estas aplicacion­es, porque cuanto más estemos en redes sociales, más be- neficios sacan ellos. Y en WhatsApp cualquier persona puede darnos de alta en un grupo, sin nuestro permiso, y no podemos salir de éste sin que todos los miembros reciban la notificaci­ón que la persona ha abandonado el grupo. Deberíamos de pensar de cuántos grupos no salimos para no dar explicacio­nes del porqué.”

“Hemos de aprender a desconecta­r sabiendo que no es tan grave. Que se puede entrar y salir y no pasa nada. Nosotros somos los que nos aplicamos los medios y las sanciones más que el resto del mundo”, afirmó Núñez.

Ahora la rapidez lo domina todo y las relaciones sociales no pueden escaparse de ella. Todavía no sabemos si estas aplicacion­es han venido a liberarnos o a atarnos.

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ANA JIMÉNEZ Los mensajes de WhatsApp permiten ser más atrevidos

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