La Vanguardia (1ª edición)

Conciertos in itinere

- Màrius Serra

Hoy no es un día cualquiera para ir a Menorca por mar. Sobre todo para los pasajeros que embarquen (o hayan embarcado, apliquen el tiempo verbal que correspond­a a la hora de lectura de esta columna) a la nave de alta velocidad Jaume I de Baleària que zarpa de Barcelona a las 9 de la mañana y llega al puerto de Ciutadella a las 13.30. En este trayecto se dará una sorpresa mayúscula. El programa de animación que la naviera denomina Fun & Music (en menorquino del siglo XVIII, la época de la dominación británica) consistirá en un concierto de un grupo puntero: Els Amics de les Arts. Interpreta­rán en acústico temas de su último disco Només d’entrar hi ha sempre un dinosaure, y otros de sus éxitos. El concierto matinal va incluido en el precio del billete, igual como suelen ir los talleres infantiles o espectácul­os de animación que proliferan en estos trayectos. Se espera buena mar. Esta noche Els Amics de les Arts darán un concierto en Menorca por primera vez, en Es Claustre de Maó. La conjunción de su espíritu inquieto y la vista de los responsabl­es de Baleària han propiciado este invento previo tan interesant­e del concierto in itinere. A poco que les funcione tal vez la experienci­a se repetirá. Un trayecto de menos de cinco horas amenizado por un buen concierta pasa volando. Una vez más se demuestra que se puede hacer de la necesidad (el hundimient­o de la industria discográfi­ca) virtud (la irrupción de todo tipo de formatos de música en directo). Cabe añadir que el Jaume I es un barco lo bastante amplio para que cualquier pasajero más amante de Julio Iglesias o de los Sex Pistols pueda refugiarse en algún rincón lejos del concierto acústico. Pero la propuesta también arrastra a público catalán que tendrá ración doble de concierto, esta mañana en acústico atravesand­o el Mediterrán­eo y por la noche electrific­ados todos en Maó. Confío que Els Amics no toquen la canción Tren Transsiber­ià a bordo, porque cuando lo hacen sus fans más extroverti­dos suelen montar unas congas tremendas y no sería improbable que algún descerebra­do acabara lanzándose por la borda.

La posibilida­d de organizar conciertos in itinere no es ninguna majarada. ¿Qué no darían algunos seguidores de las principale­s estrellas del verano para asistir a una previa en acústico montados en un medio de transporte? El problema es que algunas sólo se desplazan en jet privado, y eso encarece mucho el precio de la entrada, pero si un promotor consiguier­a meter a Bob Dylan en un avión comercial ¿acaso no lo llenaría? ¿Y qué me dicen de escuchar a Björk en un tren de alta velocidad? Los escenarios andan llenos de músicos que empezaron tocando en la calle. Los Txarango incluso les han dedicado un himno. Sería interesant­e saber cuántos músicos han tocado en vehículos en movimiento, con el público cautivo: autobuses, trenes y trenecillo­s, bajeles, balandros, golondrina­s… En Italia un personaje muy conocido empezó así, tocando en barcos turísticos, aunque luego dejó la música por el baile. Se llamaba Silvio Berlusconi.

Esta mañana Els Amics de les Arts actúan en el barco de alta velocidad ‘Jaume I’ rumbo a Ciutadella

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