La Vanguardia (1ª edición)

El domador de pulgas

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Ahora no sabría decir cómo, cuándo, ni dónde. Algunos recuerdos son fotos fijas pegadas en un álbum sin fechas. Enlaces poéticos, quizá nostálgico­s entre el pasado y el hoy. La felicidad de la infancia que ya no vuelve nunca. La ilusión víctima del hiperreali­smo de la edad adulta. Un flash de lo que fuimos. La memoria es otra cosa, es discursiva, tenaz y, a veces, dibujada por el drama. Aunque no siempre.

A lo que iba: la imagen de la carpa, a rayas marineras, de un circo, ahora innominado, una luz tenue cenital, claridad de duermevela. En el centro una mesa con artilugios más pequeños que los juguetes: unas escaleras, una carroza, sillitas… Y allí erguido oficiando: un domador. Sí, un domador de

J.-P. VILADECANS, pulgas. Un personaje extravagan­te como La Mujer Barbuda, El Pedómano, el Hombre Elefante, el ternero de dos cabezas… (ahora los modernos les llamarían friquis). El adiestrado­r era ¿un gran mimo, un prestidigi­tador o un farsante? O todo junto? Nadie vio pulga alguna, pero le creíamos. Casi siempre el mundo del espectácul­o es una ilusión ajena a la razón. Y el gran arte. Dicen que alimentaba sus pulgas con la sangre de su brazo, y que muchas de ellas eran de clase humilde, y que, otras, en cambio, habían chupado sangre azul. Serían, pues, aristócrat­as por contagio. Aristócrat­as por contagio. Hasta hace un par de décadas este número circense era relativame­nte común. Hoy Dominique Querignard es de los pocos domadores que aún quedan, tiene tres pulgas: Mimi, Lulú y Zazá. Y por ahí anda el hombre.

La pulga común o humana ( Pulex irritans) es un insecto neóptero sin alas que prefiere vivir en perros, gatos y con el hombre ¿Es un animal doméstico? ¿De compañía? ¿Una mascota? ¿O todo a la vez? Cada vez que nos pica una pulga, un mosquito o una hormiga deberíamos pensar, antes de quejarnos, en aquellas pulgas del domador esclavizad­as para el deleite de los humanos, y en la libertad de la que hoy gozan nuestros insectos. Desde luego, quien le haya mirado a los ojos a una pulga, sabrá de su ternura, su inteligenc­ia y de sus miedos e ilusiones ¿Entrarán en la nueva ley de protección de los animales domésticos y su uso en los circos? Entre Darwin, la metafísica y la buena voluntad, hemos avanzado mucho ¿Y qué pasará con el domador? “Vivir para ver”, escribió un nostálgico Blas de Otero.

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