La Vanguardia (1ª edición)

Ritmo, música y participac­ión

Macaco presentó en el festival de Cap Roig sus ‘Historias tattooadas’ ante un público entregado

- Esteban Linés Calella de Palafrugel­l

Puntual, cumplidor y sin dar gato por liebre. Un viejo conocido de Cap Roig como es Macaco regresó anoche al festival con una propuesta que arrastra a legiones de fieles. Ayer no fue una excepción, y el aforo de los jardines prácticame­nte se llenó de un público bastante mezclado aunque predominan­temente joven, con un buen número de niños pequeños también presentes.

Dani Carbonell, Macaco, venía a estrenar en los escenarios catalanes su último álbum, un Historias tattoadas, que además de sus ya conocidas temáticas de carácter social, reivindica­tivo y ecologista, muestra una propuesta musical muy marcada en el ritmo y la variedad estilístic­a. Anoche fue generoso en su tiempo y dedicación, se alargó a los cien minutos y ofreció una velada musical equilibrad­a, poco dada a la agitación pop y sí, en cambio, enfocada más a la nitidez rockera, y, a partir del tema Volar, al pegadizo pupurri estilístic­o que domina su mencionada última obra, desde sabor cubano a tonalidade­s de crooner.

Una docena de temas más un par o tres de bises dieron vida a un show, además, bien pensado desde el punto de vista participat­ivo, que es una de las caracterís­ticas indisociab­les a la propuesta de Macaco desde que se dedica a la música. Comenzó la velada con sus cinco músicos a solas –sólidos y todos también encargados de las segundas voces– y el líder asomando poco después con un “Bona nit Cap Roig, buenas noches, aquí Macaco”, y ya de buenas a primeras metiéndose al público en el bolsillo con un hit como Hijos de un dios menor. Tardó ocho minutos en desgranarl­a, y ya entonces se comprobó el efectivo juego de luces, el somero telón de fondo, la nitidez del sonido, la calidad de los instrument­istas, y, por supuesto, las ganas de interactua­r por parte de Macaco. Prueba exhaustiva de esta casi necesidad se vivió ya en el tercer tema de la noche, un Love que se prolongó de forma muy generosa, y en donde descendió a cantar entre el público, o con los músicos formando la palabra citada en inglés y castellano.

La fórmula de mezclar estas tonadas hábilmente pegadizas, con los indispensa­bles estribillo­s para ser coreados sin falta, con reflexione­s y comentario­s de tipo solidario, vital o justiciero, funcionó ante un público más interesado en corear y seguir rítmicamen­te sus temazos adictivos – Moving, Tengo, Seguiremos– que esas inquietude­s en busca de una vida mejor: “esta canción siempre tuvo vocación luchadora, por una sanidad pública digna” (en referencia a Seguiremos, que interpretó en gustoso aroma reggae), las prospeccio­nes petrolífer­as en las Baleares y las Canarias ( Moving), “volemos juntos pero cada uno con sus alas” ( Volar). Tuvo tiempo también de acordarse del fallecido poeta Eduardo Galeano, algo que no pareció afectar a un público encantado de pasar tan buen rato.

Carbonell alternó sus mensajes solidarios y conciencia­dos con una pegadiza antología de sus grandes éxitos

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LLIBERT TEIXIDÓ El músico barcelonés en los primeros compases del concierto de anoche
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