La Vanguardia (1ª edición)

El origen

- Pilar Rahola

En su libro Let Catalonia vote, Ramon Tremosa ofrece una completa informació­n sobre el proceso, visto desde los ojos exteriores. Es uno de esos libros amenos, rigurosos y útiles que ayudan a responder preguntas, deshacer entuertos y encauzar desconcier­tos. Lo cual, si me permiten, es marca de la casa, no en vano hablamos de uno de los eurodiputa­dos más serios y entregados del Parlamento Europeo. En dicho libro, Ramon explica que desde que empezó el proceso catalán, no ha parado de responder a preguntas de gentes de todos los países, interesado­s por lo que ocurría por estos lares. Incluso asegura que siempre lleva a mano dos libros útiles para entender el tema catalán, el What’s up with Catalonia, de la norteameri­cana Liz Castro, y el Catalonia calling, de Sàpiens. Pero añade un dato nada sorprenden­te, aunque siempre relevante: nadie, del ámbito español, ni a derecha, ni a izquierda, se le ha acercado para preguntar qué estaba realmente pasando. Con una excepción, el ministro Margallo, eurodiputa­do del 2009 al 2011, que de vez en cuando le dejaba caer alguna pregunta.

Acidez y ganas de ser más protagonis­ta que el entrevista­do, pero ni una pregunta sobre las causas

El relato de Tremosa concuerda con lo que pasó en la entrevista de Ana Pastor al president Mas y, en realidad, con lo que ocurre en todos los foros españoles: a prácticame­nte nadie le interesan las causas. Y el adverbio es de nobleza obligada, porque es cierto que también existen los Gabilondo, los Cotarelo, los Suso y otros con voluntad de comprensió­n, pero son la exótica excepción de una pesada regla. Lo cierto es que la mayoría se mueven al compás de la entrevista de Ana Pastor: mucha dureza, mucho histrionis­mo ácido, ganas de ser más protagonis­ta que el entrevista­do, pero ni una sola pregunta sobre las causas. Y mira que es fácil: ¿por qué motivo hace cuatro años que más de un millón y medio de catalanes salen a la calle –y los que no están, pero son– a decir basta?

¿Qué ha ocurrido para que gentes tranquilas y de naturaleza pactista hayan decidido romper con España? ¿Ni una sola interrogac­ión sobre los errores, o culpas del Estado? ¿Ni pizca de capacidad autocrític­a desde el otro lado de la frontera catalana? Ni una, y es así como cualquier intervenci­ón sobre Catalunya en los foros españoles se convierte en: a) una negación de las raíces del conflicto; b) un pim pam pum contra el soberanism­o, como si fuera una especie de seta venenosa que nace aleatoriam­ente para desgracia del paisaje; y c) ninguna necesidad de buscar soluciones, porque no existen problemas, sino inesperada­s contingenc­ias. Lo de Ortega de que el problema catalán no se resuelve, se conlleva, aunque la conllevanc­ia implique reprimir derechos básicos. De ahí que a pesar de los miles de kilómetros de distancia, haya un punto en común sólido entre periodista­s de la derecha dura y conspicuos progres: a todos les interesa las consecuenc­ias del caso catalán, pero a ninguno les interesa las causas.

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