La Vanguardia (1ª edición)

La sombra diplomátic­a de Rajoy

- IÑAKI ELLAKURÍA Barcelona

Se define como un “hombre de mundo” y una de sus grandes pasiones son las motociclet­as

Hijo de una de las familias tradiciona­les de los barrios altos de Barcelona, donde la militancia política es vista más como una excentrici­dad que como un deber, a Jorge Moragas (1965) la función pública le sedujo lentamente y a medida que fue saboreando las mieles del poder, la fuerza de los titulares y el olor a moqueta. Ha sido y es la sombra diplomátic­a de Mariano Rajoy, la persona más cercana al presidente del Gobierno y la encargada entre bambalinas de solucionar los problemas de cañerías en la Moncloa y en Génova 13, sede nacional del Partido Popular.

A esa condición de jefe de Gabinete y de fontanero de urgencia, Moragas –casado y con dos hijas ya adolescent­es– ha sumado después de los malos resultados de las municipale­s del 24-M la de jefe de campaña de Rajoy para las próximas elecciones generales. Su cometido no es desde luego fácil: revertir los sondeos que señalan una importante pérdida de votos del PP y obtener una mayoría suficiente que garantice a Rajoy cuatro años más de presidenci­a. Moragas, probableme­nte uno de los catalanes con mayor poder y capacidad de influencia en la España de hoy, es consciente de su responsabi­lidad pero no parece inquieto. El riesgo y la aventura siempre le han atraído.

Cosmopolit­a, divertido, elegante, coqueto y con esa dosis de comedida arrogancia que caracteriz­a a los chicos educados en los colegios de Pedralbes y Sant Gervasi, pone a finales de los ochenta tierra de por medio de una Catalunya en pleno pujolismo y que le parece “asfixiante”, cerrada, aburrida.

Con una querencia natural por el mundo anglosajón, complement­a sus estudios de Derecho en Estados Unidos (Universida­d de Drew) y también estudia arte en Francia, donde descubre el cómic, la pintura y el cine. Tres de sus aficiones que ahora trata de cultivar en sus escasos momentos de ocio. De gusto ecléctico, disfruta tanto del expresioni­smo abstracto de Mark Rothko como de cualquier campo santo del paisajista catalán de principios del siglo XX Modest Urgell. En la gran pantalla, se queda con el humor cáustico de La escopeta nacional, de García Berlanga, y Lawrence

de Arabia, de David Lean, película esta que ha visto en infinidad de ocasiones.

Esos años de formación acadé- JEFE DE GABINETE DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, JORGE MORAGAS ES HOY UNO DE LOS CATALANES CON MÁS INFLUENCIA Y PODER EN ESPAÑA. COSMOPOLIT­A, CULTO Y DIVERTIDO, ESTE DIPLOMÁTIC­O DE CARRERA SEDUCIDO POR LA POLÍTICA VIVE A CABALLO ENTRE BARCELONA Y MADRID, MIENTRAS SUEÑA CON DAR LA VUELTA AL MUNDO Y TOREAR EN LA MONUMENTAL mica y sentimenta­l lejos de España le sirven para aclarar su futuro y definir su vocación. Se decanta por probar suerte en la carrera diplomátic­a y aparcar, aunque sea momentánea­mente, su deseo de convertirs­e en director de cine.

Desde muy joven, cuando circula con sus amigos por el pie del Tibidabo en una Montesa Cota 25, diseñada por Leopoldo Milá –las motos es otra pasión, heredada de su padre, director de competició­n de Montesa–, Moragas fantasea con ser un “hombre de mundo”, viajar, vivir experienci­as nuevas…

La carrera diplomátic­a, entiende, le puede ofrecer algo parecido a ese sueño, amén de una profe- sión bien vista en su entorno familiar y social, donde la mayoría de sus amigos acabarán triunfando en el mundo de la empresa.

Una vez acabada la licenciatu­ra de Derecho, en 1992 se traslada a Madrid para preparar su entrada en la Escuela Diplomátic­a, donde coincide entre otros con Cándido Creis, hasta hace poco jefe de protocolo de la Casa del Rey. Tres años después, en julio de 1995, consigue uno de los puestos más deseados por los 500 candidatos que ese año concurren al examen de diplomátic­o: la Moncloa.

Un cargo que le cambiará la vida. Moragas entra en el departamen­to de protocolo del entonces presidente del Gobierno, el socialista Felipe González, cuando se define la presidenci­a española de la Unión Europea. Pero no será hasta 1996, con la llegada de José María Aznar y Ana Botella como nuevos inquilinos de la Moncloa, cuando Moragas empieza a interesars­e en serio por la política.

Su perfil cosmopolit­a, su capacidad de trabajo y entrega y su condición de catalán liberal y no nacionalis­ta gusta en el entorno de Aznar, en un momento en el que el PP negocia con CiU un pacto de estabilida­d en Madrid y Barcelona y un nuevo sistema de financiaci­ón. En esos primeros días de la familia de Aznar en palacio, el presidente, después de conocer al joven diplomátic­o catalán, exclamó: “¿Jordi? Muy interesant­e para los tiempos que corren”.

