Al Sisi se consagra gendarme de Occidente con el ‘nuevo’ Suez
El presidente Al Sisi dobla en un tiempo récord el canal de Suez para intentar ilusionar al país y dejar atrás la ‘primavera’
El presidente egipcio inaugura el desdoblamiento del canal de Suez, una obra contra reloj.
La orquesta y coros de El Cairo interpretaron ayer la marcha triunfal de Aída en uno de los escenarios más deseados por el Estado Islámico: la península del Sinaí.
Cantaron Aída en la apoteósica inauguración del desdoblamiento del canal de Suez. En presencia de miles de vips de todo el mundo y horas después de que, por primera vez, la filial del Estado Islámico en el Sinaí difundiera un vídeo con su bandera negra sobre un secuestrado occidental –el croata Tomislav Salopek– vestido de naranja.
El presidente Abdul Fatah al Sisi apareció vestido de mariscal. Con un chaleco antibalas visible debajo del uniforme. Anunció el desdoblamiento del canal el pasado agosto. “Lo construiremos en un año”, sentenció. Y un año después, con la ayuda del 75% de las excavadoras más grandes del mundo y muchos bonos patrióticos, ha sido inaugurado. “El Gran Sueño de Egipto”, dice. Más barcos y menos horas para cruzar la ruta marítima más corta entre Europa y Asia.
Tras cuatro años de sueños democráticos, golpes militares y terrorismo islamista, la primavera egipcia ha resultado ser un canal de navegación. Con la guerra abierta contra el Estado Islámico en los campos del Sinaí, el ejército egipcio ha declarado “la guerra del desarrollo”, en palabras de Mohab Mamish, jefe de la Suez Canal Authority. Porque el canal es un gran cuartel: los ingenieros militares han dirigido las obras. Y poco se sabe de las condiciones en las que han estado trabajando los 43.000 trabajadores.
Hubo discursos, cantantes pop locales y cazabombarderos dibujando los colores de Egipto sobre el nuevo canal. En la plaza Tahrir, apenas trescientas personas se concentraron parea celebrarlo.
El presidente Al Sisi tomó hace dos años el poder con un golpe de Estado al que nadie llamó por su nombre, se quitó el traje de mariscal y se invistió en el señor de
las aguas, con toda la carga que para Egipto tiene el cauce del río.
A la espera de que el deshielo del Polo abra por el norte nuevas vías de navegación entre Europa y Asia, el nuevo Mubarak lo apuesta todo en el canal. Una vena que aporta cash y válvulas de presión: por aquí pasa el grueso del petróleo del Golfo hacia Europa y el grueso de marines hacia el Golfo. Una herramienta para intentar recuperar el poder político que Egipto ha perdido ante Qatar o Irán. Una apuesta por la cohesión nacional: orgullo y bonos patrióticos en lugar de urnas.
Todo sirve al relato oficial para justificar la enormidad: el faraón Senusret II, el primero que pensó en unir el Nilo con el mar Rojo; Naser, que nacionalizó el canal y provocó la intervención armada de británicos y franceses; o el mismísimo Corán, cuyas suras –dice la autoridad– “promueven la construcción de grandes infraestructuras”. Ayer fue declarado día de fiesta nacional y, por orden del Ministerio de Asuntos Religiosos, todos los imanes de Egipto deberán leer hoy un sermón unificado que conmina a apoyar este “proyecto gigante”.
Gigante, sí. ¿Y también económicamente rentable? Más del siete por ciento del comercio marítimo mundial pasa hoy por el canal de Suez y las autoridades egipcias calculan que en ocho años todo esto –barcos y beneficios– se doblarán. ¿Proyecto keynesiano o fantasía naseriana?
Con el Estado Islámico a las puertas del canal, el rais apareció con un chaleco antibalas bajo el uniforme de mariscal
Muchos analistas creen que no colmará las expectativas de un país que languidece. Que de momento los beneficios sólo son políticos y que habría sido mejor invertir este dinero en educación.
Otros analistas creen que, equivocada o no, la ampliación del canal refleja el ansia de una mayoría de egipcios para agarrarse al futuro. Y señalan que los beneficios de proyectos patrióticos como este son difíciles de cuantificar, sobre todo a corto plazo. Al fin y al cabo, cuando el canal se construyó, en 1869, pocos creyeron en esta colosal infraestructura impulsada por un excónsul de Francia en Barcelona, Ferdinand de Lesseps. Ni británicos, ni estadounidenses, ni austriacos, ni rusos compraron acciones. Se lo comió todo Francia. Y el canal acabó por revolucionar la historia.
Buena o no, es una inversión bunkerizada. “Bienvenidos al Egipto seguro y a su seguro canal”, indican unos carteles que provocan más inquietud que tranquilidad. Las medidas de seguridad eran ayer extremas para que el Estado Islámico –capaz, como ha hecho en las últimas semanas, de asesinar al fiscal general con un coche bomba y disparar misiles contra buques de la marina– no aguara un espec- táculo cuyo coste económico no se ha querido desvelar. “No hemos trabajado en circunstancias normales, estas circunstancias todavía existen y lucharemos contra ellas hasta derrotarlas”, afirmó Al Sisi. “Egipto se enfrenta a una amenaza terrorista que quemaría el mundo si pudiera”.
Y observando el canal, Occidente. Estados Unidos congeló la ayuda militar a Egipto cuando Al Sisi derrocó al primer presidente elegido en las urnas, el islamista Mohamed Morsi. Con el Estado Islámico desbordando fronteras, Washington se lo ha repensado y ha empezado a enviar al Nilo helicópteros Apache y tanques Abrams. Y también Londres y Pa- rís, que está entregando fragatas y cazabombarderos Rafale.
El croata Tomislav Salopek no fue secuestrado en ningún desierto lejano. Fue secuestrado hace dos semanas en El Cairo. Tiene 30 años, dos hijos y trabaja para una multinacional francesa.
“Quieren intercambiarme por las mujeres musulmanas arrestadas en las prisiones egipcias. El canje se debe producir antes de 48 horas. Si no, los soldados del Estado Islámico me mataran”, dice Salopek en los últimos segundos del video difundido horas antes de la inauguración de “El Gran Sueño de Egipto”.
Anoche, en el Sinaí, los acordes de Aída hacían de cuenta atrás.