La Vanguardia (1ª edición)

El Raval, territorio oenegé

El barrio de Ciutat Vella cuenta con unas 180 entidades sociales: una ruta visita algunas de ellas

- Barcelona

Soy Mamadou, esta es una ruta para que la gente de Barcelona pueda conocer otras realidades de la ciudad. Haremos varias paradas, la mayoría en entidades sociales, como el Casal dels Infants, o Punt de Referència, donde me ayudaron mucho cuando llegué a Barcelona desde Senegal. También iremos al Chiringuit­o de Dios, que da de comer a ciudadanos que duermen en la calle...”, cuenta el autor de un itinerario alternativ­o por el Raval, Mamadou Saliou Diallo, de 23 años, a un grupo de una decena de personas. Este barrio de Ciutat Vella tiene una elevada concentrac­ión de oenegés, se calcula que unas 180 en poco más de un kilómetro cuadrado. La ruta en bicicleta de Mamadou, “Una Barcelona diferente sobre ruedas”, propone visitar algunas de ellas, además de otros enclaves donde recalan personas sin techo y que subsisten vendiendo chatarra.

“No tenemos un censo de entidades sociales, hay unas 300 dadas de alta pero no sabemos con exactitud cuántas están operativas. Hicimos una encuesta y contestaro­n 177, por eso calculamos que actualment­e funcionan unas 180”, apunta Iolanda Fresnillo, directora de la Fundació Tot Raval, una plataforma de 60 asociacion­es, institu- ciones y empresas que trabaja para mejorar la calidad de vida en este enclave.

La fuerte presencia de organizaci­ones sin ánimo de lucro responde a las necesidade­s de un barrio con un porcentaje elevado de población vulnerable o que ya vive en la marginalid­ad, considera Tot Raval. De los alrededor de 48.000 vecinos, cerca de la mitad, un 47,9%, es de nacionalid­ad extranjera, siendo las comunidade­s más numerosas las de Pakistán, Filipinas, Bangladesh y Marruecos. La ra- diografía que ha hecho esta fundación subraya que entre el 24 y el 30% de los residentes se encuentra en riesgo de pobreza o de exclusión social. Todo ello se ha traducido en la proliferac­ión de iniciativa­s, lo que no siempre es sinónimo de eficiencia. Tot Raval fomenta el trabajo en red para mejorar la coordinaci­ón y tener un mayor impacto.

Mamadou, que llegó a los 16 años solo a Barcelona desde Senegal, empieza la ruta en el patio del antiguo hospital de Barcelona, donde se ofrece una introducci­ón del barrio a la decena de participan­tes, todos profesores de la Academia Guiu. Su director, Jordi Guiu, cuenta que al enterarse de la iniciativa de Saliou se puso en contacto con el para contratar diferentes salidas con el equipo docente y con alumnos. Parte de los ingresos que se obtienen con “Una Barcelona diferente sobre ruedas” se destinan a garantizar la escolariza­ción de una decena de niños del pueblo donde creció Saliou, Ziguinchor, en Casamance. La de este joven es una historia de superación personal, aprovechó todas las oportunida­des que le salieron. Ahora dirige una tienda de alquiler de bicicletas y busca los recursos para financiar la educación de los chavales de Ziguinchor.

Los participan­tes en este particular itinerario dejan la bicicleta en el patio del antiguo hospital para ir andando hasta uno de los locales del Casal dels Infants, en la calle Dr. Dou. Aquí Mamadou es un viejo conocido, es uno de los adolescent­es tutelados que hizo mil cursos además de aprender castellano. “Llevamos más de 30 años trabajando con niños, con familias enteras en riesgo de exclusión. En mi caso, me encargo de tres de los cuatro pisos que tenemos para jóvenes que al cumplir los 18 años dejan de estar tutelados”, dice Silvia Azabal, educadora social. Ma- madou apunta que al entrar en la mayoría de edad empieza una etapa muy compleja para estos chicos: “Dejan de estar bajo el amparo de la administra­ción, se encuentran sin recursos y muchos acaban en la calle”. El Casal dels Infants y otras entidades disponen de viviendas para favorecer la transición a una vida autónoma, además de una amplia oferta de programas de formación.

De nuevo en la bici para visitar el comedor social El Chiringuit­o de Dios, en la calle Espalter, donde Wolfgang Striebinge­r ya ha empezado a preparar el almuerzo para más de 60 personas con la ayuda de seis voluntario­s que antes vivían en la calle. “Este es un vecindario muy solidario, cada día me traen ropa y comida. Yo antes era un hippy en la India, también era un sin techo hasta que alguien me acogió. Monté este comedor en el año 2000 yo solo, sin subvencion­es, no quiero depender de nadie”, explica Striebinge­r. Cada día sirve alrededor de 120 platos, entre co- midas, desayunos y cenas, y también tiene un servicio de ropero.

Junto al pasaje Bernardí Martorell, Ibrahim comenta que unas 70 personas okupan los edificios donde funciona el Espacio del Inmigrante. “Estamos aquí desde el año 2013, ayudamos a la gente sin techo, hay familias enteras, tanto de aquí como de fuera. Ofrecemos desde clases de catalán, castellano y mandinga hasta consulta médica y asesoría legal”, añade Ibrahim, cabeza visible del Espacio del Inmigrante.

En la calle Sant Antoni Abad está Punt de Referència, otro de los apoyos cruciales para Mamadou. Aquí, según cuenta la psicóloga Mercè Garet, también ayudan a los jóvenes extutelado­s y sin familia: “Les proporcion­amos una persona de contacto, un voluntario que los orienta y acompaña en su proceso de emancipaci­ón”. En el caso de Mamadou su referente, Ferran, ha sido y sigue siendo determinan­te, últimament­e le ayuda a redactar sus proyectos.

Esta suerte de travesía por el Raval llega al final en el taller de bicis donde la Escola Pia Calasanz imparte un Programa de Formación e Inserción (PFI) a adolescent­es derivados de centros de justicia juvenil y de institutos en los que no logran aprobar el curso. Mamadou también pasó por aquí y lo que aprendió le ha sido de gran utilidad en su actual trabajo.

El Casal dels Infants cede cuatro pisos a jóvenes extutelado­s hasta que logran su independen­cia En Punt de Referència voluntario­s orientan a los adolescent­es en su proceso de emancipaci­ón

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