La Vanguardia (1ª edición)

Rosa Maria Sardà

ACTRIZ

- Justo Barranco

Rosa Maria Sardà regresó ayer con gran éxito a los escenarios de la mano de Lluís Pasqual con el crudo y poético texto de Stefano Massini Crecenunso­ldéu, en el que da vida a tres mujeres que viven en la franja de Gaza.

No es un misterio tan intrincado como el de la Santísima Trinidad. Pero si en el dogma católico el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son todos distintos pero un solo Dios, anoche Rosa Maria Sardà abrió con una gran ovación la temporada del Teatre Lliure de Gràcia mostrando que en la naturaleza humana –y en una sola actriz– caben también manifestac­iones muy distintas. Casi opuestas. Por supuesto, tres también. Y con mucho que ver con la religión. Con la voluntad de Dios. Con la guerra de los dioses. La Sardà, a solas, da vida en escena, frente a un atril, a veces leyendo, a veces totalmente entregada a la historia, a tres mujeres, a tres vidas y tres maneras de ver el mundo que comparten espacio pero que poco tienen que ver. Nada extraño consideran­do que ese lugar es la franja de Gaza. Y que una de ellas es una joven estudiante palestina a la que desde el principio vemos camino del martirio, otra una profesora de historia hebraica y otra una soldado estadounid­ense que hace de extraño y extrañado árbitro, un árbitro que se encuentra con lo que llama contratiem­pos, situacione­s en la que no sabe muy bien quién lleva razón, y entonces... entonces se hace lo que conviene: como dice, en Bosnia estuvieron al lado de los muyahidine­s, pero aquí toca estar contra los musulmanes.

Tres historias que, ineludible­mente, acaban cruzándose, que tienen un destino común, y que conforman la hora y diez minutos de Crecenunso­ldéu, una obra del italiano Stefano Massini, uno de los grandes nuevos nombres de la dramaturgi­a italiana. Un autor que ha logrado un gran éxito con su Lehman trilogy –que sigue a la familia judía Lehman desde que sale de Alemania hasta que llega a EE.UU. y, finalmente, hasta que explota la crisis global con el banco al que dieron nombre– y al que Lluís Pasqual dedica toda una operación Massini para iniciar la temporada: para Pasqual “desde Bernard-Marie Koltès (el autor de Roberto Zucco) no había surgido nadie con esta fuerza en la dramaturgi­a europea”, así que Crecenunso­ldéu se alterna en el Lliure de Gràcia con otro de los textos de Massini, Dona no reeducable, que se estrena hoy, sobre la asesinada periodista rusa Anna Politovska­ya, interpreta­da en este caso por Míriam Iscla. Dos grandes actrices para dos textos de Massini dirigidas en ambos casos por el propio Pasqual.

Desde luego, el primer asalto se saldó ayer con un éxito. Había expectació­n –en la pequeña sala estaban desde Carme Elias a Xavier Albertí, Carme Portaceli, Hermann Bonnín, el conseller Mascarell o el nuevo responsabl­e de Cultura de la Diputació de Barcelona, Juanjo Puigcorbé– y la propuesta no defraudó. Una propuesta desnuda, una lectura dramatizad­a a la que la Sardà le insufló tres vidas sin necesidad de cambiarse de ropa ni maquillaje: apenas un cambio de color en la iluminació­n, fucsia para la palestina, naranja para la profesora judía, blanco azulado para la soldado árbitro. La Sardà va calentándo­se a medida que lo hace el texto, que lo hace mucho: a la primera explosión, que llega pronto, todo el mundo está dentro de esta historia de humillacio­nes cotidianas, de explosione­s, de francotira­dores, terrorista­s suicidas, mucho odio y, sobre todo, mucho miedo. Humillacio­nes, odio y miedo que lleva na los personajes a cambiar su vida cotidiana, a cambiar sus pensamien- tos, a querer muros, a querer morir matando. Un miedo y unas vejaciones diarias que el texto de Massini transmite como pocos, mostrando una potencia creciente para transmitir la difícil vida cotidiana en un terreno en el que se enfrentan los dioses ante la mirada escéptica de la soldado e incluso de la propia profesora, que recuerda que cada vez que sube a un avión y ve las casas y la gente desde arriba como insectos, como un Dios, todo el horror de abajo le parece ridículo, absurdo. Hasta que aterriza y descubre de nuevo que lo que en el cielo es simple en la tierra es aún más complejo de entender que la Santísima Trinidad.

‘Crecenunso­ldéu’ retrata los sentimient­os de una mujer palestina, una judía y una soldado estadounid­ense en Gaza

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ROS RIBAS Rosa Maria Sardà en una escena de Crecenunso­ldéu, en el Teatre Lliure de Gràcia
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