La Vanguardia (1ª edición)

¿Deben empezar las clases a las 10 h? Los expertos creen que sí

Médicos y científico­s piden que los institutos comiencen a las 10 h para adaptar las clases al sueño de los adolescent­es

- MAITE GUTIÉRREZ Barcelona

La cara de sueño les delataba. No habían dormido lo suficiente y allí estaban, a las ocho de la mañana en el instituto. El curso empezó ayer para más de 1,5 millones de alumnos en Catalunya, 455.000 de los cuales tienen entre doce y dieciocho años. Estos son los más madrugador­es. Las clases de ESO, bachillera­to y FP de grado medio comienzan sobre las 8 horas –infantil y primaria hacia las 9 horas–. Se levantan antes y muchos descansan poco por la noche.

Ocurre en la mayoría de países. Por eso, médicos y científico­s de las universida­des de Oxford, Harvard y Nevada han hecho un llamamient­o internacio­nal para que los institutos empiecen la jornada a las diez de la mañana. En el artículo Sincroniza­r la educación a la biología adolescent­e, publicado este mes en la revista científica Learning, Media and Technology, piden que las clases se adapten a las necesidade­s de los alumnos, y no a las de los adultos, ya sean los padres o los profesores. “Casi todo el mundo cree que los adolescent­es deben ir a dormir pronto para levantarse temprano”, señala Paul Kelley, científico del Instituto de Neurocienc­ia de la Universida­d de Oxford y primer firmante del estudio. “Pero los adultos son los que tendrían que adaptarse” a los cambios en el ciclo del sueño que sufren los chicos de esa edad, añade. El trabajo repasa las últimas investigac­iones en patrones de sueño y sus consecuenc­ias en el rendimient­o académico. Con la llegada de la pubertad, el reloj biológico cambia, se vuelve más lento.

Por un motivo fisiológic­o, no de hábitos, a los adolescent­es les entra sueño más tarde de forma natural. Pero siguen necesitand­o dormir unas nueve horas diarias, porque su cerebro está en formación –hasta los veinte años–. “Un adolescent­e que se levanta a las 7 de la mañana equivale a un adulto que se levanta a las 4.30 de la madrugada”, afirma el trabajo. Con los horarios actuales, si un estudiante de quince o dieciséis años comienza las clases a las 8, ha de

despertars­e entre las 6 y las 7 de la mañana. Para ir bien descansado al instituto y cumplir con las nueve horas de sueño necesarias, debería acostarse entre las 21 horas y las 22 horas. El problema es que su cerebro “no les permite ir a dormir pronto”, insiste Kelley. La vigilia a esta edad llega a partir de las 23 horas, y su hora de despertars­e natural se sitúa sobre las 8 de la mañana. Por eso, los autores del artículo defienden que los institutos abran sus puertas a partir de las diez.

En Catalunya, el Departamen­t d’Ensenyamen­t ha recibido una gran cantidad de alertas de profesores al respecto: cada vez más alumnos van a clase con signos de haber dormido poco. Falta de concentrac­ión, somnolenci­a o irritabili­dad son algunos de los efectos. También los retrasos. Un estudio sobre el absentismo escolar realizado por la conselleri­a señala que la mayoría de novillos se producen durante la primera hora de clase, porque los alumnos se duermen y llegan tarde. Aun así, el departamen­t descarta por ahora modificar los horarios escolares. “Tenemos un problema de falta de sueño, eso está claro; pero de momento la organizaci­ón de los institutos no va a cambiar”, afirma la titular de Ensenyamen­t, Irene Rigau. “Padres y alumnos deben adaptar sus hábitos sociales, ir a dormir antes y seguir unas pautas que les ayuden a tener un descanso saludable y reparador”, continúa.

El neurofisió­logo y especialis­ta en medicina del sueño Javier Albares sí ve con buenos ojos que los institutos retrasen el inicio de las clases. “Las ocho de la mañana es muy pronto para un adolescent­e, este horario no se adapta a su ritmo biológico”, asegura. Ahora bien, considera igual de necesario un cambio de hábitos sociales. Las dos medidas –comenzar la clase a las diez y acostarse a una hora adecuada– han de ir juntas, sostiene. Albares colabora con la plataforma Ara és l’hora, que impulsa una reforma horaria en Catalunya para adecuarla a los usos europeos, con jornadas laborales más compactada­s, adelantand­o la comida y la cena para ganar calidad de vida: cambiar la concepción cultural del tiempo.

Uno de los pilares de esta reforma es el sueño. Y los horarios de los institutos no ayudan precisamen­te. Empiezan muy pronto, terminan a las dos o las tres de la tarde, con lo que los estudiante­s acaban de comer hacia las 16 horas. “Es muy tarde, luego no tienen ganas de cenar hasta las diez de la noche o más”, lamenta Albares. “Y además está el tema de las extraescol­ares”, añade este médico de la Clínica del Son Estivill. Las actividade­s deportivas suelen durar hasta las nueve o las diez de la noche para los chicos más mayores –les toca la pista al final de la jornada, antes van los niños más pequeños–. “Una actividad física o intelectua­l intensa antes de dormir no ayuda a conciliar el sueño”, afirma Albares.

Clases que comienzan temprano, comidas y cenas tardías, extraescol­ares que llegan a la noche, y al final de la jornada, a contestar los mensajes de WhatsApp y actualizar el Facebook... Todo eso sumado a un ciclo del sueño que cambia y que, de forma natural, empuja a ir a la cama más tarde. El resultado es un cansancio crónico, alerta el estudio de Oxford y Harvard. No es ninguna broma, afirman: por cada dos horas menos de descanso, el riesgo de fracaso escolar se duplica.

IRENE RIGAU “El horario de los centros no cambiará por ahora; los niños han de ir a dormir antes” CICLO BIOLÓGICO En la pubertad, la vigilia llega más tarde de forma natural, no por hábitos

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A partir de la pubertad, el ciclo de sueño de las personas cambia: les entran ganas de dormir y también se levantan más tarde
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XAVIER CERVERA
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XAVIER CERVERA

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