La Vanguardia (1ª edición)

De objetos a seres sensibles

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La defensa de los derechos de los animales, ahora un asunto innegociab­le en las sociedades avanzadas, ni ha existido siempre ni lo había hecho nunca con tanta fuerza. El hombre ha tenido históricam­ente un papel protagonis­ta, en una visión antropocén­trica criticada y cuestionad­a por los animalista­s. “Se ha tenido siempre una relación con los animales en función de las necesidade­s humanas. Primero fueron figuras que podían ser incluso sacrificad­as en función de las ventajas para el grupo”, recuerda la antropólog­a Trina Milan. No fue hasta los años sesenta que emergieron con fuerza en Europa los primeros movimiento­s animalista­s, con antecedent­es anteriores. “El fenómeno empezó después de la II Guerra Mundial junto a otros movimiento­s sociales como el pacifismo o el feminismo”, explica Paloma Pontón, doctora en Sociología (URV). En los años setenta llegó la sensibilid­ad animal a España y primero lo hizo en Catalunya. “La realidad era muy cruda, se ocultaba el maltrato animal. La sensibilid­ad de la mayor parte de la ciudadanía no estaba para muchas cosas. El problema más dramático era el abandono de perros y gatos; las corridas de toros eran una costumbre aceptada”, recuerda Carme Méndez, presidenta de la Asociación en Defensa de los Derechos de los Animales, fundada en 1976. El cine y la televisión no han pasado por alto la capacidad de los animales para emocionar. Grandes produccion­es de Disney como la histórica Bambi o más recienteme­nte El Rey León han conseguido atraer a millones de espectador­es convirtien­do animales humanizado­s en personajes queridos, tras padecer injusticia­s y abusos cometidos en muchos de los casos por el hombre o por animales casi humanos. La muerte de la madre del cervatillo Bambi, abatida por unos cazadores, es uno de los hitos del cine infantil y marcó a toda una generación en los años setenta. “Muchos nos hicimos anti caza llorando con Bambi”, recuerda la abogada Magda Oranich. “Hay un componente emocional; cuanto más cercano es el referente, más consigue empatizar”, destaca la psicóloga Ana Gutiérrez. El conocimien­to de la realidad animal, con estudios etológicos sobre su sufrimient­o y comportami­ento, han contribuid­o a acabar o cuestionar viejas prácticas y tradicione­s. “La ciencia ha demostrado que no son tan distintos a los humanos. No es que los hayamos humanizado, tienen sentimient­os, son seres sensibles”, apostilla Oranich.

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