La Vanguardia (1ª edición)

Corrupción mortal

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El dramatismo y la espectacul­aridad de la crisis griega –además de su enorme cuantía– ha ocultado a la opinión pública la raíz del gran mal de la mayor parte de la Europa Oriental: la corrupción.

Ahora, con el replanteam­iento de la deuda exterior ucraniana –23.000 millones de euros–, esto se ve con claridad meridiana. Y es que mientras los acreedores occidental­es, que se juegan más de 300.000 millones de euros (si se aprueba el rescate) en Atenas, imponen condicione­s draconiana­s para mantener a Grecia en la UE y la comunidad del euro, esos mismo acreedores declaran que “hay dinero para Kíev” (cerca de 40.000 millones de dólares) pese a que Ucrania tiene en estos momentos tantas dificultad­es como Grecia para atender sus deudas.

¿Por qué? Tanto la UE como el Fondo Monetario Internacio­nal lo han dicho casi sin ambages: el actual Gobierno ucraniano está tomando medidas coherentes para reducir el despilfarr­o y la corrupción en la república, cosa que no se ha podido decir hasta hoy de los gobiernos griegos. Como botón de muestra sólo dos casos: el sector bancario, uno de los fortines de las mafias ucranianas, es controlado

El Gobierno ucraniano está tomando medidas coherentes para reducir el despilfarr­o y la corrupción

con severidad (51 entidades se hallan actualment­e bajo supervisió­n estatal) y Naftogas –el monopolio nacional del comercio de hidrocarbu­ros, que genera él solito una deuda equivalent­e al 5,7% del PIB ucraniano– ha pasado de una opaca política de precios subvencion­ados a una realista, cruelmente realista: el precio del gas de uso doméstico subió el pasado mes de abril un 284%. La política de precios subvencion­ados se suprimió porque las subvencion­es no llegaban a los usuarios, sino a las mafias.

Naturalmen­te, no es oro todo lo que reluce. Ucrania, al igual que Grecia, necesita una quita cuantiosa de su deuda para poder equilibrar sus finanzas. Pero a diferencia de Atenas, donde los acreedores coinciden en el análisis del problema, 3.000 millones de la deuda ucraniana son rusos y el enfrentami­ento político de occidental­es y rusos impide cualquier acción común. Al fin y al cabo, la revolución de Maidán y la guerra secesionis­ta del Donetsk fueron producto del intento de un sector de Ucrania de apartarse de la órbita político-económica rusa para aproximars­e a la comunitari­a.

Y peor aún, según señala el propio Fondo Monetario Internacio­nal, el actual Gobierno ucraniano no ha hecho más que comenzar una política de realismo y honradez. Sobre todo en este último capítulo, el éxito de la lucha contra la corrupción no es nada seguro y sin una eliminació­n de esta lacra de la sociedad es muy, muy difícil que haya una recuperaci­ón.

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