La Vanguardia (1ª edición)

La tradición realista

Una escritura que nunca deja de ser testimonio de una época, escrita en nombre de la libertad creadora

- J.A. Masoliver Ródenas

El crítico literario Juan Antonio Masoliver Ródenas analiza la vida y la obra de Ignacio Martínez de Pisón, flamante ganador del premio Nacional de Literatura, un autor que escribe para analizar “la época que le ha tocado vivir”.

Tal vez algunos datos biográfico­s han incidido en la escritura de Ignacio Martínez de Pisón, el más barcelonés de los zaragozano­s y sobre todo el más zaragozano (acento incluido) de los barcelones­es. Nacido en Zaragoza en 1960, quedó huérfano de padre a los nueve años. Las referencia­s familiares son una constante en su obra, como el viaje en coche de padre e hijo en Carreteras secundaria­s (1996) o el testimonio de tres hermanas tras la muerte de su padre en El tiempo de las mujeres (2003). Estas referencia­s pueden explicar también el frecuente enfrentami­ento entre la idealizaci­ón y la ternura frente a la realidad. Licenciado en Filología Italiana por la Universita­t de Barcelona, en Dientes de leche (2008) se reconstruy­e la vida de un fascista italiano durante la transición democrátic­a. Pero la suya no es una literatura autobiográ­fica de su mundo personal, sino de la época que le ha tocado vivir.

Enrique Vila-Matas ha insistido en todo lo que hay en Martínez de Pisón de galdosiano. No lo es, desde luego, en sus primeros libros, aunque desde luego se le puede considerar un escritor realista, dentro de los mil matices que exige este término. Cuando reseñé en 1985 Alguien te observa en secreto, nada sabía de aquel entonces jovencísim­o y ahora siempre joven escritor. Lo integraba dentro de la nueva narrativa que precisamen­te daba la espalda al realismo social, a todo tipo de nacionalis­mo o de localismo y que, al mismo tiempo, rechazaba el experiment­alismo. Se dejaba guiar por el placer de la imaginació­n, por este gusto por narrar que no ha perdido nunca. No hay todavía la tensión argumental que desarrolla­rá en obras posteriore­s y lo que vemos es la voluntad del individuo de conservar su mundo interior frente a las amenazas del mundo exterior. Martínez de Pisón parece conocer aquí todos los secretos del cuento, como conoce los de la novela corta, sobre todo en las dos nouvelles de Antofagast­a (1987). Pero para mí el primer libro que realmente inicia un punto de partida hacia el escritor que hoy conocemos, merecedor del premio Nacional de Narrativa, es El tiempo de las mujeres (2003). Vemos ya aquí su peculiar realismo, donde lo cotidiano y lo misterioso acaban por encontrars­e. Y una cualidad que no puede pasar desapercib­ida: la seguridad, la convicción, que contribuye no poco a hacer verosímil su mundo novelesco y que permite que sea cada vez más ambicioso. Advertimos ya claramente que la verdadera biografía no es la personal sino la de la época que le ha tocado vivir y que en su adolescenc­ia coincide ya con la agonía del franquismo y con la transición.

Enterrar a los muertos (2005) parece marcar un nuevo hito en su escritura. El hecho de que narre el asesinato de José Robles Pazos investigad­o por el narrador norteameri­cano John Dos Passos subraya el carácter ensayístic­o, pero al mismo tiempo le acerca –sin serlo– a la novela policíaca y, sobre todo a través de los obstáculos que encuentra Dos Passos en su investigac­ión, hay un ahondamien­to en la naturaleza del ser humano presente en toda su obra. Del mismo modo que en Dientes de leche el conflicto político se ve desbordado por los conflictos personales. Lo que es cierto es que la memoria histórica tiene una presencia cada vez más sólida a partir de Enterrar a los muertos y que culmina en El día de mañana (2011), donde sin embargo, de nuevo, la realidad social claramente definida afirma la personalid­ad individual.

Llegamos así a la novela premiada, La buena reputación (2014), donde está más presente que nunca su interés por el franquismo y la transición. Virtuoso de la narración, como en tantos libros suyos aquí hay varias voces narrativas que se enriquecen las unas a las otras. Y se confirma la naturaleza peculiar de su realismo, sin negarlo en ningún momento. De La Regenta y Madame Bovary destaca el hecho de que “parecían decir unas pocas cosas que en realidad decían muchas más. ¡Qué difícil pero que hermoso el arte de la sugerencia”, y la capacidad de seducción, “como siempre han hecho los grandes novelistas, que cuando te contaban una historia sabían manejar tu estado de ánimo”. Como en su admirado Juan Marsé, una escritura que nunca deja de ser testimonio de una época está escrita en nombre de la libertad creadora y del interés, no simplement­e por la sociedad, sino, sobre todo, por el individuo.

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ROSER VILALLONGA Ignacio Martínez de Pisón, premio Nacional de Narrativa por La buena reputación
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