Ritmo, música y participación
Macaco presentó en el festival de Cap Roig sus ‘Historias tattooadas’ ante un público entregado
Puntual, cumplidor y sin dar gato por liebre. Un viejo conocido de Cap Roig como es Macaco regresó anoche al festival con una propuesta que arrastra a legiones de fieles. Ayer no fue una excepción, y el aforo de los jardines prácticamente se llenó de un público bastante mezclado aunque predominantemente joven, con un buen número de niños pequeños también presentes.
Dani Carbonell, Macaco, venía a estrenar en los escenarios catalanes su último álbum, un Historias tattoadas, que además de sus ya conocidas temáticas de carácter social, reivindicativo y ecologista, muestra una propuesta musical muy marcada en el ritmo y la variedad estilística. Anoche fue generoso en su tiempo y dedicación, se alargó a los cien minutos y ofreció una velada musical equilibrada, poco dada a la agitación pop y sí, en cambio, enfocada más a la nitidez rockera, y, a partir del tema Volar, al pegadizo pupurri estilístico que domina su mencionada última obra, desde sabor cubano a tonalidades de crooner.
Una docena de temas más un par o tres de bises dieron vida a un show, además, bien pensado desde el punto de vista participativo, que es una de las características indisociables a la propuesta de Macaco desde que se dedica a la música. Comenzó la velada con sus cinco músicos a solas –sólidos y todos también encargados de las segundas voces– y el líder asomando poco después con un “Bona nit Cap Roig, buenas noches, aquí Macaco”, y ya de buenas a primeras metiéndose al público en el bolsillo con un hit como Hijos de un dios menor. Tardó ocho minutos en desgranarla, y ya entonces se comprobó el efectivo juego de luces, el somero telón de fondo, la nitidez del sonido, la calidad de los instrumentistas, y, por supuesto, las ganas de interactuar por parte de Macaco. Prueba exhaustiva de esta casi necesidad se vivió ya en el tercer tema de la noche, un Love que se prolongó de forma muy generosa, y en donde descendió a cantar entre el público, o con los músicos formando la palabra citada en inglés y castellano.
La fórmula de mezclar estas tonadas hábilmente pegadizas, con los indispensables estribillos para ser coreados sin falta, con reflexiones y comentarios de tipo solidario, vital o justiciero, funcionó ante un público más interesado en corear y seguir rítmicamente sus temazos adictivos – Moving, Tengo, Seguiremos– que esas inquietudes en busca de una vida mejor: “esta canción siempre tuvo vocación luchadora, por una sanidad pública digna” (en referencia a Seguiremos, que interpretó en gustoso aroma reggae), las prospecciones petrolíferas en las Baleares y las Canarias ( Moving), “volemos juntos pero cada uno con sus alas” ( Volar). Tuvo tiempo también de acordarse del fallecido poeta Eduardo Galeano, algo que no pareció afectar a un público encantado de pasar tan buen rato.
Carbonell alternó sus mensajes solidarios y concienciados con una pegadiza antología de sus grandes éxitos