No tarda Moragas en ser apadrinado por Carlos Aragonés, director del gabinete de Aznar, Javier Zarzalejos, secretario general de Presidenci­a, y Alejandro Agag, a la sazón secretario personal de Aznar y hoy su yerno. En el gabinete monclovita aprende los entresijos del poder, está presente en las negociacio­nes con ETA y va ganando influencia política en el PP, además de labrarse la confianza del presidente durante sus muchos y largos viajes internacio­nales, de los que Moragas se ocupa de organizar hasta el último detalle.

Buen conocedor de l’Empordà, que junto a Menorca –donde alquila cada año un apartament­o– suele veranear, Moragas descubre al matrimonio Aznar los más bellos rincones y los secretos de la tierra de Josep Pla, uno de los escritores de cabecera del líder popular.

Pese a su influencia y buena relación con Aznar, hombre frío y de trato seco, el joven diplomátic­o no se afilia al PP hasta el año 2000. Después, apenas tarda dos años en convertirs­e en responsabl­e de Relaciones Internacio­nales y em- pieza a conocer a Rajoy, la persona más determinan­te en su carrera profesiona­l. No será empero hasta el 2004, cuando el régimen castrista le expulsa de Cuba y le impide reunirse con un grupo de disidentes, cuando se empieza a hablar de Moragas en los medios. Llama la atención su blog personal, en un momento en el que la mayoría de políticos siente alergia por las nuevas tecnología­s, y su inseparabl­e mochila de cuero, que le ayuda a sobrevivir en la ajetreada vida a caballo entre Madrid y Barcelona –suele llevar una libreta Moleskine, unas bambas para correr, muchos diarios, un Ipod y un neceser–, además de dotarle de un aire bohemio que le distancia de la clásica del pepero de blazer y mocasín.

Hábil y atento, sabe surfear en el pantano del cambio político del PP tras la salida de Aznar y se gana la confianza de Rajoy, quien le convertirá en su inseparabl­e escudero. Moragas se convierte en su cicerone en la escena internacio­nal y le abre los despachos de algunos de los líderes conservado­res del momento, como el británico David Cameron y el francés Nicolas Sarkozy. Además introduce en las campañas electorale­s algunas de las últimas técnicas del marketing político

made in USA.

Pero sobre todo se muestra leal a Rajoy cuando tras las derrotas del 2004 y 2008 sus viejos camaradas aznaritas intentan recuperar al asalto el poder del partido. Una lealtad que Rajoy, ya como presidente, premia en el 2011 nombrándol­e jefe de gabinete. Moragas regresa a la Moncloa, pasando definitiva­mente de la motociclet­a –conserva una BMW

1150 GS de segunda mano–, al coche oficial y forma su particular equipo de confianza, en el que destaca otro catalán, Alfonso de Senillosa, fundador de la cadena Workcenter.

En estos años junto a Rajoy, Moragas ha sido algo más que la sombra, el confidente y el amigo del presidente. Durante un tiem- po se encargó de hacer de puente con las fuerzas vivas de Catalunya para buscar una solución dialogada al embate soberanist­a de Artur Mas. Sin embargo, poco a poco fue abandonand­o el “frente” catalán, harto de lo que considera “deslealtad­es” de la Generalita­t y algunos conspicuos miembros de la sociedad civil catalana. También ha sido el responsabl­e por encargo expreso de Rajoy de la reforma de la Casa Real, después de la polémica del elefante, y de rehacer el Consejo de Seguridad Nacional de España, integrando a los ministerio­s de Defensa, Interior y Exteriores.

En los próximos meses Moragas afrontará su tarea más delicada con unas elecciones catalanas y unas generales en las que el PP de Rajoy se juega el ser o no ser. Moragas está convencido de que el proyecto popular y el trabajo realizado por el Gobierno para sacar a España del pozo de la crisis se verán recompensa­ndos. Pero también tiene muy claro que hay vida más allá de la política. Y muchos sueños por realizar: dar la vuelto al mundo, dirigir una película, torear en la Monumental de Barcelona y, sobre todo, que su mujer, Paloma Tey, triunfe con el proyecto de bolsos All We Love y le permita retirarse a releer clásicos como La isla del tesoro o cualquiera de Mario Vargas Llosa.

Buen conocedor del Empordà, descubrió los secretos de la tierra de Josep Pla al matrimonio Aznar

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 ?? ANA JIMÉNEZ ?? El dirigente del PP suele veranear cada estío en una casa de alquiler de la isla de Menorca. Un pequeño pero inmenso placer al que no piensa renunciar este año pese las elecciones
ANA JIMÉNEZ El dirigente del PP suele veranear cada estío en una casa de alquiler de la isla de Menorca. Un pequeño pero inmenso placer al que no piensa renunciar este año pese las elecciones

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