La Vanguardia (1ª edición)

La maldición del mundo árabe

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PTahar Ben Jelloun ara entender el surgimient­o y el éxito del ejército del pseudo Estado Islámico, también conocido como el Daesh (por su acrónimo en árabe), hay que remontarse al 23 de julio de 1952. Ese día, dos oficiales egipcios, Mohamed Naguib y Gamal Abdel Nasser, derrocaron por un golpe de Estado al rey Faruk I de Egipto. Había nacido el movimiento de los Oficiales Libres. Una nueva página se escribirá en el mundo árabe. Nasser rápidament­e eliminará a su aliado Naguib y asumirá plenos poderes, establecie­ndo una dictadura que reprime toda oposición, incluidos los todavía modestos Hermanos Musulmanes, la fraternida­d fundada por un profesor en 1928. El 18 de marzo de 1953 la monarquía fue abolida. Unos egipcios lo vieron como una esperanza; otros, sobre todo los marxistas, fueron arrestados y enviados a prisiones ubicadas en el desierto.

Veinte años más tarde fue el turno de Siria de experiment­ar un golpe militar trayendo al poder a un miembro de la minoritari­a tribu alauí, Hafez el Asad. Gobernará con mano de hierro el país hasta su muerte en el 2000. Él ordenó la masacre de Hama, que tuvo lugar el 2 de febrero de 1982, y que se saldó, según el Consejo Sirio de Derechos Humanos, con 40.000 muertos. Este crimen quedó impune. Entonces su hijo le sucedió. Oftalmólog­o, Bashar el Asad, a quien todo el mundo conoce desde marzo del 2011, cuando disparó a los manifestan­tes pacíficos desarmados en Damasco. Desde entonces, una guerra que ha causado un número estimado de 300.000 muertes, cuatro millones de refugiados y un país destruido con su patrimonio arquitectó­nico, sus tesoros artísticos y su pueblo que sufre.

El golpe militar se convierte en la forma más fácil de tomar el poder y ejercerlo de forma dictatoria­l en algunos países árabes como Iraq, Libia, Sudán o Maurita-

T.B. JELLOUN, nia, entre otros. Ningún Estado árabe y musulmán responde satisfacto­riamente a la definición de la democracia. Las libertades civiles son a menudo silenciada­s. Las guerras perdidas con Israel exacerbará­n las tensiones ya existentes dentro de los países árabes.

Nasser libró una guerra sin piedad a la Hermandad Musulmana, arrestó a su líder, Sayd Qutb, lo condenó a muerte y lo hizo colgar el 29 de agosto de 1966. Con este mártir, nació el islamismo. Se fundamenta­listas radicales a organizars­e y participar en su guerra. El objetivo: mostrar al mundo, especialme­nte a Europa y EE.UU., que es mejor una Siria con Bashar que un país gobernado por islamistas radicales que matarían a todos los cristianos de Oriente. Se lanza el mensaje. Hoy se rumorea que tratan de negociar con el oftalmólog­o convertido en un guerrero sin alma, feroz y desesperad­o por mantenerse en el poder. En cuanto a la población

El mundo árabe reconoce el clan, la tribu, la familia, pero no el individuo. Pero el reconocimi­ento del individuo es la base de la democracia. Esto es lo que explica la decadencia y el subdesarro­llo político y cultural del mundo árabemusul­mán. Sin democracia, todo es posible, especialme­nte el mantenimie­nto del sistema militar que ya no deja el poder. Egipto está dirigido por soldados desde 1952; en Argelia desde la independen­cia en 1962 es el ejército que lo

La realidad es amarga, triste y desesperad­a. La voz árabe ya no se oye en el mundo. El titular de un pasaporte árabe es siempre sospechoso. A menudo se produce la amalgama entre terrorismo árabe y musulmán. Capitales de Europa y América influyen en los países del Golfo para venderles armas. Son complacien­tes con ellos, cierran los ojos a un sistema medieval donde las mujeres no tienen derechos, donde no existe el individuo o los derechos humanos son ignorados. No sólo venden sus armamentos sino que se instalan en esos países para defenderlo­s.

Así aparece en muchos países árabes una sociedad civil a menudo dirigida por mujeres valientes que preparará la primavera árabe. Se prepara sin saberlo. Ya que

El llamado Estado Islámico es el hijo de las dictaduras y el fracaso de la oposición progresist­a

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El régimen de Bashar el Asad liberó a fundamenta­listas y animó a actuar a los islamistas para tratar de obtener el apoyo de Europa y EE.UU.

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