El 70.º aniversario de Hiroshima se vuelve contra Abe
Los supervivientes critican la iniciativa de permitir acciones militares en el exterior
Linternas de papel de colores fueron puestas a flotar, al anochecer, en el río Motayasu para que fueran llevadas por la corriente, evocando las 140.000 vidas que se cobró el primer bombardeo atómico de la historia, hace 70 años. Fue la emotiva ceremonia final de la conmemoración de Hiroshima. Pero entre este acto y el tañido de la Campana de la Paz por la mañana –a las 8.15 h., la misma hora en que cayó la bomba– hubo tiempo para que los supervivientes del desastre alzaran la voz ante su Gobierno, que, tras decenios de pacifismo sancionado en la Constitución, quiere abrir la puerta a intervenciones militares en el exterior.
El Parque de la Paz reunía este año a unas 55.000 personas y la más amplia delegación internacional recibida hasta ahora en Hiroshima: cien países. Entre ellos, naturalmente, el país agresor. Junto a la embajadora estadounidense en Japón, Caroline Kennedy, estaba la subsecretaria del Departamento de Estado para el control de armas, Rose Gottemoeller, la más alta representante de Washington que ha acudido en estos años a Hiroshima. Su jefe, el secretario John Kerry, se hallaba en Kuala Lumpur, en la reunión de los países de la Asean (el foro de países de Asia y el Pacífico) y casi de camino a Vietnam.
La declaración de Kerry desde allí no dejó de ser funcional. “Nuestro corazón está con los supervivientes”, dijo, asegurando que “nuestra relación con Japón es la más importante que tenemos en el mundo”. Echó mano entonces de su mejor argumento en estos momentos: “No hace falta decir que –Hiroshima– es un recordatorio muy poderoso del impacto duradero que tiene la guerra en las personas, en los países, pero tam- bién destaca la importancia del acuerdo alcanzado con Irán para reducir la posibilidad de más armas nucleares”.
“En tanto que único país golpeado por el arma atómica tenemos la misión de crear un mundo sin el arma nuclear”, dijo el primer ministro japonés, Shinzo Abe, en un discurso de tono pacifista en el Parque de la Paz.
“No puedo soportar esto”, decía a la prensa, poco después, Yukio Yoshioka, presidente de una asociación de supervivientes. Shinzo Abe, según él, “no hace sino pronunciar palabras dulces, pero la actitud del Gobierno actual piso- tea los sentimientos y las plegarias de las víctimas”.
Siete asociaciones de supervivientes –los hibakusha– se han reunido con el primer ministro para pedirle que retire su proyecto de reinterpretar el artículo 9 de la Constitución de 1947 , que limita la actividad de los militares. La idea ahora es permitirles actuar en el extranjero, armas en mano. El alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui –hijo de un hibakusha– recordó a Abe que la Constitución “es un ejemplo para promover el camino hacia la paz en el mundo” y que cambiarla “podría volver a llevar a Japón a la tragedia de la guerra”.
Horas después del discurso de Hiroshima, cientos de personas protestaron ante el Parlamento en Tokio contra el proyecto, que puede ser aprobado en las próximas semanas, y también contra la reactivación, el 10 de agosto, de la central nuclear de Sendai, la primera que volverá a funcionar –con nuevos protocolos de seguridad– tras el desastre de Fukushima. Más de la mitad de los japoneses se oponen a la energía nuclear, y la reforma militar ha hecho caer la popularidad de Abe diez puntos –hasta un 37,7%– desde que el Parlamento empezara en junio a debatir el asunto.
El próximo 15 de agosto, aniversario de la rendición de Japón, el primer ministro tiene que hacer una declaración. Se trata de la vieja cuenta pendiente con los países ocupados en los años treinta. Abe adelantó en Hiroshima que mencionará los “remordimientos por la guerra” y que se atendrá a las declaraciones formuladas hasta ahora “en su conjunto”. En 1995, con motivo del 50 aniversario de la guerra, el primer ministro Tomiichi Murayama reconoció la “agresión” de Japón a sus vecinos. Ahora, un comité de 16 miembros –académicos, periodistas, empresarios...– ha elaborado un informe como base para declaración del día 15 en el que se vuelve a hablar de “agresión”. Pero los asesores de Abe han puesto objeciones al uso del término.
El Comité Internacional de la Cruz Roja aprovechó ayer para señalar que los hospitales siguen atendiendo cada año a miles de supervivientes que sufren las secuelas de la radiación, nada menos que 10.687 en el 2014.
El alcalde de la ciudad y los ‘hibakusha’ dicen a Abe que “podría volver a llevar a Japón a la tragedia de la guerra”